En las tierras de Palestina cerca de 200 árboles cuentan la historia de la joven Alia Samir Anwar Al Moussa. 

Tras vivir varios años en la diáspora, ella mantenía la fe de regresar a su país, porque Alia era de allí como las plantas, como los bordados, como sus padres.  

Sin embargo, murió en el exilio y sus familiares prometieron que su presencia sería verde, aun cuando no estuviese.

Por eso, contactaron con el grupo de Protección de la Naturaleza, que realiza actividades a través del Programa Millón de Árboles en el sur de Jerusalén.

Fueron estos activistas quienes eligieron plantar centenares de olivos y uvas en las tierras de una familia campesina asediada por la ocupación.

Los intentos para impedirles llegar al terreno no fueron suficientes para frenar su tarea y tampoco apagaron su espíritu de resistencia. 

Muchos abrieron nuevos caminos para arribar a la huerta asediada y amenazada de confiscación. Lo hicieron a pie, usando animales y transportando el agua con vasijas. 

Hoy el agricultor Nabil sonríe y besa los olivos y a su madre, que compartió también la tarea de siembra en memoria del espíritu de Alia.