Abu Bakr al-Baghdadi, creado y asesinado por la CIA
Ahora que el dirigente de Daesh, Abu Bakr al-Baghdadi, fue eliminado muchas personas en Estados Unidos y Occidente expresan su alegría y alivio. Lo que no dicen es que este bestial grupo terrorista es producto de su propia política exterior en la zona.
De acuerdo con el filósofo y economista belga Marc Vandepitte, autor de numerosos libros sobre relaciones Norte-Sur, América Latina, Cuba y China, cuando Estados Unidos y Gran Bretaña invadieron Irak en 2003, en aquel momento Al-Qaeda y otros grupos terroristas tenían poco peso en la zona.
Después de la invasión, el ejército de EEUU se enfrentó a un violento levantamiento. Para aplastarlo se utilizaron escuadrones de la muerte, exactamente igual que lo que habían hecho los estadounidenses en América Latina con la llamada “Opción El Salvador".
Además, en esa guerra sucia se enfrentó deliberadamente a sunnitas contra chiitas, siguiendo la táctica de “divide y vencerás”. En esta orgía de violencia sectaria provocada fue cuando se implantó Al-Qaeda en Irak con el nombre de Daesh.
Según recuerda el artículo escrito por Vandepitte, difundido en el sitio web Investig´action.net, después llegó la supuesta primavera árabe de 2011. Para derrocar a Gadafi la OTAN colaboró con el Grupo de Combate Islámico Libio (GCIL) bajo la dirección de Abdelhakim Belhaj, exdirigente de Al-Qaeda en Libia.
Cuando empezó el levantamiento en Siria, cuenta Vandepitte, Belhaj envió a ese país a cientos de combatientes armados para expulsar a Al-Assad del poder. Los servicios de seguridad de Estados Unidos y de Gran Bretaña cooperaron para transferir los arsenales libios a los rebeldes sirios.
En 2012 Estados Unidos, Turquía y Jordania establecieron un campo de adiestramiento para los rebeldes sirios en Safawi, en el norte de Jordania. También participaron instructores franceses y británicos. Parte de estos grupos rebeldes se iba a unir más tarde a Daesh.
Entre las filas de Al-Qaeda en Irak había muchos sirios. Al principio de la guerra civil en Siria muchos de ellos volvieron a su país de origen para crear el Frente al-Nusra. En abril de 2013 Abu Bakr al-Baghdadi, declaró que su grupo y Al-Nusra se habían unido bajo el nombre de “Estado Islámico de Irak y del Levante (EIIL)” y después bajo el nombre de (ISIS) Daesh. No obstante, Al-Qaeda se distanció de ellos y ambas organizaciones terroristas siguieron su propio camino.
Precisa Vandepitte que en este avispero es donde nació y se volvió poderoso el Daesh. La organización terrorista creció rápidamente, conquistó mucho terreno a partir de 2014 y en junio de ese mismo año se proclamó califato. Desde hacía tiempo los servicios de inteligencia militar estadounidenses (DIA) sabían que se estaba gestando este califato. Pero, según el exasesor de seguridad del presidente Trump, Michael Flynn, el gobierno estadounidense miró hacia otra parte.
Este califato constituía un excelente tapón sunnita para debilitar Siria y reducir la influencia del Irán chiita.
Graham Fuller, uno de los más respetados analistas de Medio Oriente y ex agente de la CIA, es muy claro: “Creo que Estados Unidos es uno de los creadores clave de Daesh. Estados Unidos no planeó crear el Daesh, pero sus destructivas intervenciones en Medio Oriente y la guerra en Irak fueron las principales causas del nacimiento de Daesh”.
No es nada nuevo el coqueteo del Pentágono con grupos islamistas extremistas. Recordemos que a partir de 1979 Estados Unidos reclutó, armó y adiestró a los muyahidines para derrocar al gobierno comunista de Afganistán. En la década de 1990 los talibanes, unos combatientes extremistas y aún más violentos, se convirtieron en socios privilegiados de Washington en Afganistán. Esta cooperación acabó cuando se hizo evidente que los talibanes ya no podían servir a los intereses de Estados Unidos.
Durante la guerra civil de Yugoslavia (1992-1995) el Pentágono llevó en avión a Bosnia a miles de combatientes de al-Qaeda para apoyar a los musulmanes de esta zona.
En 1996 oficiales de al-Qaeda crearon el Ejército de Liberación de Kosovo (UCK, por sus siglas en albanés) justo al otro lado de la frontera con Albania. En el mismo momento soldados británicos y estadounidenses aportaron su ayuda.
Después de 2011 esta organización terrorista formó una alianza con los rebeldes islamistas de Mali, los cuales consiguieron conquistar el norte de Mali durante varios meses con ayuda de los tuareg. Gracias a los bombardeos de la OTAN el GCIL pudo saquear los depósitos de armas del ejército libio, las mismas armas que los extremistas utilizan hoy en día en Siria, Irak, Nigeria, Chad y Mali.
La guerra contra el terrorismo se ha transformado hoy en lo contrario: la propagación del terror. Las operaciones fallidas en Irak, Afganistán, Libia y Siria demuestran claramente que Estados Unidos y Occidente ya no son capaces de modelar la zona de Medio Oriente a su voluntad.
Washington y sus aliados corren peligro de perder cada vez más su influencia y acuden más a subcontratistas de la peor especie. Aducen que “si no podemos controlar nosotros mismos la zona, tampoco lo hará nadie más”.
Es lo que se podría denominar la estrategia del caos o, quizás mejor, “el caos de la estrategia”. En todo caso, es el colmo de la inmoralidad, sostiene Investig´action.net.
Una cosa es segura: el terror en la zona no será erradicado por las mismas fuerzas que lo crearon o, como afirma claramente una fuente libre de toda sospecha como es el exministro del Interior y de Exteriores francés Dominique de Villepin, “las guerras perdidas en Afganistán, Irak y Libia favorecen el separatismo, los Estados fallidos, la ley despiadada de las milicias armadas. Estas guerras nunca han permitido vencer a los terroristas que invadían la zona. Al contrario, legitiman a los más radicales. […] Cada intervención occidental crea las condiciones para la siguiente. Debemos pararlo”.