De depender de Rusia a depender de Estados Unidos
La Unión Europea cambia los gasoductos rusos por los buques metaneros estadounidenses. Las organizaciones medioambientales prevén un "desastre" ante la resistencia europea a la transición energética.
El pasado viernes la Unión Europea y Estados Unidos llegaron a un acuerdo para aumentar el suministro de gas natural licuado (GNL). Con él pretenden paliar la crisis energética desatada por la operación militar rusa en Ucrania.
Europa cambia así una parte del gas que compra a Rusia a través de gasoductos por el transportado en buques metaneros desde EE.UU. Para este año, el incremento de GNL estadounidense se cifró en 15 mil millones de metros cúbicos adicionales. Según el Departamento de Energía de Estados Unidos, su producción de gas crecerá un 20 por ciento durante 2022.
Diversas organizaciones medioambientales han alertado de las consecuencias de esta maniobra diplomática y económica.
"Deberíamos hacer una transición rápida hacia una energía limpia y asequible, no duplicar los combustibles fósiles", advertía Kelly Sheehan, directora de las campañas de energía de Sierra Club.
"Reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles es la única forma de dejar de ser vulnerable a los caprichos de la geopolítica y de unas industrias codiciosas", añadió.
En 2021, EE.UU. ya exportó 22 mil millones de metros cúbicos de GNL a Europa, muchos de los cuales fueron transformados en las seis plantas de regasificación operativas en España. Esa cantidad aumentará en más de un 65 por ciento (un ambicioso plan que solo servirá para reemplazar el diez por ciento del gas ruso) y será exportado por la compañía Cheniere Energy desde dos terminales situadas en Sabine Pass (Luisiana) y Corpus Christi (Texas).
El estado texano fue señalado en un reciente estudio como uno de los principales focos de fugas masivas de metano a la atmósfera. El metano, como es sabido, tiene un poder de calentamiento entre 28 y 80 veces superior al del CO2. Además, en EE.UU. el gas natural (nombre comercial del gas fósil) se obtiene principalmente mediante fracturación hidráulica (o fracking), un método con enormes impactos en el medioambiente.
Joe Biden, que presentó su plan en Bruselas junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, omitió todas estas contraindicaciones asociadas al gas. De hecho, aseguró que el acuerdo no compromete los objetivos climáticos y que la guerra de Ucrania actuará como «catalizador» en el desarrollo de las energías renovables.
Pero los hechos contradicen sus palabras: en el mejor espíritu retardista, EE.UU. maneja proyectos para la construcción de 16 nuevas plantas de gas en el Golfo de México. Según Sheehan, esa ampliación alargaría "durante décadas" la dependencia de unos combustibles fósiles "volátiles y peligrosos" y significaría "un desastre para nuestro clima y para las comunidades del Golfo, que ya están sobrecargadas".
"Impulsar más plantas para la exportación de productos tóxicos y para aumentar la emisiones de metano durante décadas es una sentencia de muerte para quienes están en primera línea de la emergencia climática", señaló, por su parte, Kassie Siegel, directora del Instituto de Derecho Climático del Centro para la Diversidad Biológica. Y, en cualquier caso, "no resolverá la actual crisis europea", agregó.