El árbol de las 40 frutas, un proyecto entre el arte y la conservación
En 2008, el profesor Sam Van Aken puso en marcha un proyecto que mezcla arte, agricultura y conservación: hacer crecer un árbol capaz de dar 40 variedades distintas de fruta. ¿Cómo lo consiguió?
Se lo conoce popularmente como “el árbol Frankenstein”, pero su aspecto es mucho más hermoso que el terrorífico monstruo nacido de la mente de Mary Shelley. Si en algo se parecen es que, como aquella criatura, tampoco este prodigio botánico tiene un nombre propio: se le llama simplemente “el árbol de las 40 frutas”.
Se trata de un proyecto puesto en marcha en el año 2008 por Sam Van Aken, profesor de artes ─en concreto, de escultura─ de la Universidad de Syracuse, en el estado de Nueva York.
Magia botánica
Cada uno de estos árboles – pues hay varios ejemplares – ha sido creado a base de realizar injertos. Esta técnica, conocida desde la antigüedad, consiste en hacer crecer un fragmento de una planta sobre el tronco de otra, consiguiendo que los tejidos de ambas se junten en el punto de unión y, como consecuencia, que el injerto pueda desarrollarse absorbiendo los nutrientes de forma indirecta.
Durante la mayoría del año parecen árboles como otro cualquiera, pero al llegar la primavera florecen con diversas tonalidades de color blanco y rosado. El mayor espectáculo llega en verano, cuando las flores dan paso a 40 variedades distintas de melocotones, ciruelas, cerezas, nectarinas y albaricoques.
La historia que cuentan las frutas
La elección del número 40 no es casual: Van Aken señala que se decidió por él porque “en las religiones occidentales se usa como un número incuantificable, como sinónimo de una multitud”. Y esto está relacionado con una de las razones por las que él, profesor de arte, pero nacido en una granja familiar, dio inicio a este proyecto: concienciar sobre la pérdida de la diversidad en la alimentación y, con ella, de una parte de su identidad.
“Casi todos nuestros árboles frutales fueron traídos aquí por inmigrantes, así que no se trata solo de comida: nuestra cultura está ligada a estas frutas, que son nuestra historia”, señala el profesor.
Por ello, Van Aken considera su proyecto como “conservación a través del arte”. Ninguno de esos árboles es igual a los demás. “Desde que me empezaron a pedir que creara árboles así en distintas ubicaciones, lo que hago es investigar variedades que históricamente se originaron o se cultivaban en esos lugares, buscarlas localmente e injertarlas en un árbol que se convierte en una historia agrícola del lugar en el que se encuentran”.
Finalmente, lo que había empezado como una obra de arte botánico tomó una dimensión mayor de lo que habría esperado en un principio: Van Aken recibió una propuesta para crear un jardín abierto al público en Governors Island, en la bahía de Nueva York, donde criar árboles de 40 frutas, porque para él “explicar esta historia debe incluir la experiencia de tocar, oler y probar esas variedades”.
El proyecto, aún en desarrollo, prevé el cultivo de 50 árboles con más de 200 variedades de fruta en total: una experiencia sensorial de la que Van Aken espera que “invite a la gente a participar en la conservación y a aprender más sobre su comida”.