Paramilitarismo: peste anunciada en América Latina, Daesh con el mismo hedor en Oriente Medio
El escritor, ensayista, historiador y dramaturgo
venezolano, Luis Britto, analizó en un reciente artículo, publicado en Resumen
Latinoamericano, uno de los fenómenos que marca la realidad continental: el
paramilitarismo, que a manera de células aparece sembrado ya en el escenario
bolivariano con el objetivo de desestabilizar el proceso democrático y
revolucionario que allí se construye.

Lo que Britto define como "la peste
anunciada" asesina a dirigentes agrarios, sindicales, figuras de la
política, se apropia de las riquezas naturales de las naciones, arruina países,
siembran el terror e imponen la ley del más fuerte. "La peste
anunciada" es aupada, protegida y financiada desde el exterior.
Si bien las raíces del paramilitarismo
están bien infiltradas en las naciones latinoamericanas, sus tácticas y
estrategias se diseminan en otras partes del mundo. ¿Es qué acaso quiénes están
fomentando el crimen y el terror, y pretenden destruir proyectos integradores
en Latinoamérica, no son los mismos que operan con similar propósito en el
Oriente Medio? ¿Existe alguna diferencia entre los asesinatos protagonizados
por los paramilitares en el continente americano y los ejecutados por los
miembros de Daesh, Al Qaeda y talibanes en los países árabes?

Varios analistas del Medio Oriente
comparten la idea de Britto, de que estas plagas de ejércitos privados
organizados como carteles, mafias y asociaciones criminales sobreviven ante los
Estados constituidos, se alían a ellos, usurpan sus funciones y están en vías
de destruirlos.
¿Cómo surge un ejército privado que
desafía y a veces supera al público?, se pregunta el académico venezolano.
Así como los países hegemónicos
mercantilizan la educación y la seguridad social, también privatizan la
represión. El ejército de Estados Unidos ya no funciona con reclutas, sino con
mercenarios contratados entre sus marginalidades: afroamericanos, hispanos,
inmigrantes ilegales. Con otra vuelta de la tuerca, grandes contratistas
transnacionales como Blackwater tercerizan desde 1996 la oferta y la demanda de
la carne de cañón. Y con otra vuelta más de la tuerca, los países hegemónicos
financian, entrenan y arman corporaciones de sicariato para destruir países,
pero sin asumir responsabilidad por ellas: Al Qaeda, Daesh, las Autodefensas Unidas
de Colombia.

Las organizaciones paramilitares actúan
en estrecha colaboración con el Estado o con las fuerzas económicas que dominan
a éste. En Colombia, funcionan con la protección, el apoyo y el financiamiento
del gobierno, al cual infiltran con la parapolítica; de la oligarquía
terrateniente, cuyos latifundios protegen y amplían con la violencia, y del
narcotráfico, al cual sirven de brazo armado.
Esta misma situación se opera con los
terroristas del Estado Islámico, hoy diseminados en naciones como Libia, Yemen
y Siria, donde pretenden fomentar Estados paralelos, y que al igual que el
paramilitarismo colombiano -argumenta Brito- expide y ejecuta sentencias de
muerte y finalmente se funde con la autoridad visible de políticos y
corporaciones en simbiosis inextricable.

Para el historiador bolivariano, la
actual abdicación por algunos Estados del monopolio de la violencia a favor de
bandas de esbirros marca la postmoderna disolución de la soberanía en el
caos.
Dondequiera que el Estado se debilita o
se esfuma -explica- aparecen grupos armados dispuestos a usurpar sus funciones
en provecho propio.
El paramilitarismo es la confesión de
Estados y corporaciones de que les es imposible mantener el orden dentro de los
parámetros de legalidad que ellos mismos pregonan. Ante el caos homicida, no le
queda más recurso al simple ciudadano que armarse él mismo, y combatir el plomo
con el plomo.
Pero eso es también lo que toca a los
pueblos y a las fuerzas leales a la paz de las naciones árabes que luchan
contra el terrorismo de Daesh
Esto
es lo que a la larga tendrán que hacer los ciudadanos en todas partes del
mundo, subrayó Britto. Ojalá podamos sanar esa peste que llevamos años
denunciando antes que otros tantos venezolanos debamos huir de nuestro país,
concluye.