¿Cómo pensar en la paz ante el llanto de una madre palestina?
Un planeta (el nuestro) recibió el Día Mundial de la Paz en medio de la metralla y el abismo.
No deberíamos empezar por las lágrimas de una madre palestina, pero su llanto llega como un sonido desgarrador. Las lágrimas al final de una noche, las lágrimas mientras acurruca a su hija, las lágrimas bajo las bombas de “Israel”.
Ante ellas continúa una historia: la de la metralla ciega y sorda, la de la pérdida que no tiene sentido sino en la memoria quienes la sufren, la del abismo.
No deberíamos empezar por las lágrimas y, sin embargo, ya lo hicimos. Un planeta (el nuestro) despidió el Día Mundial de la Paz dividido en tres tipos de naciones: los del Aquí, los del Allá y los del Acuyá. ¿Cómo pensar en todas ellos sino de esa forma? Los países son como las personas, adquieren sus sentimientos y los expresan.
El Acuyá alude a las geografías egoístas, tan carentes de sustancia que parecieran contener la cólera en sus palabras: “desplácenlos”, “muerte para ellos”, “retírenle la comida”, órdenes todas que demuestran su poder podrido.
Por el contrario, el Aquí es todo lo que realmente fue (y es): un lugar que resiste, un territorio forjado como las armas, una geografía que se carga. Aun cuando les arrebaten sus casas, los nacidos en el Aquí sienten y recuerdan en un acto de inevitable memoria.
En el Aquí, toda referencia se multiplica: así como se siguen los caminos entre Palestina, Líbano o Yemen, así como se deslizan las historias de sus hombres y mujeres.
De igual forma, se encuentran los países del Allá. En estos se deposita mucha confianza: su voz pide fin de genocidios e injusticias. Ante todos, se hace un eco, una sentencia necesaria: “Nunca olvidar la guerra”.