CounterPunch: ¿Por qué Estados Unidos ya no tiene la voz cantante?
En los últimos años han surgido otros factores y actores de poder nuevos. China es ahora el mayor socio comercial del bloque europeo y las tácticas de miedo de Biden advirtiendo del dominio global chino no han impresionado, aparentemente, a los europeos como los estadounidenses esperaban.
La pretensión de la "guerra contra el terrorismo", aunque engañosa si no directamente fabricada, fue el lema principal de Estados Unidos en su invasión de Iraq en 2003 y dos años antes a Afganistán, comentó un articulo de la revista CounterPunch.
Incluso -dijo- aquellos que realmente apoyaron la guerra basándose en información inventada -que el presidente iraquí Saddam Hussein, poseía armas de destrucción masiva, o la noción igualmente falaz de que Saddam y Al-Qaeda cooperaban de alguna manera- deben, a estas alturas, darse cuenta de que todo el discurso estadounidense anterior a la guerra no tenía ninguna base en la realidad.
Por desgracia, los entusiastas de la guerra no son un grupo racional. Por lo tanto, no cabe esperar que ni ellos, ni sus "intelectuales", posean la integridad moral necesaria para asumir la responsabilidad de la invasión de Iraq y sus horribles consecuencias, acotó el texto.
Si, en efecto, las guerras de Estados Unidos en Medio Oriente y Afganistán estaban destinadas a combatir y desarraigar el terror, ¿cómo es posible que, en junio de 2014, un grupo antes desconocido que se autodenominaba "Estado Islámico" (EI), consiguiera florecer, ocupar y usurpar enormes extensiones de territorios y recursos iraquíes y sirios bajo la atenta mirada de los militares estadounidenses? ,preguntó.
Cuestionó también si el otro objetivo de la guerra era llevar la estabilidad y la democracia a Medio Oriente, ¿por qué los muchos años de esfuerzos de "construcción del Estado" de Estados Unidos en Iraq y Afganistán, por ejemplo, no han dejado tras de sí más que ejércitos débiles y destrozados y una corrupción enconada?
Dos importantes acontecimientos han suscitado estas reflexiones: El "histórico" viaje del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, a Cornualles (Reino Unido) en junio, para asistir a la 47ª cumbre del G7 y, dos semanas después, la muerte de Donald Rumsfeld, a quien se describe ampliamente como "el arquitecto de la guerra de Iraq".
El tono que Biden ha dado a lo largo de sus reuniones del G7 es que "América ha vuelto", otra acuñación estadounidense similar a la frase anterior, el "gran reseteo", lo que significa que Washington está dispuesto a reclamar su papel global que había sido traicionado por las políticas caóticas del expresidente Donald Trump.
La frase más reciente - "América volvió"- parece sugerir que la decisión de restaurar el liderazgo mundial incontestable de Estados Unidos es, más o menos, una decisión exclusivamente estadounidense.
Además, recordó el material, el término no es del todo nuevo. En su primer discurso ante una audiencia global en la Conferencia de Seguridad de Múnich el 19 de febrero, Biden repitió la frase varias veces con evidente énfasis.
"América volvió. Hablo hoy como Presidente de los Estados Unidos, en el inicio de mi administración, y estoy enviando un mensaje claro al mundo: América esta de vuelta", dijo Biden, añadiendo que "la alianza transatlántica ha vuelto y no miramos hacia atrás, sino que miramos juntos hacia delante", añadió la revista.
Dejando a un lado las perogrulladas y las ilusiones -subrayó-, no es posible que Estados Unidos vuelva a una posición geopolítica anterior, simplemente porque Biden haya tomado la decisión ejecutiva de "resetear" las relaciones tradicionales de su país con Europa, o con cualquier otro lugar.
La misión real de Biden es simplemente blanquear y restaurar la manchada reputación de su país, estropeada no solo por Donald Trump, sino también por años de guerras infructuosas, una crisis de la democracia en el país y en el extranjero y una inminente crisis financiera resultante de la mala gestión de Estados Unidos de la pandemia de Covid-19.
Por desgracia para Washington, mientras espera "mirar hacia adelante", otros países ya han reclamado partes del mundo en las que Estados Unidos se vio obligado a retirarse, tras dos décadas de una estrategia sin timón alimentada por la creencia de que la potencia de fuego es suficiente para mantener a Estados Unidos en el aire para siempre.
Aunque Biden fue recibido calurosamente por sus anfitriones europeos, es probable que Europa proceda con cautela. Los intereses geoestratégicos del continente no caen por completo en el campo estadounidense, como ocurría antes.
En los últimos años han surgido otros factores y actores de poder nuevos. China es ahora el mayor socio comercial del bloque europeo y las tácticas de miedo de Biden advirtiendo del dominio global chino no han impresionado, aparentemente, a los europeos como los estadounidenses esperaban.
Tras la poco ceremoniosa salida de Gran Bretaña del bloque de la UE, ésta necesita urgentemente mantener su cuota de la economía mundial lo más amplia posible. La renqueante economía estadounidense difícilmente hará sentir el importante déficit en Europa. A saber, la relación China-UE está aquí para quedarse - y crecer.
Hay algo más que hace que los europeos desconfíen de cualquier turbia doctrina política que promueva Biden: el peligroso aventurerismo militar estadounidense.
Estados Unidos y Europa son la base de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que, desde su creación en 1949, fue utilizada casi exclusivamente por Estados Unidos para afirmar su dominio global, primero en la Península de Corea en 1950, y luego en todas partes.
Tras los atentados del 11 de septiembre, Washington utilizó su hegemonía sobre la OTAN para invocar el artículo 5 de su Carta, el de la defensa colectiva. Las consecuencias fueron nefastas, ya que los miembros de la OTAN, junto con EE.UU., se vieron envueltos en las guerras más largas de su historia, conflictos militares que no tenían una estrategia coherente, y mucho menos objetivos medibles.
Ahora, mientras Estados Unidos se lame las heridas al abandonar Afganistán, los miembros de la OTAN también están dejando el devastado país sin un solo logro que merezca la pena celebrar. En Irak y Siria también se están produciendo situaciones similares.
La muerte de Rumsfeld el 29 de junio, a la edad de 88 años, debería servir como una llamada de atención a los aliados estadounidenses si realmente desean evitar las trampas y la imprudencia del pasado.
Mientras que gran parte de los medios de comunicación corporativos estadounidenses conmemoraron la muerte de un brutal criminal de guerra con un lenguaje amable y sin compromiso, algunos le culparon casi por completo del fiasco de Irak.
Es como si un solo hombre hubiera doblegado la voluntad de la comunidad internacional dominada por Occidente para invadir, saquear, torturar y destruir países enteros. De ser así, la muerte de Rumsfeld debería marcar el comienzo de un nuevo y emocionante amanecer de paz, prosperidad y seguridad colectivas. No es el caso.
Al racionalizar su decisión de abandonar Afganistán en un discurso a la nación en abril de 2021, Biden no aceptó, en nombre de su país, la responsabilidad sobre esa horrible guerra.
En cambio, habló de la necesidad de luchar contra la "amenaza terrorista" en "muchos lugares", en lugar de mantener "miles de tropas en tierra y concentradas en un solo país".
De hecho, una lectura atenta de la decisión de Biden de retirarse de Afganistán -un proceso que comenzó bajo el mandato de Trump- sugiere que la diferencia entre la política exterior estadounidense bajo Biden es sólo tácticamente diferente de las políticas de George W. Bush cuando lanzó sus "guerras preventivas" bajo el mando de Rumsfeld.
A saber, aunque el mapa geopolítico haya cambiado, el apetito bélico de Estados Unidos sigue siendo insaciable.
Encadenado con un legado de guerras innecesarias, infructuosas e inmorales, pero sin una estrategia real de "avance", Estados Unidos, posiblemente por primera vez desde la creación de la OTAN tras la Segunda Guerra Mundial, no tiene una doctrina de política exterior descifrable, concluyó.