Debemos contener la viruela del mono antes de que sea una amenaza
A diferencia del COVID-19, que era una enfermedad nueva cuando llegó por primera vez a Estados Unidos, la viruela del mono ha existido y ha sido estudiada durante décadas. Tenemos todas las herramientas para evitar que este virus se convierta en otra enfermedad grave con la que los estadounidenses tengan que lidiar a perpetuidad.
La Organización Mundial de la Salud hizo lo correcto al declarar la enfermedad una emergencia sanitaria internacional. Contenerla debe ser prioridad para el gobierno del presidente estadounidense, Joe Biden.
La viruela del mono (monkeypox) es muy diferente del COVID-19. A diferencia del coronavirus, que es un patógeno respiratorio extremadamente contagioso, la viruela símica se transmite principalmente a través del contacto prolongado de piel con piel. Es muy poco probable que contraigas la viruela del mono por cenar en el mismo restaurante o trabajar en la misma oficina que una persona infectada; la transmisión se produce a través del contacto íntimo, como abrazos, besos y relaciones sexuales. La ropa de cama y las toallas utilizadas por alguien con lesiones activas también pueden albergar el virus, lo que hace que los miembros de ese hogar sean vulnerables a la infección.
La naturaleza de su transmisión significa que la viruela del mono no se propagará desenfrenadamente, como lo ha hecho el COVID-19. Además, también tenemos una vacuna que funciona contra la viruela símica luego de que alguien haya estado expuesto a la enfermedad, lo cual no es el caso del coronavirus. Si has estado expuesto al COVID-19, lo único que puedes hacer es esperar a dar positivo. Pero si estuviste expuesto a la viruela del mono, recibir la vacuna —si se hace poco después de la exposición— podría evitar que se desarrolle la enfermedad.
Además, si bien el coronavirus se propagó rápidamente en todos los grupos demográficos, la viruela símica sigue estando limitada de forma abrumadora a un grupo de personas: hombres que tienen sexo con hombres. El estudio de casos más grande hasta la fecha, publicado en The New England Journal of Medicine, examinó 528 infecciones recientes en 16 países y descubrió que casi todos —98%—eran de hombres homosexuales o bisexuales. 95% de los casos estaban vinculados con el contacto sexual.
Como resultado, quienes deben estar en alerta máxima por la viruela del mono son hombres que tienen sexo con hombres y que tienen múltiples o anónimas parejas sexuales. Aquellos elegibles deben buscar la vacuna e intentar reducir las actividades de alto riesgo antes de la vacunación. Los médicos deben tener fácil acceso a las pruebas de diagnóstico de la viruela símica. El estudio reveló que algunos pacientes presentaron una sola lesión, a menudo en el área oral, anal o genital, y 29% fueron diagnosticados al mismo tiempo con una infección de transmisión sexual. Eso significa que la viruela del mono puede lucir como herpes o sífilis, y que tener otra infección no descarta la presencia de la viruela símica.
Aquellos que no estén en este grupo de alto riesgo no necesitan buscar la vacuna contra la viruela del mono o cambiar su vida diaria para evitar este virus todavía. Sin embargo, los funcionarios de la salud pública deben intensificar sus esfuerzos con urgencia porque una enfermedad infecciosa que comienza en una determinada comunidad casi con toda seguridad no permanecerá solo allí.
Ya se han reportado casos de viruela símica en mujeres, aunque debido a la falta de informes oportunos de datos a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), se desconoce el número exacto. Al menos dos niños en Estados Unidos han sido diagnosticados con viruela del mono, incluido un bebé en California.
Los CDC afirman que estos casos en mujeres y niños provienen todos de contactos directos de hombres infectados que tienen sexo con hombres. Hasta el momento, nadie en Estados Unidos ha muerto a causa de la viruela del mono, aunque algunos han sido hospitalizados y muchos reportaron dolor extremo en sus lesiones.
No sabemos si estas estadísticas de supervivencia se mantendrán si la viruela símica se propaga a la población general. Según las experiencias de los países donde el virus ha sido endémico, la viruela del mono es particularmente peligrosa en mujeres embarazadas y niños pequeños. También podría representar una amenaza significativa para las personas con inmunosupresión y otras afecciones médicas subyacentes graves. La prioridad debe ser prevenir que este virus se arraigue y se propague ampliamente.
El gobierno de Biden ha afirmado que adquirirá muchas más dosis de la vacuna contra la viruela símica. Esto es importante, aunque preocupa que no pueda obtener la cantidad de dosis necesaria con la suficiente rapidez. Si bien los CDC estiman que 1.5 millones de estadounidenses califican para la vacuna, hasta ahora solo se han enviado 300 mil dosis de la vacuna de dos dosis.
Los CDC deben darle prioridad a las primeras dosis de la vacuna para que más personas puedan tener algo de protección lo más pronto posible. Para racionar mejor las vacunas limitadas, también debemos comprender el grado de protección contra la viruela del mono entre las personas mayores que fueron vacunadas previamente contra la viruela.
Los funcionarios federales de salud también deben ampliar las pruebas. La capacidad para aplicar pruebas de diagnóstico ha ido en constante aumento, aunque sigue estando limitada a individuos sintomáticos con lesiones activas. Un estudio todavía no publicado en Bélgica mostró que es posible la existencia de infecciones asintomáticas, aunque no sabemos si puede ocurrir una transmisión asintomática. Estados Unidos debe implementar un proceso de revisión general a las personas de alto riesgo para detectar los casos temprano, identificar contactos y detener las cadenas de transmisión con la vacunación.
A diferencia del COVID-19, que era una enfermedad nueva cuando llegó por primera vez a Estados Unidos, la viruela del mono ha existido y ha sido estudiada durante décadas. Tenemos todas las herramientas para evitar que este virus se convierta en otra enfermedad grave con la que los estadounidenses tengan que lidiar a perpetuidad.