Fantasma de Trump sobre Joe Biden
Esperanza, al menos, es el sentimiento que abrigan en muchos lugares, a medida en que se ajustan a la realidad de Joe Biden presidente de Estados Unidos y que Donald Trump no lo será, comenta la versión digital de la revista The Atlantic.
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El fantasma de Trump sobre Joe Biden
La OTAN estará a salvo, el libre comercio global es seguro; el mundo tal como lo conocíamos es seguro; los adultos están regresando; se puede revivir el acuerdo climático de París; el acuerdo nuclear de Irán e incluso la idea del multilateralismo en sí.
Sin embargo, la cercanía de la carrera deja un temor persistente de que el mundo no haya visto lo último de Trump. Como un monstruo alegórico, permanece herido, pero ahí afuera, al acecho, listo para la venganza.
Incluso si él mismo no resurge de los arbustos para reclamar la victoria en los tribunales o, de hecho, para volver a intentarlo en 2024, su dogma permanece.
Que Trump se acercó tanto a la reelección como lo hizo en medio de una pandemia y una recesión global significa que el trumpismo permanece desafiante y vivo.
Otra conclusión de los líderes mundiales es que, pase lo que pase con Trump y el trumpismo en las próximas semanas y años, las causas de su ascenso y los problemas identificados, no desaparecieron.
Sí, creen estos líderes, Trump fue, y quizás volverá a ser, un presidente con fundamentos malignos, ignorantes y peligrosos, pero no fue la causa del problema estructural en el corazón de la relación de Estados Unidos con el mundo.
Decenas de diplomáticos, funcionarios y asistentes en Estados Unidos y en Europa esperaban una victoria de Biden, aunque casi hubo una total coincidencia en que el papel de Estados Unidos en el mundo no desaparecerá solo porque Trump perdió, recalca The Atlantic.
"La vieja política ha terminado", dijo a la revista un asesor de alto nivel de un líder europeo antes de las elecciones. Fue un mensaje que repitieron una y otra vez, sobre todo aquellos más escépticos de los poderes transformadores de la presidencia de Biden.
Durante los últimos cuatro años, se desarrollaron músculos en Berlín, París, Bruselas y Londres de cómo trabajar con y contra el poder estadounidense, en temas como el cambio climático y el comercio.
De manera menos antagónica, pero afirmaron que los aliados de Estados Unidos también aprendieron dentro del espacio abierto dejado por la indiferencia de Washington, ya sea en lidia con la crisis en Belarús, las maniobras turcas en el Mediterráneo o la devastación en El Líbano.
Donde una vez Estados Unidos pudo ser mediador o salvador, hoy a menudo está ausente, es perturbador o tiene poco claros sus objetivos y compromiso.
Un nuevo presidente puede residir pronto en la Casa Blanca, pero la confianza en que cualquier decisión estadounidense sea segura es casi inexistente.
¿Qué puede lograr Biden con un Trump enojado y merodeador que amenaza todos sus movimientos durante los próximos cuatro años?
La cercanía de la carrera crea otro problema para Biden, porque durante los últimos cuatro años muchos estados europeos intentaron esperar a Trump con varios tratados internacionales vivos en la esperanza de que un futuro presidente demócrata les infundirá nueva vida.
Dada la estrecha victoria de los demócratas, ¿otros estados se comportarán de manera similar con Biden, esperando el regreso de los republicanos en otros contextos?
Sin embargo, si Reino Bretaña y Francia plantean problemas novedosos a Biden, Alemania es mucho más difícil, pese a que las tensas relaciones con Trump de la canciller federal Angela Merkel sugieren que Berlín será la capital que acogerá con más entusiasmo la victoria electoral del demócrata.
Dos funcionarios europeos dijeron a The Atlantic que era clara la lección aprendida por Alemania en los últimos 12 años: Estados Unidos se aleja de Europa, sin importar quién esté en la Casa Blanca.
La pregunta para las potencias europeas hoy, por lo tanto, no es si Biden vuelve a comprometerse con la relación transatlántica, sino si el público estadounidense comparte ese compromiso.
Antes de las elecciones, un exmiembro del gobierno de Trump recordó la frustración del presidente por la inflexibilidad europea para aumentar las contribuciones a la OTAN.
El mandatario saliente explotó después de ver las cantidades bajas que cada país miembro gastaba en los costos de funcionamiento de la alianza trasatlántica y se obsesionó con que Berlín pagara más.
Si bien tal obsesión fue vista como excéntrica por sus asesores, también creían que tenía razón, que la contribución alemana a la defensa colectiva de la OTAN era inaceptablemente baja, dada su riqueza, tamaño y dependencia del organismo de seguridad.
Al final, Alemania acordó aumentar su aporte para evitar una situación peligrosa, pero el incidente recordó a Estados Unidos que, pese a su riqueza, no es inmune a la carga política y financiera de dirigir un imperio de seguridad.
En el período previo a las elecciones, Biden describió su esperanza de ser un presidente de transición para los estadounidenses, aunque para muchos aliados hay pocos indicios de si también incluirá esa transición hacia el mundo en general.