Política de sanciones de EE.UU.: ¿demasiados daños colaterales?
Más de un tercio de las naciones del mundo están sintiendo los efectos adversos de alguna forma de sanciones estadounidenses.
El sesenta por ciento de los países de bajos ingresos han sido castigados económicamente por Estados Unidos, según un informe del Washington Post.
Más de un tercio de las naciones del mundo están sintiendo los efectos adversos de alguna forma de sanciones estadounidenses. Además, los niveles de burocracia se han vuelto tal que ni siquiera los burócratas de Washington pueden manejar la carga de trabajo que supone mantener una red tan compleja de sanciones económicas, afirmó el medio.
Las sanciones económicas se utilizaron por primera vez contra los adversarios de Washington en la década de 1990. En ese momento, su Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) funcionaba desde una única sala de conferencias y era responsable principalmente de tareas como “bloquear las ventas estadounidenses de puros cubanos”.
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el uso de sanciones se disparó. En la actualidad, estas medidas unilaterales impuestas por Estados Unidos son tres veces mayores que las de cualquier otro país. Este tipo de castigo económico afectan a “un tercio de todos los países con algún tipo de sanción financiera a personas, propiedades u organizaciones”, señaló el periódico, incluido el 60 por ciento de los países de bajos ingresos del mundo.
Fuentes anónimas de las oficinas de la OFAC explicaron que el crecimiento exponencial de las sanciones se ha vuelto esencialmente inmanejable. Mientras las empresas tratan de evitar cargos penales por violaciones de las sanciones, la OFAC se ve inundada con “decenas de miles de solicitudes del sector privado”.
En un esfuerzo por garantizar que todos los infractores sean castigados, la administración Biden habría subcontratado a organizaciones sin fines de lucro para que tomen las decisiones sobre qué entidades deben ser sancionadas.
Las demandas de los funcionarios de la OFAC para frenar la propensión a aumentar las sanciones han sido rechazadas por los altos directivos del Tesoro y del Departamento de Estado.
“El abuso de este sistema es ridículo, pero no es culpa del Tesoro ni de la OFAC”, dijo al rotativo el exfuncionario del Departamento de Estado, Caleb McCarry.
“Quieren un alivio de este sistema implacable, interminable, en el que hay que sancionar a todo el mundo”, continuó, añadiendo que “se ha abusado muchísimo y se ha salido de control”.
La historia nos enseña que las sanciones estadounidenses a menudo no alcanzan el objetivo previsto. Por ejemplo, las aplicadas por George W. Bush a Corea del Norte no impidieron que Pyongyang desarrollara capacidad nuclear; las sanciones de Barack Obama a Siria no sacaron del poder a Bashar al-Assad; las sanciones de Donald Trump a Venezuela no lograron eliminar el gobierno de Nicolás Maduro, y las de Joe Biden a Rusia (más de seis mil en dos años) no lograron paralizar la economía de este país ni poner fin a la operación militar rusa en Ucrania.
Un país como Rusia, con una economía razonablemente desarrollada, ha logrado capear las sanciones y aun así hacer crecer su economía. Otras naciones con mucha menor capacidad económica han tenido menos suerte.
La hambruna ha sido una amenaza constante en Corea del Norte desde fines de los años 90, mientras que las sanciones de Trump a Venezuela precipitaron una importante contracción económica.
“La mentalidad, casi un reflejo extraño, en Washington se ha convertido en la siguiente: si algo malo sucede, en cualquier parte del mundo, Estados Unidos va a sancionar a algunas personas. Y eso no tiene sentido”, dijo el exasesor de Barack Obama, Ben Rhodes.
“No pensamos en los daños colaterales de las sanciones de la misma manera que pensamos en los daños colaterales de la guerra, pero deberíamos hacerlo”.
Después de más de dos años de sanciones cada vez más severas destinadas a paralizar la economía rusa, la guerra en Ucrania continúa a un ritmo acelerado y los costos humanos y materiales aumentan día a día.
Además, el FMI informa que la economía rusa sigue creciendo a un ritmo más rápido de lo esperado.
Tras meses de debates sobre la conveniencia de confiscar los activos rusos congelados en Occidente, los países del G-7 decidieron a mediados de junio utilizar los ingresos futuros de esos activos para otorgar un préstamo de 50 mil millones de dólares a Ucrania.
Sin embargo, la decisión fue difícil de alcanzar, ya que la UE consideró que la mayor parte de la responsabilidad recaía sobre ellos, y especialmente sobre las empresas europeas.
Pero esa decisión del G-7 puede dejar a las empresas occidentales que siguen operando en Rusia, especialmente las de Europa pagando la factura de la financiación de Ucrania. Según los datos recopilados por la Escuela de Economía de Kiev y analizados por Armin Steinbach, miembro no residente del grupo de expertos Bruegel, con sede en Bruselas, las empresas de la Unión Europea y de Estados Unidos han retirado alrededor del 40 por ciento de sus activos rusos desde febrero de 2022.
Todavía hay activos extranjeros por valor de unos 194 mil millones de dólares en Rusia. De estos activos, 32 mil millones de dólares pertenecen a empresas estadounidenses, mientras que 90 mil millones pertenecen a empresas europeas, según los datos.
El éxodo corporativo de alrededor de mil empresas extranjeras de Rusia desde el inicio de la guerra con Ucrania en 2022 les ha costado más de 107 mil millones de dólares en amortizaciones y pérdidas de ingresos, según un análisis de Reuters de presentaciones y declaraciones de empresas publicado a fines de marzo.
El plan de la administración Biden para castigar a Rusia ha producido resultados desalentadores .
Los mejores planes a menudo no producen los resultados previstos. Pero lo que ahora se está revelando es algo más que el efecto de castigar a otro país por violar el derecho internacional. El esfuerzo de sanciones encabezado por Estados Unidos está castigando a países que no son parte del conflicto en Ucrania. El daño no deseado a los países de bajos ingresos castigados económicamente por Estados Unidos podría muy bien resultar en un daño a Estados Unidos en términos económicos y geopolíticos.
Hay varias razones para estar preocupados por el informe del Post. Asia, África y Sudamérica están buscando una mayor voz en los asuntos geopolíticos, y los foros multipolares como los BRIC están ganando terreno en las regiones mencionadas. Los países de bajos ingresos mencionados en el artículo predominan en esas regiones.
Washington debe sopesar más cuidadosamente las posibles consecuencias de sus acciones en sus iniciativas de política exterior.
El este de Asia y el Sur global están esperando y observando para ver qué hace Estados Unidos en el nuevo entorno geopolítico emergente. Ya se les están presentando planes alternativos al “billete verde” estadounidense y a las organizaciones multipolares rivales para ayudarlos económica y políticamente. Y algunos de ellos están escuchando.