La presidencia de Biden ha destapado dos guerras
Tanto en Oriente Medio como en Ucrania, Estados Unidos fomentó las guerras enviando armas y desalentando la diplomacia.
El presidente Joe Biden ha llamado a Estados Unidos “la potencia mundial” y ha hecho referencia a su “liderazgo en el mundo”. Si Biden se considera a sí mismo como un líder mundial, entonces ha decepcionado en su trabajo.
El planeta está al borde de guerras más grandes, incluso potencialmente mundiales, en dos frentes simultáneos. Se trata, tal vez, de una posición más precaria que la que ha vivido el mundo en más de medio siglo.
El gobierno estadounidense parece adherirse a una doctrina de política exterior que consiste en fomentar las guerras, pero al mismo tiempo intenta gestionarlas de modo que se limiten a los intereses de política exterior de Washington y no se conviertan en conflictos más amplias. Pero no es fácil hacer calibraciones tan precisas.
La guerra es descuidada e impredecible. Aunque los planificadores de una nación pueden entender bien los planes de esta, la calibración de lo que podría llevar al enemigo demasiado lejos y provocar una guerra más amplia depende por igual de los planes, pasiones y líneas rojas del enemigo: todo lo cual es más difícil de perfilar o comprender.
Más aún, la cultura contemporánea del establishment de la política exterior estadounidense parece dedicada precisamente a excluir el tipo de conocimiento y empatía que permite entender la mente de un adversario y, en cambio, a fomentar prejuicios mal informados y llenos de odio.
Calcular hasta dónde se puede llegar militar o políticamente sin inclinar la balanza de la contención y desencadenar una guerra a gran escala es peligrosamente más que complicado.
Los sucesivos gobiernos de Estados Unidos y Europa, así como el Secretariado de la OTAN, calcularon que, mediante una serie de medidas, podrían expandir la alianza al antiguo espacio soviético sin provocar una respuesta militar de Rusia. El resultado de ese error de cálculo ha sido una guerra desastrosa para Ucrania y severamente perjudicial para los intereses occidentales, que corre el riesgo de terminar en una humillación occidental o en una guerra directa entre Rusia y Occidente.
A pesar de la fragilidad de tales calibraciones, parecen haberse convertido en el eje central de la política estadounidense. Tanto en Oriente Medio como en Ucrania, Estados Unidos fomentó las guerras enviando armas y desalentando la diplomacia. Y en ambos escenarios, priorizó contener las guerras que apoyaba y evitar que se convirtieran en confrontaciones más amplias.
En Medio Oriente, la atención se ha centrado en equilibrar el apoyo a "Israel". Biden insiste en que “vamos a hacer todo lo posible para evitar que estalle una guerra más amplia”. Sin embargo, ha permitido el genocidio en Gaza, la agresión contra el Líbano y ha preparado a puertas cerradas el ataque contra Irán.
En Ucrania, la atención se ha centrado en proporcionar a Kiev todo lo que necesite durante el tiempo que sea necesario para alcanzar la posición más fuerte en el campo de batalla. “No libraremos una guerra contra Rusia en Ucrania”, ha dicho Biden. “La confrontación directa entre la OTAN y Rusia es la Tercera Guerra Mundial, algo que debemos esforzarnos por evitar”.
Pero la estrategia de Biden está al borde de un fracaso desastroso en ambos frentes pues las calibraciones han salido peligrosamente mal. La guerra en Gaza se ha extendido al Líbano y está al borde del abismo en Irán.
El riesgo no es solo una guerra entre "Israel" e Irán. Con el envío por parte de Estados Unidos no solo de un sistema de defensa antimisiles avanzado THAAD a "Israel", sino de unos 100 soldados estadounidenses para operarlo, existe el riesgo de que Estados Unidos se vea arrastrado a una guerra con Irán.
En Ucrania también se tambalea la balanza al borde de una guerra más amplia. Zelensky presiona diariamente a Washington para que borre todas las líneas rojas y dé luz verde a los ataques en territorio ruso con sistemas de misiles de largo alcance suministrados por Occidente, lo que, como en "Israel", requeriría la intervención de Estados Unidos.
El presidente ruso Vladimir Putin, advierte que una luz verde de ese tipo “cambiaría radicalmente la esencia misma, la naturaleza misma del conflicto”, porque “significaría que los países de la OTAN –Estados Unidos y los países europeos– están en guerra con Rusia”.
La política del gobierno de Biden de calibrar hasta qué punto se puede fomentar una guerra antes de llevarla al borde de una escalada ha fracasado y ha colocado a Estados Unidos al borde de dos guerras más amplias.