Feliz San Valentín, aunque el día sea tan comercial
Tal pareciera que los verdaderos amantes de esta fecha son las empresas y negocios fabricantes de productos.
Es posible que hoy recibas un anillo, unos bombones o un peluche. Lo sostendrás, lo mirarás con incredulidad y celebrarás el Día de San Valentín.
Sin embargo, los verdaderos amantes de esta fecha son las empresas y negocios que fabrican esos productos.
Con motivo del 14 de febrero, la firma RetailMeNot realizó una encuesta en EE.UU., y encontró que el 62 por ciento de las personas considera que el regalo es esencial para la ocasión.
¿Qué significa esto? Que el gasto será de 25 mil 800 millones de dólares en ese país, que muchos bolsillos comprarán oro extraído por alguna mano pobre y que tres de cada diez ciudadanos no les importará quedar endeudados.
Todo el comercio vinculado a la antigua tradición anglosajona tiene raíces más profundas de lo que uno puede imaginar.
En los primeros años del siglo XVIII, el deseo de enviar cartas estaba tan establecido que en Londres, Reino Unido, surgió un libro de la "colección completa" de poemas para todo tipo de escritores y destinatarios.
Durante el siglo XIX, los periódicos estadounidenses promovían y establecían las prácticas más comunes para la celebración.
A medida que el festejo adquiría un matiz comercial, las empresas aumentaban su producción, mientras las parejas veían los objetos como una necesidad.
Un artículo publicado por el diario New York Daily Tribune en 1847 lamentaba la pérdida del "querer auténtico y no comprado".
Con el tiempo, la cantidad de cartas, tarjetas, fabricantes y mercancías aumentó, y convirtió así la jornada en un gran negocio.
Según la leyenda más conocida, San Valentín fue un sacerdote y médico perseguido por el emperador romano Claudio II.
Las leyes imperiales, en aquel momento, prohibían el matrimonio para los jóvenes, pero el padre celebraba secretamente las uniones de los enamorados.
De allí surgió el antagonismo entre el religioso y el mandatario, que al final condujo a la ejecución del sacerdote.
Quizás si Valentín volviera a nacer se molestaría por las vitrinas llenas de regalos pomposos y la gran parafernalia que no deja de recordarnos la obligación de comprar algo material para nuestra pareja y amigos.