La Rosa de Damasco: celebración, alegría y orgullo en Siria
Participar en la recolección junto a los agricultores es vivir un momento de gran orgullo nacional.
Mayo. Un horizonte rosáceo sobre los campos. Olores mágicos. Sonrisas. Multitudes. Danzas folclóricas. Así comienza cada año el Festival de la Rosa de Damasco, en Siria.
Asistir al evento en el pueblo de Mrah y participar en la recolección junto a los agricultores es vivir un momento de gran orgullo nacional.
Cerca de los cultivos, encontramos la producción de jarabes, perfumes, cremas y otros artículos cosméticos y alimenticios derivados de la flor.
Esta especie constituye un componente importante en la cultura milenaria del país, sobre todo de la comunidad anfitriona del evento.
Para los miembros de la familia Albittar, herederos de la tradición local, su práctica es artesanal, festiva, amigable.
“Todo comienza con la recolección de pétalos. Luego los dejamos secar durante varios días, y durante varios días se trabaja en la destilación”, afirmaron Madyan y Hamze Albittar.
Poco a poco, ellos devinieron expertos en la producción de aceites esenciales y remedios, y con la ayuda de otros profesionales, impulsaron el uso medical, estético y alimenticio.
En el pueblo, las mujeres trabajan juntas para elaborar jarabes, mermeladas y dulces, mientras los boticarios preparan las medicinas.
Un nuevo desafío
La rosa de Damasco es un producto mundialmente conocido y plantado, gracias a los peregrinos y a las cruzadas.
Su historia y belleza quedó reconocida en los versos del teatro de Shakespeare y en los poemas de Nizar Kabban.
A pesar de los desafíos, incluida la crisis regional, Siria trabaja por ampliar su presencia en el mercado internacional.
Destaca el compromiso personal y local del territorio de Mrah, para quienes esta flor es oxígeno, alma y vida.
El nombre del pueblo proviene del árabe “ma ra7”, en referencia a los turkmenos, gente originaria de este lugar, que rechazaron la movilización de Safar-barlik durante la época de los otomanos.
Hoy día, sus costumbres y rosales más emblemáticos forman parte de la lista Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.