Leningrado: heroísmo y victoria en el cerco más largo de la guerra
Durante 872 días, Leningrado resistió el cerco nazi con coraje civil y militar. Su defensa marcó un hito de heroísmo en la Gran Guerra Patria.
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Ciudadanos despejando nieve y escombros en las calles de Leningrado durante el asedio.
La ciudad de Leningrado, actual San Petersburgo, vivió entre 1941 y 1944 el cerco más prolongado y mortífero de la Segunda Guerra Mundial.
Durante 872 días, más de un millón de civiles murieron, en su mayoría por hambre, mientras resistían el asedio impuesto por el ejército nazi y sus aliados.
La Gran Guerra Patria para el pueblo soviético tuvo en Leningrado uno de sus episodios más cruentos y simbólicos.
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Leningrado no se rindió. Las fábricas produjeron armas, las escuelas funcionaron en sótanos, los hospitales atendieron heridos sin recursos. El pueblo organizó cultivos en patios y tejados.
El arte resistió junto a la población: la Sinfónica de Leningrado interpretó la Séptima Sinfonía de Shostakóvich en pleno asedio. Fue una victoria de la dignidad.
Todo comenzó el 8 de septiembre de 1941, cuando las tropas alemanas y finlandesas cortaron el acceso terrestre a la ciudad. El objetivo era doblegar por hambre a una de las urbes más importantes de la Unión Soviética.
Sin embargo, el plan fracasó gracias a la tenacidad de sus habitantes y a una organización ejemplar, la cual incluyó desde la distribución racionada de alimentos hasta el mantenimiento del transporte público y las comunicaciones básicas.
El Camino de la Vida
El hielo del lago Ladoga fue la única vía de abastecimiento. Por esa ruta, conocida como el Camino de la Vida, llegaron alimentos, medicamentos y evacuaciones.
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Camiones transportando suministros a través del congelado Lago Ládoga, única vía de abastecimiento durante el asedio.
Miles de voluntarios desafiaron los bombardeos para mantener el vínculo entre Leningrado y el resto de la Unión Soviética. Esa logística de supervivencia sostuvo a la ciudad hasta que el Ejército Rojo rompió el cerco en enero de 1944.
Durante los inviernos, vehículos pesados cruzaron el hielo bajo ataques constantes. En verano, embarcaciones hacían el mismo trayecto en condiciones igualmente extremas.
El lago se transformó en una frágil arteria de vida, permitió salvar a cientos de miles de personas y sostuvo el esfuerzo defensivo.
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Heroísmo civil y militar
La resistencia de Leningrado no fue solo militar. Fue también una gesta civil. Mujeres, niños, ancianos y trabajadores participaron en la defensa.
Más de 400 mil soldados cayeron defendiendo la ciudad. A pesar del hambre, el frío y los bombardeos diarios, la población sostuvo la moral colectiva.
Los ciudadanos organizaron brigadas de reparación, sanitarias y redes de comunicación clandestinas. Muchos combatieron armados; otros desde la resistencia cultural y educativa.
El diario de la niña Tanya Savicheva, en uno de los testimonios más conmovedores de aquel infierno, registró la muerte sucesiva de su familia por hambre.
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Diario de la niña Tanya Savicheva.
A su vez, el cerco demostró la capacidad del pueblo soviético para resistir el exterminio. Fue un acto de heroísmo masivo, sin precedentes en la historia moderna.
Su legado es conmemorado cada año en Rusia como uno de los pilares de la victoria frente al nazismo.
Ofrendas, memoria y hermandad
Ocho décadas después, Leningrado sigue siendo símbolo de resistencia y sacrificio.
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Monumento y tumbas en honor a las víctimas del asedio de Leningrado.
Para conmemorar el aniversario 80 de la Gran Guerra Patria, San Petersburgo recibió homenajes nacionales e internacionales.
El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel visitó la ciudad y rindió tributo en el cementerio memorial Piskarióvskoye, donde reposan más de 490 mil personas, víctimas del asedio y de la defensa.
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El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, conversa con el gobernador de San Petersburgo, Alexander Beglov.
Décadas antes, en 1963, Fidel Castro recorrió esos mismos pasillos de la memoria.
Ambos gestos consolidan la hermandad histórica entre Cuba y Rusia, forjada en la solidaridad entre pueblos, conocedores del valor de la dignidad ante la adversidad.
Las visitas reflejan también el compromiso cubano con la memoria histórica y con el respeto al sacrificio de los pueblos.
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Fidel Castro comparte con el pueblo ruso en Leningrado.
Legado de Leningrado
La defensa de Leningrado demostró como una ciudad, incluso sitiada, puede vencer si su pueblo está dispuesto a resistir.
El heroísmo colectivo de sus habitantes inspiró al resto del país y al mundo. Hoy, su ejemplo perdura como lección de fortaleza, memoria y compromiso con la historia.
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Recordar a Leningrado es oponerse a la desmemoria, un acto de justicia y de enseñanza para las nuevas generaciones, las cuales deben comprender la importancia de defender la paz y como los pueblos organizados, solidarios y firmes pueden derrotar incluso al enemigo más brutal.