Jamil Sabbuh, un artista creador de la música del ney en Siria
Apenas era un niño cuando se prometió pasar de un artista pasivo a un especialista, y al principio lo hizo empírico.
Como si fuera su hija pequeña, sostuvo la flauta de caña o ney con mucho cariño. Él ya no es aquel que crecía en los campos de Idlib, en Siria, pero el sonido del instrumento musical sí es el mismo.
Apenas era un niño cuando se prometió pasar de un artista pasivo a un especialista, y al principio lo hizo empírico.
Luego su deseo de mejorar le impulsó a estudiar más las normas, métodos y dimensiones, hasta transformar su pasatiempo en profesión.
En el interior…
Dice este artista que el ney le habla al alma. Y eso pasa cuando presiona con sus dedos los agujeros y, en minutos, la madera se convierte en sentimientos.
La flauta es un instrumento con sus propios secretos y con sus variaciones de un intérprete a otro. Por eso es tan importante la preparación del autor.
El creador necesita, primero, ser un aficionado y tener una herramienta bien hecha, para formar la pareja. Así, cada “flautista” alcanza su estilo único.
Antaño existía una persona para deleitar con su melodía al rey. Era su músico, era su compañero y era, a la misma vez, su sombra.
Si veía al soberano triste, tocaba un sonido melancólico, adaptado a su estado de ánimo. En cambio, si estaba contento, el ritmo era alegre o si parecía cansado y quería descansar, la música lo tranquilizaba.
Desde la antigüedad
El instrumento tiene orígenes históricos antiguos. De hecho, algunas pinturas de la civilización egipcia representan el objeto.
La variedad del ney es muy tocada en el mundo académico y religioso de los pueblos árabes, turco y persa.
Para los derviches sufíes es particularmente una composición representativa, gracias a sus posibilidades de crear una atmósfera de comunión con Dios.
Unos siglos atrás, los artesanos los fabricaban con cañas plumas, bambú o marfil, pero actualmente la mayoría están hechas de plástico por falta de disponibilidad de muchos de los materiales.
Jamil alcanzó la popularidad al llegar a Damasco. En 2011 dejó su pueblo natal de Idlib, y comenzó a interpretar con su ney, músicas religiosas y alepinas en diferentes lugares pero solo privados, en hoteles o particulares.
Ahora no solo crea melodías, sino también elabora y vende sus propios Neil, con la mezcla de recursos antiguos y contemporáneos.
Con sus nueve ramas, seis agujeros en línea recta, y otro en la parte posterior, solo bastan minutos para producir la melodía que desea.