Estados Unidos puede enredarse en una guerra desastrosa
Los llamados aliados son más bien un pasivo que un activo para Estados Unidos. De hecho, son trampas potenciales, que pueden enredar a ese país en enfrentamientos militares innecesarios.
En demasiados casos, los "aliados" que Washington promociona son dependientes pequeños, débiles y a menudo inútiles desde el punto de vista militar. Y lo que es peor, algunos de ellos están en malas condiciones con Estados vecinos más poderosos, advierte Ted Galen Carpenter, investigador principal del Insituto Cato.
En estas circunstancias, puntualizó, los llamados aliados son más bien un pasivo que un activo para Estados Unidos. De hecho, son trampas potenciales, que pueden enredar a ese país en enfrentamientos militares innecesarios.
Cuando los funcionarios estadounidenses calificaron de aliados a los regímenes que Washington instaló mediante la fuerza militar en Afganistán e Irak, quedó claro que habían perdido una mínima comprensión del concepto.
Ese punto se hizo muy evidente cuando su cliente afgano se derrumbó casi de la noche a la mañana ante la ofensiva militar de los talibanes. Es hora de que los responsables políticos estadounidenses lo hagan mejor, advirtió el experto.
Ese problema de la política exterior estadounidense ha existido en múltiples regiones. Sin embargo, el defecto se ha agudizado con respecto a la campaña de Washington para ampliar la OTAN en Europa del Este.
Desde mediados de la década de los noventa, las administraciones estadounidenses se han esforzado por incorporar una colección de nuevos miembros de la OTAN, y lo han hecho con menos selectividad y buen juicio que los que utilizan algunas personas para conseguir amigos en Facebook, explicó Carpenter.
Muchos de esos nuevos miembros tienen muy poco que ofrecer a Estados Unidos como socios en materia de seguridad. De hecho, algunos son miniestados, al borde de ser microestados. Estos liliputienses ligeramente armados añadirían poco o nada a las propias capacidades de Washington, especialmente en un enfrentamiento con otra gran potencia, agregó.
Como activos económicos, su importancia es decididamente limitada, y militarmente, son aún menos valiosos. Resulta difícil ver cómo los nuevos aliados de la OTAN, como Albania, Eslovenia, Montenegro y Macedonia del Norte, aumentan el poder y la seguridad de Estados Unidos.
Este punto debería ser evidente basándose únicamente en el tamaño de la población. Los 2,87 millones de habitantes de Albania, los 2,1 millones de Macedonia del Norte y los 2,07 millones de Eslovenia sitúan a estos países en la categoría de miniestados, mientras que los 628 000 habitantes de Montenegro apenas merecen esa etiqueta, indicó.
Las fuerzas militares que pueden desplegar nuestros nuevos aliados de la OTAN no son capaces de infundir miedo a Rusia ni a ningún otro posible agresor. Las fuerzas armadas de Albania constan de 8 500 efectivos en servicio activo, las de Eslovenia de 8 500 y las de Macedonia del Norte de nueve mil.
Las fuerzas de Montenegro en servicio activo suman 2 400 efectivos. En comparación, el departamento de policía de Austin (Texas) cuenta con 2 422 personas en sus filas, aseveró.
La incorporación de algunos de estos países a la OTAN intensificó la exposición de Estados Unidos a riesgos y cargas innecesarias.
El cálculo de riesgo-beneficio, opinó el experto, es aún peor respecto a algunas de las otras pequeñas naciones que se han unido a la OTAN en la era posterior a la guerra fría. Estos socios no son simplemente irrelevantes desde el punto de vista de la seguridad de Estados Unidos, sino que son cables trampa potencialmente peligrosos que podrían desencadenar un conflicto entre Estados Unidos y una Rusia con armas nucleares.
La decisión del presidente George W. Bush de apoyar las solicitudes de ingreso en la OTAN de las tres repúblicas bálticas fue -y sigue siendo- una gran provocación para Rusia. Una forma crucial de reducir el peligro de enfrentamientos armados entre las grandes potencias es mostrar respeto mutuo por las respectivas esferas de influencia.
Washington ha violado repetidamente ese principio al empujar a la OTAN a expandirse hasta la frontera con Rusia, subrayó.
La incorporación de las repúblicas bálticas en 2004 fue el paso más peligroso en ese proceso. Como en el caso de la posterior incorporación de las pequeñas naciones balcánicas a la OTAN, los tres países tienen poco que ofrecer en términos de capacidades militares. Los 6 700 efectivos de Estonia, los 5 500 de Letonia e incluso los 20 mil 500 de Lituania no serían un gran factor si estallara una guerra entre la OTAN y Rusia.
Tanto por su tamaño como por su ubicación, las repúblicas bálticas no son activos estratégicos creíbles para Estados Unidos. De hecho, estarían prácticamente indefensas si Rusia hiciera un movimiento militar contra ellas. Un estudio de 2016 de la RAND Corporation concluyó que una ofensiva de Moscú superaría sus defensas en aproximadamente tres días.
Estos países no son "aliados" de Estados Unidos en ningún sentido significativo; son dependientes vulnerables que podrían desencadenar una guerra entre la OTAN (principalmente EE.UU.) y Rusia, apuntó.
Las acciones de los equipos de política exterior posteriores a Bush con respecto a Georgia, y aún más con Ucrania, indican que los líderes estadounidenses no aprendieron nada de los errores de 2008. Los funcionarios de las administraciones de Trump y Biden han tratado a Kiev como un miembro de facto de la OTAN y un aliado militar crucial de Estados Unidos.
La administración de Trump aprobó múltiples envíos de armas a Kiev, ventas que incluían misiles antitanque Javelin que Rusia considera especialmente desestabilizadores. Tales transacciones han continuado desde que Joe Biden entró en la Casa Blanca.
Dado el tamaño de su territorio y población, Ucrania no está en la misma categoría que los miniestados balcánicos y bálticos o Georgia. Sin embargo, tiene un potencial aún mayor para enredar a Washington y al resto de la OTAN en una guerra peligrosa, advirtió Carpenter.
Los líderes estadounidenses, agregó, deberían estar profundamente preocupados cuando un dependiente de la seguridad que sufre tales desventajas cuantitativas y cualitativas hace alardes vacíos de recuperar el territorio perdido. Es aún más preocupante cuando ese cliente (Ucrania) realiza gestos militares provocativos hacia su poderoso vecino (Rusia).
Esa es precisamente la forma en que un dependiente rebelde puede enredar a su protector de gran potencia en una guerra desastrosa. Los líderes estadounidenses no deberían querer formar parte de esa arriesgada relación cliente-patrón, remarcó el experto de Cato.