Día Mundial de Al-Quds, símbolo de la lucha palestina
El líder fundador de la Revolución Islámica en Irán, Imam Khomeini, pidió al mundo hace más de cuatro décadas, instaurar esa fecha para proclamar en manifestaciones la solidaridad internacional de los musulmanes con los hermanos palestinos.
El 7 de agosto del 1979 el líder fundador de la Revolución Islámica en Irán, Imam Khomeini, pidió al mundo poner sus ojos sobre Palestina y percatarse del peligro que vivía, y aún vive, a expensas de la crueldad del ente israelí.
Ante la cruzada del ocupante y sus feroces ataques a los hermanos y hermanas palestinos, Khomeini instó a los musulmanes y a los gobiernos islámicos a la unidad para “cortarle la mano al invasor y a sus partidarios”.
En ese sentido, invitó a instaurar como Día de Al-Quds el último viernes del mes bendito de Ramadán, una jornada para proclamar en manifestaciones la solidaridad internacional de los musulmanes con los hermanos palestinos.
Su propuesta, de absoluta vigencia 44 años después, la hicieron suya de manera inmediata la República Islámica de Irán y otras naciones fuera y dentro de la región, sensibilizadas con la causa.
Hoy el Día Mundial de Al-Quds se celebra en Turquía, Indonesia, Bahréin, Líbano, Paquistán, Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, España y Venezuela, entre otros.
Palestina y Al-Quds (Jerusalén) como su legítima capital
Al-Quds es el nombre árabe de Jerusalén, ciudad de especial trascendencia para las religiones cristiana, musulmana y judía, y constituye la base fundamental para la paz mundial.
La ciudad es reconocida como santa y sagrada en cuyas tierras se erigen los sitios benditos para la tríada de religiones: la Mezquita de Al Aqsa, el Muro de las Lamentaciones, la Cúpula de la Roca y la Iglesia del Santo Sepulcro.
El simbolismo religioso recae en Al-Quds y la reviste de una importancia material e inmaterial que no permite ser ultrajada por ninguna de las devociones.
Ocupación israelí: el eje del mal
Ese ecumenismo sagrado se ve roto por las ambiciones de la ocupación sionista, los colonos y sus crueldades. Todos esos males, hacen confluir allí el principal problema del mundo islámico actual.
El 29 de noviembre de 1947 la Organización de las Naciones Unidas aprobó la creación de un Estado judío y un Estado árabe, mediante la Resolución 181, con Jerusalén con estatus de régimen internacional especial.
Con el propósito de hacer justicia con el pueblo judío, masacrado por los nazis durante la II Guerra Mundial, solo lograron sepultar los derechos de los musulmanes y cristianos palestinos, agredidos desde entonces y hasta la fecha. De los dos Estados previstos, solo se ha creado uno: “Israel”.
Durante estas más de siete décadas, Al-Quds (Jerusalén) vive un constante asedio y control, y sus habitantes naturales tienen violados todos sus derechos.
El único objetivo de “Israel” es cubrir la totalidad del territorio palestino y que Al-Quds sea reconocida por todo el mundo como su capital.
Es por ello que el punto decisivo para la liberación de Palestina del régimen ocupante, sea el propio estatus de la ciudad santa.
La judaización de Al-Quds es un crimen, como lo es el bloqueo a Gaza, la política de asentamientos, el robo de las tierras de cultivo, el derribo de viviendas y de aldeas completas, el asesinato de quien intente transgredir las inhumanas leyes del ocupante y las operaciones militares destinadas a exterminar a todo un pueblo.
Los palestinos tienen todo el derecho a la autodeterminación, la independencia, a la soberanía nacional y a regresar a sus hogares con sus bienes y tierras ilegalmente ocupadas.
Pero el mundo mira atónito las burlas del régimen sionista a las resoluciones de Naciones Unidas, del Movimiento de Países No Alineados, de la Liga Árabe, de la Unión Africana y de cuanto organismo multilateral reconozca el Derecho Internacional y los Derechos Humanos en este sensible asunto.
Todo ello bajo la mirada cómplice de las potencias europeas y el compromiso financiero, militar y diplomático de Estados Unidos.
En diciembre de 2017 el expresidente Donald Trump tendió su mano al régimen sionista, reconoció oficialmente a Al-Quds como capital del Estado israelí y trasladó allí a la embajada de su país. Una vez más EE.UU. rompió el compromiso con la solución del conflicto.
Hoy “Israel” arrecia sus barbaries. Un gobierno apegado a una derecha radical y llena de odio pretende borrar a todos y cada uno de los palestinos y palestinas.
Una solución pacífica no se vislumbra ni a corto ni a largo plazo y solo la unión de sus frentes de resistencia han dignificado la sangre derramada durante tantos años. Para empezar a ver una luz al final del túnel, deben confluir muchos factores y dejar atrás el odio intrínseco en el corazón del gobierno sionista.
Solo la unidad mundial puede frenar la crueldad del ocupante. Es una tarea y un deber fundamental de todos los seres humanos sin distinción de raza, nacionalidad o religión.