El Che no ha muerto
La mirada profunda, los pasos seguros, la voz firme. Esa estirpe de hombre fuerte, que aún persiste al paso del tiempo.
Dispararon contra su cuerpo pero no lo mataron, cercenaron sus manos pero no pudieron impedir que nos siguiera abrazando. Lo dejaron inerte pero no inmóvil. Intentaron borrarlo y lo multiplicaron.
El Che no ha muerto.
El Che no ha muerto.
Renace en la sonrisa de los niños, en sus travesuras. Y es que el Che tenía – dentro de su magnitud de héroe -, también un poco de niño.
Incontables son las bromas que el Che gastó a Camilo Cienfuegos, con quien compartió más allá de la lucha de guerrilla, una entrañable y simpática amistad.
Se conocieron en México en 1956, cuando un grupo de revolucionarios cubanos dirigidos por Fidel Castro se entrenaban para participar en una expedición rumbo a Cuba que reanudaría la lucha contra la dictadura de Batista. (El 25 de noviembre de ese mismo año, tanto Ernesto Guevara como Camilo Cienfuegos formaron parte de los 82 expedicionarios que salieron -a bordo del yate Granma- desde el puerto de Tuxpan.)
La rebeldía de los jóvenes, para enfrentarse a los atropellos, para condenar las injusticias, para poner el bien y las necesidades de muchos, ante las propias; tiene la luz del Che. De ese Che joven, que abandonó todo para irse en motocicleta a recorrer América Latina (conoció algunas provincias de Argentina, Chile, Perú, Colombia y Venezuela).
Encontrando así, entre los más pobres, entre los sufridos, la razón fundamental que lo hizo querer cambiar el mundo.
“Allí, en estos últimos momentos de gente cuyo horizonte más lejano fue siempre el día de mañana, es donde se capta la profunda tragedia que encierra la vida del proletariado de todo el mundo.”, relató en su diario personal.
Para reafirmarnos esa convicción de internacionalismo que lo caracterizaba: “Allí comprendimos que nuestra vocación, nuestra verdadera vocación, era andar eternamente por los caminos y mares del mundo.”
En una de sus crónicas tras el viaje, confiesa: "Ese vagar sin rumbo por nuestra Mayúscula América me ha cambiado más de lo que creí".
Médico de profesión, y comunicador por naturaleza, resurge en cada hombre o mujer de bata blanca que batalla por salvar vidas. Que no entienden de geografías inhóspitas, o difíciles tareas. Que un pensamiento mueve su quehacer: la preservación de la vida y la defensa de la salud por encima de todas las cosas.
La mano que sostiene la cámara, o el brazo firme que empuña el micrófono para dar voz al pueblo. La pluma que “dibuja” ilegibles caracteres que serán la crónica posterior. La pose de “escudo” en medio de manifestaciones, marchas e incluso guerras, con la que el (o la) periodista acude para recopilar la información y dejar constancia para la historia. En esas imágenes que he descrito, también está el Che.
Al igual que en quien vela y defiende a ultranza la justicia social, la igualdad de derechos y el respeto a los semejantes.
Y es que Ernesto Guevara de la Serna, el Guerrillero Heroico… el Che: no es solo un hombre.
Al Che lo intentaron matar en la Higuera, aquel 9 de octubre de 1967: pero nos lo devolvieron inmortalizado para la historia.
Al Che lo intentaron matar en la Higuera, aquel 9 de octubre de 1967: pero nos lo devolvieron inmortalizado para la historia.
El filósofo francés Jean-Paul Sartre lo calificó como “el ser humano más completo de nuestra era”.