Socotra, mágica isla de Yemen
El corazón de su superficie son los árboles de sangre de dragón, que crecen en las montañas y altas mesetas y en ningún otro espacio de la Tierra.
Quien visite la isla de Socotra, en Yemen, es posible que vea un lugar del pasado, con ilusión, con incredulidad, con árboles-paraguas y lagartos moviendo la cola.
Socotra es lo contrario de Londres y Washington. A medida que sale el Sol, la niebla retrocede e ilumina una única carretera pavimentada.
La mayoría de los pobladores viven en las comunidades costeras de Hadibu y Qalansiyah y agradecen a los vientos monzónicos por mezclar en un mismo territorio a árabes, africanos, indios y náufragos europeos.
El corazón de su superficie son los árboles de sangre de dragón, que crecen en las montañas y altas mesetas y en ningún otro espacio de la Tierra.
A lo largo de sus 15 metros, sus ramas se enredan, como una sombrilla invertida, como una corona de hojas largas, como un césped de bluegrass.
Según la leyenda, el primero de estos ejemplares nació en el lugar donde dos hermanos, Darsa y Samha, lucharon a muerte.
Aquí todo es milagroso. Las montañas rojas y playas de color blanco son milagrosas, sus 24 especies de reptiles endémicas son milagrosas, su ínfima distancia con el Cuerno de África, a menos 240 kilómetros, es milagroso.
También es mágico el Wadi Da'arho, un profundo cañón excavado lleno de lavas de color oxidado, con palmerales y piscinas de agua dulce.
Muchos hacen referencia al territorio como las Galápagos de Arabia, pero de Socotra es auténtico por sí mismo, sin símiles ni metáforas.
Hace dos años, Yemen exigió poner fin de inmediato a la rebelión de las fuerzas separatistas, respaldadas por Emiratos Árabes Unidos sobre esta zona.
Durante las últimas décadas, las presiones de la actividad humana y el cambio climático ocasionaron diversos problemas y algunos científicos predicen que el árbol de la sangre del dragón experimentará un fuerte declive en los próximos 30 a 80 años.