¿Hay un nuevo Medio Oriente en formación?
En medio de una guerra entre los archienemigos Irán e “Israel”, los líderes de la región aceptan en gran medida que Medio Oriente infestado de conflictos de antaño no encaja en sus grandes estrategias ni en sus intereses nacionales, señaló el analista Alexander Langlois en su trabajo publicado en el sitio web The Nacional Interest.
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Para los líderes de la región llegaron el Medio Oriente infestado de guerras no encaja en sus grandes estrategias ni en sus intereses nacionales.
Aunque la región del Medio Oriente es un polvorín en muchos sentidos, las élites regionales están dispuestas a centrarse en la cooperación y el desarrollo, señaló el analista Alexander Langlois en su reciente articulo publicado en el sitio web The Nacional Interest.
La sangre derramada en la referida zona a lo largo de los numerosos conflicos evidenció los intentos fallidos de crear el llamado nuevo Medio Oriente.
Sin embargo, a juicio del escritor, la respuesta regional a los últimos acontecimientos pone de manifiesto una nueva tendencia en su geopolítica, un cambio real hacia el pragmatismo implacable y la cooperación.
De hecho, en medio de una guerra entre los archienemigos Irán e "Israel", para los líderes de la región un Medio Oriente infestado de guerras no encaja en sus grandes estrategias ni en sus intereses nacionales.
Esa toma de conciencia forma poco a poco un Medio Oriente nuevo desde dentro.
A consideración de Langlois, "Tel Aviv" y Teherán demostraron ser expertos en crear escenarios en los cuales competir, del mismo modo que los Estados del Golfo, como es el caso de Emiratos Árabes Unidos (EAU), lucha contra cualquier atisbo de democracia por miedo al dominio islamista.
Pero esa dinámica no debe cambiar de la noche a la mañana y la conexión de momentos pequeños y aislados de los últimos años evidencia grandes cambios en curso.
Estos momentos incluyeron el fin del bloqueo de Qatar, los esfuerzos de renormalización de los Estados del Golfo con el antiguo gobierno de Bashar Al-Assad, el alto al fuego en Yemen entre la coalición liderada por Arabia Saudita y el movimiento Ansar Allah, y el acuerdo de renormalización entre Riad y Teherán respaldado por China.
Cada instante reflejó un deseo pragmático de enfocarse en el desarrollo económico a través de la cooperación derivado del miedo producido por la llamada Primavera Árabe y la falta de libertad individual y oportunidades.
Pero todos y cada uno de las etapas marcaron importantes puntos de inflexión alejados de conflictos y de la tumultuosa Primavera Árabe.
De acuerdo con Langlois, los sucesos del 7 de octubre de 2023 consolidaron ese giro hacia ese pragmatismo despiadado.
Muchos expertos y dirigentes expresaron temor de que el ataque de Hamas y la posterior respuesta israelí fomentaran un conflicto regional de proporciones épicas.
Si bien en el pasado, esos miedos eran reales debido a la desconfianza de los líderes regionales hacia sus vecinos y a su negativa general a cooperar, el estallido de un conflicto regional entre "Israel" e Irán tampoco estuvo a la altura de las peores previsiones dado al alejamiento de las políticas de suma cero por parte de los líderes de Medio Oriente.
Reflejo de esa dinámica, la primera reunión entre Mohammad bin Salman y el expresidente iraní Ebrahim Raisi, que subrayó la importancia de estabilizar la situación y evitar una expansión del conflicto.
Según Langlois, al margen de la lucha normal por la influencia y el poder relativo, acciones en las cuales participan todos los Estados para promover sus intereses, la cooperación diplomática y económica también crecieron.
Y ello hoy es evidente en Siria, donde la región apoya la transición pacífica propuesta por el gobierno provisional.
Rivales tradicionales como Turquía y Qatar, por un lado, y Arabia Saudita, por otro, parecen decididos a garantizar apoyo económico, diplomático y militar necesario para Damasco, aunque el Golfo vea con escepticismo la influencia de Ankara en Siria.
Conforme a Langlois, la cooperación militar es otro campo con signos prometedores del pragmatismo y la cooperación regionales necesarios para impulsar el desarrollo y la estabilidad.
Turquía colaboró con Arabia Saudita y los EAU en acuerdos militares y económicos en los últimos años; el primero recibió inversiones de los ricos países del Golfo para apuntalar su debilitada economía y el segundo obtuvo tecnología y equipos militares del creciente sector de defensa de Ankara en medio de las limitaciones impuestas por Estados Unidos bajo la administración de Joe Biden.
Hace solo unos años, el neo-otomanismo era uno de los principales enemigos regionales por sus tendencias expansionistas reales o percibidas y su apoyo a grupos armados junto con Qatar.
El Golfo difamó y bloqueó Doha por su apoyo a dichos movimientos en un claro mensaje a los dos aliados y ahora, estos países trabajan juntos para lograr intereses compartidos.
Cada uno de estos ejemplos viene acompañado de contradicciones, y no hay dos Estados regionales totalmente alineados entre sí.
Riad y Abu Dabi compiten por los negocios y el comercio, buscan ser la potencia geoeconómica preeminente en Medio Oriente.
La rivalidad saudita-iraní apenas murió tras algunos apretones de manos amistosos y el resurgimiento del bloque pro Palestina.
Mientras Turquía recibió acusaciones neo-otomanas y, con su recién descubierta influencia con los nuevos líderes de Siria, es comprensible que esas acusaciones retornaran.
En última instancia, opinó Langlois, el cambio positivo lleva tiempo y tendrá contratiempos, pues la región es un polvorín a punto de estallar, enfrentada a un grave subdesarrollo, milicias radicales y grupos terroristas, y las carreras armamentísticas podrían alcanzar el nivel nuclear, conflictos abiertos y una autocracia insostenible.
Pero a segunda vista, concluyó, los líderes regionales esperan entrar en una nueva era para Medio Oriente, la cual incluye la promoción del desarrollo económico, el comercio y la estabilidad, pero les toca decidir.