¿Por qué EE.UU. apoya al rey de Jordania?
Abandonarlo no solo socavaría las relaciones de Washington con los árabes sunitas, también podría conducir al surgimiento de un gobierno extremista musulmán radical, hostil a "Israel", Occidente en general y Estados Unidos en particular.
El arresto en Jordania de una veintena de importantes funcionarios acusados de conspirar para derrocar al rey Abdala II, junto con la crítica más reciente del príncipe Hamzah bin Hussein al gobierno de su medio hermano, proporcionó a los enemigos y críticos del monarca informaciones sobre represión, mala gestión y corrupción, refiere la revista The National Interest.
Abdala y el príncipe han tenido una relación difícil durante mucho tiempo, aunque Hamzah niega su participación en un complot.
Hasta ahora, el gobierno del presidente estadounidense, Joe Biden, manifestó su respaldo al soberano jordano para disgusto del consejo editorial del diario The Washington Post, que recomienda que “en lugar de apoyar ciegamente al gobernante, Biden y otras democracias occidentales deberían decírselo, en voz baja pero firmemente, que el statu quo represivo es insostenible".
Sin embargo, no está del todo claro qué podría significar exactamente "insostenible". El Washington Post no ofrece explicación alguna, pero su intención es clara es clara: si el rey no se somete a la presión occidental y no emprende reformas serias, debe enfrentar la ira de su población a su cuenta y si es depuesto bueno, ese es su problema, apunta The National Interest.
Esta no es la manera de tratar a un hombre que ha sido un amigo leal de Estados Unidos, donde recibió su educación secundaria, incluso antes de que sucediera en 1999 al rey Hussein.
Cuando el gobierno de George Bush respondió a los ataques del 11 de septiembre con el lanzamiento de la Operación Libertad Duradera, Jordania fue uno de los primeros estados árabes en brindar apoyo material a las fuerzas estadounidenses y de la Coalición en Afganistán.
De 2012 a 2014 desplegó fuerzas en la peligrosa provincia de Helmand en apoyo de la coalición internacional que lucha contra los talibanes.
El reino también apoyó los esfuerzos militares estadounidenses tanto en Iraq como en Siria y además ha gestionado programas de formación para miles de oficiales del ejército iraquí.
Según reportes, proporcionó inteligencia clave que permitió a Estados Unidos rastrear y matar a Abu Musab al Zarqawi, el líder de Al Qaeda en Iraq.
Ammán de igual manera recibió a militares estadounidenses en la parte norte del reino, aunque no ha reconocido esa presencia ni por qué exactamente está allí.
Al mismo tiempo, Abdala II enfrentó amenazas internas de la Hermandad Musulmana y de elementos radicales dentro de la mayoría palestina del país, los cuales repudiaron el tratado de 1996 con Israel sellado por el rey Hussein, que el actual monarca sigue apoyando desde que sucedió a su padre, pese a que "Israel" mantiene una política de expansión en territorio ocupado a Palestina a la que el monarca hachemita se opone de manera constante y abierta.
Las amenazas potenciales para el régimen y la estabilidad en Jordania aumentaron con la afluencia de refugiados de Iraq y Siria como resultado de los conflictos armados en esos países.
Muchos de los más de 750 mil refugiados iraquíes estaban relativamente bien y traían consigo habilidades que beneficiaron a la economía jordana, mientras los emigrados sirios dependen de ayudas estatales, lo que ha creado una tensión considerable en la ya precaria situación financiera de Jordania.
Además, el gobierno teme con razón que entre los refugiados sirios hay elementos que probablemente se unirían a cualquier levantamiento que pudiera tener lugar dentro de Jordania.
Algunos observadores apuntaron que las tensiones comenzaron con Hamzah, tras despojarlo Abdala II del título de príncipe heredero y entregarlo a su hijo Hussein.
El rey sigue siendo una fuerza para la estabilidad en la región, comprometido con la paz con "Israel" y, lo que es más importante, un fuerte aliado de Estados Unidos.
Su amistad se volverá aún más importante a medida que Washington continúe reduciendo su presencia militar en la región y rebajando su importancia en relación con el este de Asia y Europa.
La partida de Abdala seguramente no causará más que disturbios, y no está del todo claro que la familia hachemita que él dirige mantendría el control del país.
Abandonarlo no solo socavaría las relaciones de Washington con los árabes sunitas, también podría conducir al surgimiento de un gobierno extremista musulmán radical, hostil a "Israel", Occidente en general y Estados Unidos en particular.
Por otro lado, al mantener su apoyo, Biden avanzaría en cierto modo para demostrar que Estados Unidos finalmente reconoce la importancia de mantener la fe en sus amigos y aliados en Medio Oriente, incluso cuando sus prioridades de seguridad nacional están necesariamente pasando por un proceso de cambio.