Infierno para migrantes etíopes detenidos en Arabia Saudita
Amnistía Internacional (AI) entrevistó a detenidos que denunciaron una serie de prácticas duras de las autoridades sauditas, como atarlos, obligarlos a usar el suelo de sus celdas como retretes y mantenerlos encerrados en hacinamiento las 24 horas del día.
Una investigación de Amnistía Internacional (AI) reveló nuevos y alarmantes detalles sobre el maltrato a los migrantes etíopes detenidos en Arabia Saudita.
La organización internacional entrevistó a detenidos que denunciaron una serie de prácticas duras de las autoridades sauditas, como atarlos, obligarlos a usar el suelo de sus celdas como retretes y mantenerlos encerrados en hacinamiento las 24 horas del día.
AI documentó la muerte de tres adultos bajo custodia, basada en testimonios constantes de testigos presenciales.
Otros detenidos informaron de al menos otras cuatro muertes que si bien no pudieron fundamentarse el brote de la COVID-19 y la falta de alimentos, agua y atención médica indican que el número de decesos podría ser mucho mayor.
"Miles de emigrantes etíopes se enfrentaron a una crueldad inimaginable en todas partes", dijo Marie Forrester, investigadora y consultora sobre derechos de refugiados y migrantes de Amnistía Internacional.
"Las mujeres embarazadas, los bebés y los niños pequeños están detenidos en las mismas condiciones espantosas. Instamos a las autoridades saudíes a que liberen de inmediato a todos los migrantes detenidos arbitrariamente y mejoren sus condiciones de detención antes de que se pierdan más vidas", precisó la especialista.
Amnistía Internacional también pide al gobierno etíope facilidades para el regreso voluntario de sus ciudadanos y su reintegración y que, mientras tanto, presione al gobierno saudita para que mejore las condiciones de su detención.
Mediante una aplicación de mensajería, AI entrevistó del 24 de junio al 31 de julio pasado, a 12 migrantes etíopes detenidos. Sus denuncias las corroboraron por vídeos, fotografías e imágenes de satélite y las analizaron en el Laboratorio de Evidencia de Crisis de la organización. Todos los nombres se han cambiado para proteger la seguridad de sus propietarios.
Hasta marzo de 2020, miles de inmigrantes etíopes trabajaban en Yemen con el objetivo de ganar dinero para trasladarse a Arabia Saudita.
Cuando la epidemia de la COVID-19 empeoró, las autoridades rebeldes hutíes obligaron a esos trabajadores a abandonar el país que se encontraban en el fuego cruzado entre las fuerzas sauditas y hutíes.
En el reino del desierto, los emigrantes fueron arrestados por las fuerzas de seguridad sauditas, quienes les confiscaron sus pertenencias y en algunos casos los golpearon.
Luego, a la mayoría de ellos los ubicaron en el centro de detención de Al-Dayer, y luego en la Prisión Central de Jizan y más tarde a las prisiones de Jeddah y La Meca.
Otros permanecieron en la Prisión Central de Jizan durante más de cinco meses.
Según la Organización Internacional para las Migraciones, unos dos mil etíopes todavía permanecen en el lado yemenita sin comida, agua ni atención médica.
Enfermos, heridos y sin acceso a la atención médica.
Todas las personas entrevistadas relataron sobre los abusos a que los sometieron desde el primer momento en que quedaron en manos de las autoridades sauditas.
Las condiciones de detención son espantosas en el Al-Dayer y la prisión central de Jizan, donde los detenidos comparten celdas unas 350 personas.
El Laboratorio de Evidencia de Crisis de Amnistía Internacional verificó videos que corroboran estas acusaciones.
Algunos detenidos dijeron que las heridas de bala que sufrieron en la frontera constituían el problema de salud más grave en el centro de detención de Al-Dayer, y dijeron que las autoridades sauditas se negaron a brindarles tratamiento.
En el centro de detención de al-Dayer no hay baños para los detenidos, que se ven obligados a usar una esquina de la celda como retrete.
Zainab, de 26 años, dijo: "Esto es un infierno, no he visto nada como esto en toda mi vida ... No hay baños y tenemos que orinar en el piso, no lejos de donde dormimos. A veces pisamos nuestra orina".
Todos los detenidos dijeron que las enfermedades se habían extendido en las cárceles y hablaron de infecciones cutáneas, diarreas y fiebre amarilla.
Hagos, quien estuvo recluido en la Prisión Central de Jizan durante cinco meses, dijo que algunos de los detenidos estaban tan débiles que tuvieron que ser llevados a los baños, que estaban llenos de lo que había en ellos y rara vez funcionaban.
Pese al calor del verano, el agua solía ser insuficiente, sobre todo en el centro de detención de Al-Dayer, donde, según informes, los guardias solo abren los grifos durante breves períodos de tiempo.
Todos los entrevistados hablaron sobre el problema de la falta de saneamiento e higiene. Dado que sus pertenencias fueron confiscadas en la frontera, solo se deja a los detenidos la ropa que vestían cuando salieron de Yemen.
No hay duchas en las prisiones de Al-Dair y Jizan. Incluso en las cárceles de La Meca y Jeddah, donde se disponía de agua para bañarse, a los detenidos no se les proporcionaba jabón. Estas condiciones insalubres son de particular preocupación a la luz de la pandemia de COVID-19.