La confusión estadounidense en cuanto a la escalada de la tensión entre Arabia Saudita e Irán
Arabia Saudita inauguró el año nuevo con la aplicación de la pena de muerte contra 47 personas, entre quienes destaca el clérigo y activista civil el Shaikh Nemer Baqir al Nemer; los analistas y observadores más conocidos en Washington se volcaron a la tarea de "descifrar" las motivaciones de Arabia Saudita, sondeando consideraciones regionales a la luz de su participación en dos guerras al mismo tiempo, en Siria y el Yemen, además del deterioro de las relaciones con Estados Unidos y estar expuesta a duras críticas por parte de la mayoría de los países europeos.

Arabia Saudita inauguró el año nuevo con la
aplicación de la pena de muerte contra 47 personas entre quienes destaca
el clérigo y activistas civil el Shaikh Nemer Baqir al Nemer; los
analistas y observadores más conocidos en Washington se volcaron a la tarea
de "descifrar" las motivaciones de Arabia Saudita, sondeando
sus consideraciones regionales a la luz de su participación en dos guerras
al mismo tiempo, en Siria y Yemen, además del deterioro de las relaciones con
Estados Unidos y estar expuesta a duras críticas de parte de la mayoría de los
países europeos, tomando en cuenta las demandas de sus pueblos que piden
castigar a Arabia Saudita por la “violación constante de los derechos humanos y
la privación de la mujer de sus derechos más elementales etc…”
Señalando que Arabia Saudita, la cual se considera a
sí misma una potencia regional, capaz de dictar su voluntad a las diferentes
fuerzas y países, decidió unilateralmente iniciar un conflicto abierto con
Irán, elevándola a la categoría de archienemigo y pidió a sus partidarios que
sigan su ejemplo y que corten sus relaciones diplomáticas con Teherán; pero
solo logró el apoyo de dos aliados Bahréin y Sudán, este último había retirado
a su embajador en Teherán desde el inicio de los acontecimientos de la
"primavera árabe" alineándose por completo del lado de Arabia
Saudita.
En este contexto, Arabia Saudita se embarcó en esta acción buscando frenar el deterioro que alcanzó su imagen como país, una imagen que no se había forjado basándose en hechos, normas y dictámenes de la geopolítica, y para frenar el deterioro de su influencia erosionada desde hace tiempo. "Algunos" conocedores del mecanismo de la toma de decisiones saudí está consciente del deterioro acelerado del país, como lo demuestran filtraciones cuya fuente son políticos estadounidenses de alto nivel profundamente familiarizados con los pormenores de los conflictos de las fuerzas que se aglutinan detrás de las paredes de los palacios reales y quienes afirman que la conclusión del acuerdo nuclear entre Irán y las seis potencias fue la concreción del proceso de decadencia de la influencia saudí.
Para demostrarlo, citamos algunos expertos estadounidenses quienes señalan que, las lecciones de la historia y los criterios de expertos estrategas, todos determinan que las acciones y políticas imprudentes y las aventuras son un flagelo que afecta a las fuerzas en decline (Arabia Saudita) y no a los países y fuerzas ascendentes que intentan consolidar su posición (Irán), estos suelen caracterizarse por un alto grado de prudencia, paciencia y perseverancia. El experto cercano a la institución gobernante David Atway, describió la conducta saudita como “una conducta que obedece desde hace tiempo a un patrón fijo, que toma medidas muy duras toda vez que el liderazgo (saudita) siente que se encuentra sometido a presiones extranjeras o locales fuertes"; Atway citó al ex ministro del interior saudí Naif Bin Abdel Aziz, dirigiéndose a las fuerzas de la sociedad civil que exigían reformas, dijo que “la casa Saud llegó al poder con la fuerza de la espada y si es necesario la volverán a usar de nuevo”. Desde la óptica de las repercusiones concretas, la prestigiosa revista "Foreign Affairs" en su último número, comentando el corte de relaciones diplomáticas y comerciales de Arabia Saudita con Irán señaló, que este hecho podría "avivar los conflictos en curso en Siria y Yemen y complicar los esfuerzos que se realizan para ponerle fin, socavando la campaña internacional de los Estados Unidos contra el Estado Islámico en Iraq y el Levante"; la revista agregó que la decisión de Arabia Saudita de ejecutar al Shaikh al Nemer, ignorando las advertencias internacionales "ha producido grietas reales en lo que se consideraban las relaciones entre socios (con los Estados Unidos) exponiéndolas a serios cuestionamientos sobre su futuro y destino". No es necesario hacer conjeturas para adivinar cuál de los puntos de vista es el correcto en cuanto al conflicto regional entre Irán y Arabia Saudita; los observadores del evento regional solo tienen que observar los hechos concretos para sacar sus conclusiones y detenerse ante las justificaciones detrás de la conducta y las decisiones imprudentes adoptadas de manera apresurada y confusa por Arabia Saudita. Dentro de las dimensiones de esa ecuación, es importante destacar que los países europeos a pesar de que se rigen por las directrices de Washington, según The New York Times “se inclinan por apoyar a Irán contra Arabia Saudita”, no basándose en principios y oponiéndose a la pena de muerte, sino porque la opinión pública europea se opone al “apoyo y financiamiento de parte de Arabia Saudita al wahhabismo y los salafistas quien colaboraron en la formación de una ideología extremista” y por lo que le ha tocado a Europa de sufrimientos a causa del extremismo takfiri. El periódico señaló que se ha formado una convicción entre las élites intelectuales y políticas europeas, de que los esfuerzos de Arabia Saudita "para acorralar a Irán están condenados al fracaso y tal vez logren malograr los esfuerzos para detener el programa nuclear de Irán”; agregando que "el sentimiento general en Europa responsabiliza a Arabia Saudita de agitar y agudizar el conflicto con la ejecución del Shaikh Nemer al Nemer”. Del lado estadounidense, las elites se han percatado de los rápidos cambios que han ocurrido en la postura de China, reduciendo su dependencia de Arabia Saudita" y acercándose a Irán… considerándolo el país que más goza de estabilidad en la región, mientras le preocupa la conducta saudí que fomenta los conflictos.
En este contexto, Arabia Saudita se embarcó en esta acción buscando frenar el deterioro que alcanzó su imagen como país, una imagen que no se había forjado basándose en hechos, normas y dictámenes de la geopolítica, y para frenar el deterioro de su influencia erosionada desde hace tiempo. "Algunos" conocedores del mecanismo de la toma de decisiones saudí está consciente del deterioro acelerado del país, como lo demuestran filtraciones cuya fuente son políticos estadounidenses de alto nivel profundamente familiarizados con los pormenores de los conflictos de las fuerzas que se aglutinan detrás de las paredes de los palacios reales y quienes afirman que la conclusión del acuerdo nuclear entre Irán y las seis potencias fue la concreción del proceso de decadencia de la influencia saudí.
Para demostrarlo, citamos algunos expertos estadounidenses quienes señalan que, las lecciones de la historia y los criterios de expertos estrategas, todos determinan que las acciones y políticas imprudentes y las aventuras son un flagelo que afecta a las fuerzas en decline (Arabia Saudita) y no a los países y fuerzas ascendentes que intentan consolidar su posición (Irán), estos suelen caracterizarse por un alto grado de prudencia, paciencia y perseverancia. El experto cercano a la institución gobernante David Atway, describió la conducta saudita como “una conducta que obedece desde hace tiempo a un patrón fijo, que toma medidas muy duras toda vez que el liderazgo (saudita) siente que se encuentra sometido a presiones extranjeras o locales fuertes"; Atway citó al ex ministro del interior saudí Naif Bin Abdel Aziz, dirigiéndose a las fuerzas de la sociedad civil que exigían reformas, dijo que “la casa Saud llegó al poder con la fuerza de la espada y si es necesario la volverán a usar de nuevo”. Desde la óptica de las repercusiones concretas, la prestigiosa revista "Foreign Affairs" en su último número, comentando el corte de relaciones diplomáticas y comerciales de Arabia Saudita con Irán señaló, que este hecho podría "avivar los conflictos en curso en Siria y Yemen y complicar los esfuerzos que se realizan para ponerle fin, socavando la campaña internacional de los Estados Unidos contra el Estado Islámico en Iraq y el Levante"; la revista agregó que la decisión de Arabia Saudita de ejecutar al Shaikh al Nemer, ignorando las advertencias internacionales "ha producido grietas reales en lo que se consideraban las relaciones entre socios (con los Estados Unidos) exponiéndolas a serios cuestionamientos sobre su futuro y destino". No es necesario hacer conjeturas para adivinar cuál de los puntos de vista es el correcto en cuanto al conflicto regional entre Irán y Arabia Saudita; los observadores del evento regional solo tienen que observar los hechos concretos para sacar sus conclusiones y detenerse ante las justificaciones detrás de la conducta y las decisiones imprudentes adoptadas de manera apresurada y confusa por Arabia Saudita. Dentro de las dimensiones de esa ecuación, es importante destacar que los países europeos a pesar de que se rigen por las directrices de Washington, según The New York Times “se inclinan por apoyar a Irán contra Arabia Saudita”, no basándose en principios y oponiéndose a la pena de muerte, sino porque la opinión pública europea se opone al “apoyo y financiamiento de parte de Arabia Saudita al wahhabismo y los salafistas quien colaboraron en la formación de una ideología extremista” y por lo que le ha tocado a Europa de sufrimientos a causa del extremismo takfiri. El periódico señaló que se ha formado una convicción entre las élites intelectuales y políticas europeas, de que los esfuerzos de Arabia Saudita "para acorralar a Irán están condenados al fracaso y tal vez logren malograr los esfuerzos para detener el programa nuclear de Irán”; agregando que "el sentimiento general en Europa responsabiliza a Arabia Saudita de agitar y agudizar el conflicto con la ejecución del Shaikh Nemer al Nemer”. Del lado estadounidense, las elites se han percatado de los rápidos cambios que han ocurrido en la postura de China, reduciendo su dependencia de Arabia Saudita" y acercándose a Irán… considerándolo el país que más goza de estabilidad en la región, mientras le preocupa la conducta saudí que fomenta los conflictos.
Estados Unidos se encuentra indeciso entre Irán y Arabia Saudita

La posición oficial de Washington se caracteriza por
la calma y la prudencia, a pesar de las declaraciones contradictorias, que no
apoyan o condenan la conducta saudí, pidiéndole “a los líderes en toda la
región, que tomen medidas positivas para calmar las tensiones"; en
declaraciones recientes, evito apoyar la posible mediación de Iraq, China y
Omán, enfatizando el dialogo bilateral directo.
Algunos en Washington creen que la administración
norteamericana se encuentra indecisa “ya que no puede condenar públicamente la
decisión de Arabia Saudita de ejecutar el clérigo opositor” (New York Times – 4
de enero) debilitando con eso la ya débil imagen de la dirigencia saudí, que
la necesita en la guerra contra DAESH (EI), procurando conservar la
“relación especial” que une a ambas partes.
Por otro lado, se inclina por apoyar a Irán lo cual
impone un alto costo en el equilibrio regional; pero Washington siente un
fuerte deseo de establecer relaciones “de amistad” con Teherán, después de
décadas de desconfianza mutua y hostilidad declarada.
Riad “se atrevió” a “regañar” públicamente a
Washington el año 2011, ante la renuencia del presidente Obama de estar del
lado del derrocado presidente egipcio Husni Mubarak y en el fondo existe el
temor de que Washington repita esa actitud si Arabia saudita se expone a
movimientos y reclamos populares parecidos.
Para tranquilizar al interior de los Estados Unidos,
Washington ha declarado que había hecho múltiples esfuerzos ante Riad
advirtiéndole de las consecuencias de ejecutar al Shaikh al Nemer, pero Riad
decidió “hacer caso omiso a la advertencia estadounidense”; la Casa Blanca
declaró a comienzos de la pasada semana que “Estados Unidos expresó su preocupación
a la parte saudí sobre la ejecución y sus posibles consecuencias; ellos fueron
advertidos”.
Entre las consecuencias señaladas, se plantean una
serie de cuestionamientos legítimos hechos por los Estados Unidos, entre los
que destaca, qué tan prudente es mantener esa “relación especial”, cuando
Arabia Saudí se convierte en motivo de preocupación, siendo eso más de lo que
Estados Unidos puede soportar”; debido a ello a Washington intenta tratar
con tacto y realismo con los cambios internacionales y tal vez decida tomar una
decisión sin precedentes hacia Teherán, acabando con los tabúes que se
desvanecen a causa dela firma del acuerdo nuclear.
La obsesión de la Casa Blanca, desde ahora hasta el
final del mandato del presidente Obama el veinte de enero de 2017, se basa en
dos pilares: mantener la estabilidad de la región y garantizar la aplicación de
los términos del acuerdo nuclear sin problemas y no proporcionar un pretexto a
cualquiera de las partes para anularlo o socavar su aplicación.
El acercamiento público entre Arabia Saudita e Israel,
"no es el resultado del momento actual o producto de objetivos comunes en
cuanto al rechazo del acuerdo nuclear con Irán, sino que tiene sus raíces en la
historia de la fundación de ambos, bajo los auspicios británicos y
norteamericanos; las negociaciones nucleares incentivaron a ambos para
“coordinar” sus movimientos y aprovechar su influencia y efectividad con el fin
de presionar a los miembros del Congreso para ampliar el circulo de quienes
objetan el acuerdo.
Hace un tiempo se comentó en Washington – es una
noticia que no fue desmentida - que Arabia Saudita le permitió a la
fuerza aérea "israelí" usar su espacio aéreo para atacar las
instalaciones nucleares de Irán; la Administración del presidente Obama había
tomado nota sobre el particular, adoptando una serie de medidas para impedir
cualquier "ataque preventivo unilateral" contra Irán, lo cual podría
socavar sus políticas y equilibrios internacionales, hasta se recurrió a
vigilar las comunicaciones de Benjamín Netanyahu; sobre este particular se
informó que se había cambiado la sede donde se realizaban las negociaciones
hacia un lugar fuera de Ginebra, ya que el "Mossad” había tenido éxito en
colocar audífonos sofisticados para espiar a las diferente delegaciones
incluyendo la estadounidense.
Arabia Saudita obró por cuenta propia deteriorando sus
relaciones con Irán con el apoyo “israelí," estaba segura de que la
Administración norteamericana no lo iba a objetar, por lo menos
públicamente.
Arabia Saudita no respondió a los múltiples esfuerzos
de mediación, la más reciente es el de Rusia, ante la cual Washington teme que
Rusia logre explotar la crisis emergente, para restaurar su influencia y su
posición como uno de los principales protagonistas en la región; el ministerio
de Exteriores ruso señaló que está "totalmente dispuesto a desempeñar el
papel de mediador entre Arabia Saudita e Irán con el fin de contener la
tensión… así como expresó estar dispuesto para celebrar en Moscú una
reunión entre los cancilleres de ambos países, Adel al Jubeir y Mohammad Javad
Zarif”.
Un ex embajador estadounidense que representó los
intereses de su país en Riad, trató de explicar la mentalidad que rige la crisis
señalando, que “la familia saudita gobernante no considera que los Estados
Unidos puede jugar el papel de intermediario honesto, ya que sacrificó su
influencia anterior con la familia a cambio de un cero cosechado con Teherán” y
continua explicando que ahora nadie "confía en los esfuerzos de (el
presidente) Obama para mantener la paz en la región y creen (la familia real)
que Teherán le ofreció un acuerdo nuclear que nadie piensa que es posible
ejecutar - a cambio Teherán recuperó activos congelados que llegan a cien
millardos de dólares; que utilizaría para apoyar a sus aliados en Siria e
Iraq”.
El ex diplomático expresó que la preocupación
creciente de un acercamiento con Irán “impulsó a Arabia Saudita a tomar medidas
unilaterales con el fin de aislar a Irán y obligarla a retroceder junto con sus
aliados… sin importarle la reacción de Washington”.
El equipo estadounidense que está en contra del
presidente Obama, cree que las opciones que se pueden utilizar contra Irán son
limitadas, más cuando su Administración se cuida para no ser arrastrada tras
los llamados para castigar a Irán a causa de la reciente prueba de misiles
balísticos; el objetivo como se dice es no aumentar presión sobre Teherán,
poniendo en riesgo los logros alcanzados por la gestión del presidente Obama y
que forman parte de su legado presidencial.
El público estadounidense apoya en cierta forma la
actitud prudente del presidente Obama; las últimas encuestas señalan que la
preocupación embarga al público estadounidense, por temor a una escalada de la
tensión entre Arabia Saudita e Irán y se comenta que Washington aprendió la
lección de las consecuencias de involucrarse.
A Washington le interesa mantener sus
"intereses" en la región, reflejados en la influencia de sus empresas,
sobre todo el sector de la industria de armamento y petróleo; aprobando en cada
punto de inflexión política la venta de más armas y equipo militar a Arabia
Saudita y los otros estados del Golfo con el fin de complacerlos; pero los
economistas sienten temor por la capacidad de Arabia Saudita y los otros de
cumplir con sus obligaciones financieras a la luz de la disminución de los
precios del petróleo en los mercados mundiales, aunado a ello la enorme sangría
de recursos y de reservas monetarias saudíes para financiar su doble guerra en
Yemen y Siria.
La venta de armas a los países del Golfo no
representan de ninguna manera soluciones a largo plazo para impedir crisis
inmediatas; Washington está muy consciente de esto; pero por más que intente
complacer a Arabia Saudita, esto solo contribuye a incrementar las tensiones
entre Riad y Teherán, trasladando su solución a la Administración del próximo
presidente, quien intentará impedir que estalle.
En este sentido,
Foreign Affairs instó al presidente Obama utilizar la gran
influencia de su país para dirigirse al monarca saudí directamente y
lejos de los medios de comunicación, señalándole que Estados Unidos "no
está satisfecho de la sociedad con Arabia saudita en el campo de seguridad y
exigirle que debe cooperar y esforzarse más para proteger los intereses
comunes… entre las que resaltan detener las fuentes de financiación de DAESH
(EI) desarticulando la compleja red de fuentes internas; aliviar las tensiones
con Irán; reducir la retórica del discurso sectario… e insinuar que los
Estados Unidos detendrá el suministro y la entrega de todos los equipos de
logística y el apoyo en el campo de inteligencia a las fuerzas saudíes en
Yemen ".