Once candidatos disputarán la presidencia de Brasil
La primera vuelta será el próximo domingo. De ser necesaria una segunda se celebraría el próximo día 30. Lula y Bolsonaro se mantienen al frente de las encuestas.
Clima de tensión en Brasil cuando se aproxima la primera vuelta de las elecciones el próximo domingo, en las que se disputarán la presidencia 11 candidatos, encabezados por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, primero en las encuestas, y el actual mandatario, Jair Bolsonaro.
Un sondeo publicado este miércoles por PoderData ratificó que Lula da Silva, se mantiene favorito frente al actual mandatario, Jair Bolsonaro, con una ventaja de diez puntos porcentuales en votos válidos. De no alcanzar uno de los candidatos los votos necesarios para acceder a la presidencia, la segunda vuelta se celebraría el día 30.
Todo apunta a una gran tensión en los comicios debido a las dudas que ha sembrado el presidente Jair Bolsonaro, sobre si reconocerá la eventual derrota que le vaticinan todas las encuestas.
En un análisis publicado por la agencia EFE, se recuerda que los ataques del líder de la ultraderecha contra el sistema electoral crecieron desde que asumió el poder en 2018; y él mismo, con declaraciones ambiguas, azuza el fantasma de un golpe de Estado.
“La historia se puede repetir”, advirtió el mandatario derechista el pasado 7 de septiembre en un discurso con motivo del Día de la Independencia, después de enumerar varias fechas históricas, algunas de ellas alusivas a levantamientos militares y al golpe de Estado de 1964.
Ese día, numerosos seguidores le pidieron en un mitin impulsar una intervención militar, clausurar el Parlamento y destituir a los jueces del Supremo. Bolsonaro, lejos de desautorizar estos exabruptos, los ha amparado en el marco de la libertad de expresión.
Según analistas consultados por EFE, la posibilidad de que Bolsonaro no reconozca el resultado de las elecciones no se puede descartar, ni tampoco el riesgo de que se trate de emular el asalto al Capitolio de Estados Unidos, que protagonizaron los seguidores de Donald Trump en enero de 2021 para evitar que se reconociera la victoria de Joe Biden.
Mientras, el Parlamento rechazó recuperar el voto impreso, como pide el actual presidente en el marco de una campaña de descrédito de la seguridad de las urnas electrónicas, a pesar de que nunca se detectó un fraude desde que se introdujeron en el país, en 1996.
El Tribunal Electoral ha introducido cambios en el sistema de recuento de votos en aras de la transparencia, para evitar la posibilidad de cualquier cuestionamiento por parte de los militares, que por primera vez se han inscrito como observadores del proceso electoral.
La oposición de la sociedad civil a los ataques de Bolsonaro también ha sido firme y se ha plasmado en manifiestos a favor de la democracia, respaldados por asociaciones empresariales, universidades, grupos sociales e incontables personalidades.
Los militares podrían tratar de apoyar a Bolsonaro para defender los privilegios y los cargos públicos obtenidos en los últimos cuatro años. Pero también les podría interesar “abandonar el barco” del líder de la ultraderecha para evitar un mayor desgaste en la imagen de la institución.
El riesgo más palpable para los analistas es que el alto nivel de crispación derive en nuevos episodios violentos, tales como los dos asesinatos políticos que se han conocido en el país en los dos últimos meses, una situación inédita en elecciones pasadas.
En ambos casos, los crímenes fueron perpetrados por seguidores de Bolsonaro, que mataron a votantes del principal candidato opositor, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Y a pesar de que todas las encuestas favorecen a Lula, Bolsonaro no duda en seguir tensando el ambiente al extender un manto de sospecha en relación a cualquier resultado que no le sea favorable en las urnas el próximo domingo.
La agencia Prensa Latina recordó que al comienzo de la campaña electiva, el 16 de agosto, eran más los nombres, pero las candidaturas del político Pablo Marçal, del Partido Republicano de la Orden Social (PROS), y del exdiputado Roberto Jefferson, del Partido Trabalhista Brasileño, fueron impugnadas por el Tribunal Superior Electoral (TSE).
Marçal vio tronchada su aspiración después de que el timonel de la organización política, Eurípedes Júnior, retirara su candidatura, declarara que el PROS no presentaría una propia y que apoyaría al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, abanderado de la Coalición Brasil de la Esperanza.
El 1 de septiembre, el TSE confirmó por unanimidad la desestimación de la candidatura de Jefferson, al figurar inelegible hasta finales de 2023 por la condena en el escándalo denominado Mensalão (de la palabra mensualidad), que estalló en 2005.
Tal neologismo, popularizado por el exparlamentario, fue utilizado para referirse a una mesada pagada a diputados para votar a favor de proyectos de interés del Poder Ejecutivo.
Casi todas las encuestas de opinión apuntaron a una estabilidad en la polarización de la preferencia del electorado entre Lula y el mandatario de tendencia ultraderechista Jair Bolsonaro.