El casabe, un legado de la cultura taína en América Latina y el Caribe
Un ejemplo palpable respecto a la perdurabilidad de su fabricación es evidente en la comunidad rural de Vilató, en Cuba.
Cuba, Haití, Honduras, República Dominicana y Venezuela propusieron a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) inscribir la tradición de elaborar y consumir el casabe en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
Un ejemplo palpable respecto a la perdurabilidad de su fabricación es evidente en la comunidad rural de Vilató, en Cuba, donde actualmente casi una docena de familias prosiguen dicha herencia.
Solo en esta región, durante la colonia y posterior, ese oficio ancestral, lo desarrollaron más de 30 grupos de personas, declaró el activista campesino Adrián Rubio a la emisora local Radio Camagüey.
Los estudios efectuados por arqueólogos demuestran que en Sierra de Cubitas, a más de 600 kilómetros al este de La Habana, vivió una comunidad Taína desde antes de la llegada de los españoles (1492) hasta inicios del siglo XVI y entre los elementos de su dieta alimentaria estaba el casabe.
Modo de elaboración
Para su fabricación los pueblos originarios empleaban diferentes objetos como raspadores y guayos de piedra, necesarios a la hora de pelar y rallar la yuca.
Además, utilizaban los burenes, una especie de platos cerámicos para extender la masa deshidratada (catibía) que luego colocaban sobre el fuego para su cocción definitiva en forma de tortas, de acuerdo con investigaciones.
Documentos facilitados a la revista Negocios en Cuba acentuaron que, a finales del siglo XVI, las autoridades coloniales sustituyeron este alimento por el trigo importado de España y México.
No obstante, mantuvieron su fabricación en algunas zonas del interior del país caribeño, entre las que sobresalía la villa de Puerto de Príncipe, hoy Camagüey.
Continuar la tradición
En la comunidad de Vilató la familia Nápoles-Abreu sobresale de forma profesional a la fabricación, cuya minindustria exhibe desde 2009 la condición de referencia nacional.
Oscar Nápoles, de 66 años de edad, heredó la tradición con el mismo procedimiento de secado, rallado y cocción de los aborígenes.
Al decir de este productor, su padre transportaba a caballo los tercios de unas 75 piezas para venderlo en Camagüey, a unos 40 kilómetros de su hogar.
José Leyva, otros de los fabricantes, explicó que el proceso de secado de la yuca transcurre en ocho horas y que todos los equipos de su trabajo son artesanales.
Por su parte, la doctora Ana Sánchez, directora del Centro de Estudios Martianos, en La Habana, abogó por mantener la práctica.
Las próximas generaciones, aseveró, no nos perdonarían si no somos capaces de mantener el casabe.
A finales de años, la Unesco evaluará la propuesta para establecer la declaración o no como patrimonio cultural.