Katiusha: legado bélico soviético con impacto en las guerras modernas
El legado del lanzacohetes soviético persiste en guerras actuales gracias a su impacto psicológico, bajo costo y evolución tecnológica desde la Segunda Guerra Mundial.
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Los alemanes apodaron a la Katiusha como "el órgano de Stalin" por el estruendo aterrador que emitía al lanzar cohetes. Foto: Getty Images.
El sistema de lanzacohetes soviético Katiusha estremeció los frentes de la Segunda Guerra Mundial por su potencia masiva y su efecto demoledor desde el 14 de julio de 1941 cuando la Unión Soviética lo empleó por primera vez en el Frente Oriental.
Montado sobre un camión, el lanzacohetes BM-13 disparó una andanada de proyectiles de 132 milímetros (mm) contra tropas nazis en Orsha, Bielorrusia.
En segundos, destruyó posiciones enemigas y sembró el caos entre los soldados alemanes.
La movilidad del sistema, su capacidad de saturación y destructividad lo convirtieron en una de las armas más temidas por la Wehrmacht, Fuerzas Armadas unificadas de la Alemania nazi.
Aunque el modelo BM-13 quedó obsoleto, sus sucesores continúan influyendo en conflictos bélicos actuales.
El "órgano de Stalin"
Los alemanes la apodaron el "órgano de Stalin" por el estruendo aterrador que emitía al lanzar cohetes. El rugido mecánico de la Katiusha quebraba la moral antes del primer estallido.
Las baterías móviles podían lanzar decenas de misiles en pocos segundos, cubrir amplias zonas y retirarse rápidamente.
La Wehrmacht enfrentaba un instrumento imprevisible, devastador y capaz de fracturar sus líneas sin previo aviso.
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Soldados del Ejército Rojo cargando lanzacohetes BM-13. -
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Katiusha: legado bélico soviético con impacto en las guerras modernas
Evolución militar y herencia tecnológica
Terminada la guerra, la URSS perfeccionó la Katiusha con nuevos modelos. El BM-14 (140 mm), el BM-24 (240 mm) y el BM-21 Grad representaron la transición a sistemas más precisos.
El Grad, introducido en 1963, ofrecía mayor alcance y potencia, manteniendo el concepto de cohetes no guiados sobre vehículos todoterreno.
A estos les siguieron el BM-27 Uragan (220 mm) y el BM-30 Smerch (300 mm), capaces de lanzar proyectiles con ojivas termobáricas o de racimo a más de 70 kilómetros.
Hoy, el Tornado-S incorpora cohetes guiados de hasta 120 kilómetros de alcance, sin abandonar el principio de saturación de la Katiusha.
Otros países replicaron el diseño. China desarrolló el Type 63, Egipto y Corea del Norte produjeron variantes del Grad, y Estados Unidos introdujo el M270 MLRS con tecnología similar.
Estos sistemas, herederos de la innovación soviética, dominan los campos de batalla por su rapidez y cobertura.
Presencia activa en conflictos actuales
Aunque el BM-13 ya no se usa, el nombre Katiusha se ha convertido en sinónimo de cohetes de artillería.
Durante la guerra del Líbano en 2006, la Resistencia del Líbano, Hizbullah, disparó más de cuatro mil cohetes tipo Katiusha, especialmente réplicas del BM-21 Grad de 122 mm contra el norte de la Palestina ocupada.
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El moderno BM-21 Grad de 122 milímetros.
Contra el ocupante israelí, Hamas y otros grupos de la Resistencia palestina en Gaza, también utilizan cohetes de corto alcance con diseño similar al Katiusha y basados en el Grad soviético.
Ambos grupos consideran esta tecnología útil por su bajo costo, facilidad de producción y capacidad de causar impacto psicológico y material.
En el espacio postsoviético, sistemas como el Grad, Uragan y Smerch han sido empleados de forma recurrente.
Incluso en África, durante las guerras civiles de Libia y Ruanda, cohetes tipo Katiusha formaron parte del arsenal de ejércitos y milicias.
Su bajo costo, sencillez y eficiencia los han convertido en herramientas esenciales en conflictos de baja intensidad o asimétricos.
Una huella imborrable en la historia militar
Ochenta años después, la Katiusha sigue influyendo en la guerra moderna. Los cohetes ya no se lanzan desde camiones Studebaker ni tienen 132 mm de calibre, pero la idea de fuego masivo y móvil permanece.
Los modernos proyectiles de artillería, guiados o no, nacen de ese legado.
Su impacto psicológico, versatilidad y producción económica explican por qué su espíritu aún domina los frentes de combate, desde Ucrania hasta Yemen.
La Katiusha no solo cambió la historia de la Segunda Guerra Mundial; se transformó en símbolo y realidad de la guerra contemporánea.