Sobre el aburrido egocentrismo de Donald Trump
Donald Trump perfiló su personalidad en torno a la importancia central de llamar la atención, ya sea con acciones provoquen deleite o furia, sin embargo, es y ha sido durante mucho tiempo aburrido, comenta The Atlantic.
-
Donald Trump, presidente de Estados Unidos.
En cuatro años de presidencia, Trump no es aburrido como una tarde aburrida y vacía, sino en la forma de una séptima temporada de un “reality show” de televisión: suceden muchas cosas, pero sin profundidad.
El presidente es un hombre de simplezas; lo que ves es lo que obtienes, y lo que obtienes es la misma mezcla de venalidad, subjetivismo y odio racial que ha sido obvia durante mucho tiempo.
Los abusos de Trump a la presidencia a menudo se comparan con los de Richard Nixon, pero este último tenía una vida interior profunda, aunque problemática; un biógrafo describió a Nixon como un luchador con "defectos trágicos", una descripción difícil de imaginar que cualquier biógrafo utilice para describir a Trump.
En una democracia cuya vitalidad depende, al menos en parte, de lo que la gente preste atención y de lo que piense al respecto, la monotonía frenética de Trump plantea la pregunta: ¿Qué sucede cuando la política es de crucial importancia, pero hay poco de original que decir?
El hecho de que los expertos puedan tener dificultades para elaborar un comentario original no es, en sí mismo, el mayor problema del país.
Si el trabajo político pierde profundidad o relevancia, la cultura democrática en Estados Unidos disminuye y las personas que de otra manera estarían comprometidas dirigen su atención a otra parte.
No es que no esté pasando nada. Con el día de las elecciones a solo un mes de distancia, Trump se ha negado repetidamente a comprometerse con una transferencia pacífica del poder y está haciendo todo lo posible para poner en duda la integridad del voto por correo.
Ahora está preparado para nominar su tercer escaño en la Corte Suprema tras la muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg, una victoria que inclinaría la política de la Corte hacia la derecha durante una generación.
A lo largo de su presidencia, podría decirse que ha cometido docenas de delitos enjuiciables, desde despedir al director del FBI James Comey e intentar lo mismo con el fiscal especial Robert Mueller y hasta prometer indultos a funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional si rechazaban solicitantes de asilo.
Pero si bien estos escándalos son importantes, también son de alguna manera la misma historia: el presidente es un racista codicioso y misógino que no comprende su trabajo.
"¿Es técnicamente una novedad si está practicando su racismo habitual?" reflexionó el reportero Asawin Suebsaeng del Daily Beast después que Trump soltó una perorata vil contra la representante Ilhan Omar durante un mitin este mes.
Incluso la inquietante amenaza de Trump de no ceder es una repetición de su insistencia en octubre de 2016 de que aceptaría los resultados de las próximas elecciones "si yo gano".
En cualquiera de los relatos escritos por exsocios cercanos o miembros de la familia de Trump, sin mencionar a periodistas como Bob Woodward, el lector obtendrá el mismo entendimiento.
El novelista británico E. M. Forster argumentó que la diferencia entre un personaje de ficción y uno real es que es posible saber todo sobre un personaje en una novela, mientras la gente real se ve a través de un espejo.
Y aunque puede que no sea posible conocer todos los detalles ocultos de la vida de Trump, es fácil entender todo sobre su personalidad. Si fuera un personaje, Forster lo llamaría plano, poco realista: no tiene, como exige Forster, la capacidad de sorprender.
En algún momento a lo largo de la era Trump, esto se convirtió en una broma corriente entre los comentaristas políticos, quienes, cada vez que Trump hace algo espantoso, pero obvio, hacen bromas en las redes sociales sobre lo trillada que parecería la presidencia de Trump si fuera ficción.
Al Mayadeen Español
