Colombia: asunto de vital importancia para el Capital transnacional
La situación política en América Latina
se inscribe en una situación mundial en la que se acelera la acumulación
capitalista, mediante mayor explotación laboral, mayor depredación ambiental y
más guerras imperialistas. Hay una profundización de la rapiña contra los
pueblos de América Latina, y una intensificación del Terrorismo de Estado que
garantiza la acumulación capitalista, afirma un despacho ampliado de Resumen
Latinamericano.

En opinión de la especialista Cecilia
Zamudio, este accionar de muerte mediante los ejércitos oficiales y sus
respectivas herramientas paramilitares, se ve tangiblemente en países como
México, Colombia, Perú, Honduras, Paraguay.
Hay una profundización de la lucha de
clases, con un intento de exterminio de los luchadores sociales por parte de
las distintas oligarquías y del gran capital transnacional: poniendo en marcha
diversas estrategias de intervención y fortaleciendo estructuras del
narcotráfico para que éstas sirvan en la labor de terror, subraya.
La actualidad mexicana se revela como el
patrón represivo implementado contra Colombia desde hace décadas: auge del
narcotráfico en connivencia estatal, y empleo de este en el fomento de más
grupos paramilitares destinados al exterminio de los comunistas y demás
luchadores sociales. Frente a esta guerra oligárquica aparece la respuesta
popular: grandes movilizaciones y luchas de los pueblos.

Sin embargo, para Resumen
Latinoamericano, Cuba sigue siendo la excepción en este cuadro de saqueo,
porque logró consolidar una revolución con un sistema socialista. Venezuela
despierta grandes esperanzas, se registra un avance en la toma de consciencia y
aparecen sectores poblacionales que conciben el socialismo como alternativa a
los grandes desmanes del gran capital venezolano, que apoyado desde el
exterior, intenta frenar el proceso bolivariano.
Para
Zamudio, la región Andino Amazónica es de gran importancia para el gran capital
transnacional y Colombia es un país codiciado por sus inmensos recursos
(mineros, hídricos, biodiversidad) y por su ubicación geoestratégica
(andino-amazónica, con acceso a dos océanos, con 5 países fronterizos). Es
además el tercer país más poblado del continente, tras Brasil y México.
Desde hace décadas los aparatos
militares del capitalismo mantienen una guerra intensiva contra el pueblo
colombiano, con una permanente intervención estadounidense.
Los militares colombianos reciben
entrenamiento de parte de Estados Unidos: integran la doctrina contrainsurgente
y el concepto del “enemigo interno” que rigen el accionar del ejército
colombiano. Son instruidos en técnicas de desaparición forzada y desplazamiento
masivo de poblaciones. Los manuales de la CIA, como el KUBARK, instruyen en
torturas físicas y sicológicas: la tortura es preconizada de forma sistemática.
Colombia
es el tercer país más desigual del mundo: hay 20 millones de pobres y 8
millones de indigentes, más de la mitad de la población está apenas
sobreviviendo. Miles de niños mueren anualmente de hambre, pese a las inmensas
riquezas del país. Baste mencionar que la comunidad indígena más grande de
Colombia, los Wayúu, está sufriendo exterminio, muriendo de física hambre y de
enfermedades asociadas con la escasez de agua, porque las multinacionales que
explotan el carbón en el Cerrejón, desviaron todo un río para usar su agua.


El Terrorismo de Estado en Colombia ha
causado más de 9.500 presos políticos, decenas de miles de desapariciones
forzadas. Más de 4000 fosas comunes han sido halladas en los últimos 8 años,
con 5.638 cuerpos de desaparecidos: es el resultado del instrumento
paramilitar. Solo en 2015 salen en libertad varios jefes paramilitares en
virtud de la ley de impunidad que el Estado colombiano confeccionó a sus
paramilitares: entre 5 y 8 años de pena si estos dan algunas coordenadas de sus
crímenes.
El 60% de los sindicalistas asesinados
en el mundo son en Colombia por agentes estatales o la herramienta paramilitar.
La mayor fosa común de Latinoamérica fue hallada detrás del Batallón Militar de
la Fuerza Omega, con 2000 cadáveres de desaparecidos.
Colombia
también es el segundo país del mundo en materia de asesinatos a ecologistas,
con 25 víctimas en 2014. 80% de las violaciones a los derechos humanos y el 87%
de los desplazamientos forzados de poblaciones se produjeron en las regiones en
las que las multinacionales perpetran la extracción minera. El 78% de los
atentados contra sindicalistas se produjeron en el sector minero.
El Terrorismo de Estado es empleado para
producir parálisis de las reivindicaciones sociales y para producir masivos
desplazamientos poblacionales favorables al gran capital; la mitad del
territorio colombiano está tramitado en concesión por multinacionales mineras.
La estrategia de desplazamiento poblacional también es utilizada para despoblar
el campo de la base social de la insurgencia.
Masacrar personas con motosierras se una
a esta práctica criminal. Varios paramilitares han confesado hornos crematorios
dónde metían a sus víctimas vivas, criaderos de caimanes con los cuerpos de los
desaparecidos, empalamientos, violaciones colectivas y otras aberraciones. Las
víctimas sobrevivientes narran las torturas más atroces. El ejército no se
queda atrás en la barbarie; las masacres son cometidas con su total
colaboración.
Hay miles de casos que atestiguan del
paramilitarismo como política de Estado, y del accionar conjunto de la fuerza
militar y paramilitar: como la masacre de Cacarica, cuando entre otras
atrocidades, los militares y los paramilitares jugaron fútbol con la cabeza del
líder comunitario Marino López, obligando a la población a asistir al horror.


El Terrorismo de Estado tiene la
finalidad de desplazar poblaciones y someterlas. Las estrategias empleadas
contra el pueblo colombiano, afiladas por “formadores” estadounidenses e
israelíes, son también empleadas en otros países como método de control social,
contra insurrección o sabotaje: México, Honduras, Perú, Paraguay, y hasta en
Venezuela donde la oligarquía recurre de manera creciente al paramilitarismo.
Para conseguir la paz en Colombia haría
falta el desmonte de la estrategia de guerra sucia implementada desde el
Estado, y cambios estructurales en el modelo económico que garanticen a todos
una vida digna.
Estos
cambios imprescindibles han sido reclamados en las Conversaciones de Paz entre
la guerrilla y el gobierno; tanto por la insurgencia de las FARC, como por las
reivindicaciones que el pueblo colombiano a enviado a La Habana. Pero el tema
de “La Paz” ha sido mil veces manipulado por la oligarquía, que es la que le
hace la guerra al pueblo desde hace siglos: las distintas conversaciones entre
la guerrilla y el Estado siempre se han truncado cuando le correspondía al
gobierno concretar cambios estructurales.
La oligarquía no está dispuesta a un
cambio de modelo de desarrollo, ni a una reforma agraria, ni a respetar la
soberanía alimentaria; porque es en el actual modelo que se enriquece, a
costillas del pueblo. Tampoco el capitalismo transnacional aceptará que se
cambie el modelo extractivista de la mega-minería y del agro-industrial que
garantiza a los capitalistas un enriquecimiento vertiginoso; y son temas
indispensables para el pueblo: hay contradicciones de clase fundamentales.
Según Zamudio, en los diálogos de La
Habana se han podido conocer las propuestas políticas de la insurgencia sobre
infinidad de temas; una documentación muy interesante que lamentablemente ha
sido obviada en los grandes medios. Y también hay que señalarlo, ha sido poco
difundida por los medios alternativos internacionales, los que podrían aportar
un balón de oxígeno informativo a un pueblo sometido al terror de Estado, que
continúa en escalada bajo los auspicios del padrino estadounidense.
Los colombianos deseamos una paz con
justicia social, porque de seguir la situación de expolio y explotación actual,
no existe verdadera paz para el pueblo, dado que seguirá siendo víctima de
miseria, exclusión, muertes por enfermedades curables, muertes de hambre, y
represión sistemática por parte de los explotadores.
La guerra económica es el primer verdugo
contra el pueblo colombiano; la segunda causa de víctimas es la Guerra Sucia
adelantada desde el mismo Estado y sus aparatos represivos oficiales y
paramilitares; estas son realidades documentadas, sobre las que sin embargo
callan los medios de alienación masiva. Porque para los propietarios de los
medios, la muerte del pueblo no constituye una guerra, solamente conciben que
hay guerra desde el momento en que sus intereses son tocados; es solamente a
partir del momento en que hay insurgencias contra el modelo de saqueo, que los
capitalistas definen que hay guerra.
Por eso el tema de la paz con justicia
social es clave para el pueblo colombiano, porque no queremos una “paz de los
cementerios” en la que los explotadores puedan seguir capitalizando sobre la
muerte de montañas, ríos y niños, concluye Zamudio.