EE. UU. está llevando la guerra al espacio
El complejo industrial militar se prepara para una nueva carrera armamentista, mucho más allá de la estratosfera.
La compañía espacial de Elon Musk, SpaceX, obtuvo recientemente un contrato clasificado que le permitirá construir una extensa red de “satélites espías” para una agencia de inteligencia estadounidense no revelada.
Si bien el acuerdo sugiere que la compañía espacial, que actualmente opera más de la mitad de los satélites activos que orbitan la Tierra, se ha acercado a las agencias de seguridad nacional de Estados Unidos, no es la primera inversión de Washington en maquinaria espacial para resolver conflictos.
Más bien, la Casa Blanca está financiando o apoyando de otro modo a una serie de contratistas de defensa y nuevas empresas que trabajan para crear una nueva generación de armas espaciales, sistemas de vigilancia y tecnologías adyacentes.
En otras palabras, Washington está empeñado en una nueva carrera armamentista en el espacio.
Armas espaciales, antes y ahora
Los intentos de regular la presencia y el uso de armas en el espacio se remontan a décadas atrás. En respuesta a una intensa carrera armamentista de la época de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre de 1967 acordó que el espacio, si bien era libre para que todos los países lo exploraran y utilizaran, estaba limitado a actividades pacíficas.
Casi 60 años después, el lenguaje ambiguo del Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre respecto a las limitaciones militares, “deja espacio más que suficiente para que la interpretación resulte en un conflicto”, como destacan los expertos en política espacial Michelle LD Hanlon y Greg Autry.
El interés de Washington en la exploración espacial y las tecnologías armamentísticas adyacentes también se remonta a décadas atrás.
Muchos recordarán la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE) del presidente Ronald Reagan de 1983, que se creó para desarrollar sistemas de defensa antimisiles terrestres, aéreos y espaciales con el propósito de disuadir ataques con misiles o armas nucleares contra Estados Unidos.
Durante el programa Star Wars, muchas iniciativas de IDE finalmente fueron descartadas debido a costos prohibitivos y limitaciones tecnológicas.
Mientras el Pentágono inició el Comando Espacial en 1985, la Fuerza Espacial, una rama completamente nueva del ejército “centrada únicamente en buscar la superioridad en el dominio espacial”, se lanzó en 2019, lo que indica un énfasis renovado en la militarización espacial como política estadounidense.
El interés de Washington a largo plazo en la tecnología de guerra espacial se manifiesta en proyectos ambiciosos, donde las empresas de defensa se están alineando para obtener contratos militares que les permitan crear una nueva generación de armamento espacial y tecnología, incluidos vehículos espaciales, cohetes hipersónicos, así como proyectos de vigilancia y comunicaciones extensas.
Para empezar, la Agencia de Desarrollo de la Fuerza Espacial otorgó recientemente a los contratistas de defensa L3Harris, Lockheed Martin y a la compañía espacial Sierra Space contratos por valor de dos mil 500 millones de dólares con el objetivo de construir satélites para la Arquitectura Espacial de Guerra Proliferada (PWSA) del ejército estadounidense.
Se trata de una constelación de cientos de satélites, construida sobre tramos, que proporciona diversas capacidades de combate, incluida la recopilación y transmisión de comunicaciones críticas en tiempos de guerra, a la órbita terrestre.
La PWSA servirá como columna vertebral del proyecto de Comando y Control Conjunto de los Dominios del Pentágono, un esfuerzo para reforzar las capacidades de guerra y los procesos de toma de decisiones.
Necesitamos diplomacia, no superioridad espacial
La financiación de costosos y futuristas proyectos de armas y vigilancia espacial indica el afán de Estados Unidos por mantener la superioridad, mientras que el personal militar plantea que estos avances son críticos en el contexto tanto de una “carrera espacial” como de un clima geopolítico cada vez más tumultuoso, que pudiera originar una guerra en el espacio directamente.
Como declaró el General de la Fuerza Espacial Chance Saltzman en el reciente Foro de Seguridad de la Energía Espacial del Instituto Mitchell: "si no tenemos espacio, perdemos".
Al testificar ante el Comité de Servicios Armados del Senado a finales de febrero, el general de la Fuerza Espacial de los EE. UU. Stephen N. Whiting explicó que el Comando Espacial de Estados Unidos debe reforzar sus capacidades militares mediante una mayor capacitación de personal e inversiones en tecnologías relevantes para estar “preparado si falla la disuasión”.
Sin embargo, mientras aumenta sus propias capacidades militares, Washington está presionando simultáneamente contra las pruebas de armas antisatélite de otros países, una capacidad que Washington ya tiene.
Es más, Estados Unidos acusó recientemente a Rusia de desarrollar armamento antisatélite nuclear en violación del Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre, pero dichas acusaciones no tienen basamento.
De acuerdo con el experto del Centro de Evaluaciones Estratégicas y Presupuestarias, Todd Harrison, el uso de tal arma por parte de Moscú parece improbable ya que es “efectivamente un ataque kamikaze”, y probablemente tomaría muchos de los propios satélites de Rusia.
En cualquier caso, los actuales esfuerzos de disuasión espacial y proliferación de armas, contribuyen poco a promover una diplomacia genuina, en la que los estados podrían, en cambio, discutir en términos de igualdad, cómo se debe utilizar y compartir el espacio entre las naciones.
Las iniciativas de las compañías armamentísticas y aeroespaciales han lanzado una nueva generación de armamento y tecnología adyacente, impulsada por el apoyo constante de Estados Unidos.
Como resultado, el complejo industrial militar se expandió aún más hacia el dominio del espacio, donde las empresas de defensa tienen nuevas oportunidades para conseguir lucrativos contratos de armas y, en teoría, impulsar más conflictos.