La destrucción de Gaza deja una huella ecológica desastrosa
Más allá de las fronteras, los efectos llegaron a países vecinos como Egipto, Líbano y Jordania.
Las palabras quedaron en silencio. La máquina de destrucción masiva no se calló. Un año de masacre en vivo. La Franja de Gaza. Completa. Las calles y las escuelas. Los hospitales y los templos. Los monumentos y la gente. Las ciudades y la gente.
Mientras el resto del mundo seguía su curso, las atrocidades de la agresión de “Israel” contaminaban el agua, los cultivos, las piedras…
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente alertó sobre la ineficacia de los informes sin una acción internacional que presionara a la ocupación para garantizar investigaciones independientes.
Atendiendo al llamado, la propia autoridad tomó la iniciativa de dirigir un equipo dedicado a estudiar las repercusiones en los sistemas vitales de Gaza.
Para febrero de 2024, la cantidad de escombros ascendía a 26 millones de toneladas, el doble de lo calculado en Alepo, Siria.
Los especialistas estimaron un daño total de 411 millones de dólares en ecosistemas y servicios vitales, debido a la contaminación de tierras, aguas subterráneas, valles, playas, campos y aire.
Más allá de las fronteras, los efectos llegaron a países vecinos como Egipto, Líbano y Jordania, aunque los análisis no lograr determinar el alcance con precisión.
Como un monstruo, la agresión continuó y triplicó las emisiones de carbono durante los primeros 60 días del conflicto, hasta alcanzar las 281 mil toneladas.
Después de un tiempo, el polvo se asentará y los amantes de la naturaleza contemplarán con tristeza una de las pinturas más feas de la humanidad.