El pasado colonial se cuela en la cumbre
La autora refiere la fuerza con la que los países latinoamericanos fueron a discutir de igual a igual el tipo de relación con los europeos, luego de siglos de robo de recursos, esclavitud y dominio económico.
Los fantasmas de la historia colonial gravitaron sobre la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Unión Europea (UE), la primera después de ocho años entre los dos bloques que suman 60 países y más de mil millones de habitantes. Los latinoamericanos se sentaron a la mesa con un mensaje claro: definir las relaciones hoy significa abordar y rectificar las injusticias del pasado.
Es la primera vez que con todas las letras pudimos hablar del extractivismo sin culpa, comentó el presidente de Argentina, Alberto Fernández, después de la reunión. Medio en broma, medio en serio, añadió: pasaron cinco siglos, hasta que finalmente lo conseguimos.
La conferencia de prensa en que, muy sonrientes, representantes de América Latina, el Caribe y la UE presentaron la declaración final que parecía imposible hasta el último momento, se produjo a menos de un kilómetro de la estatua que recuerda a Patricio Lumumba en Bruselas, emplazada en el llamado barrio africano de la ciudad, Matongé.
El ex primer ministro congolés fue asesinado en 1961 por órdenes de la CIA, que propició un golpe militar en el Congo con el apoyo de Bélgica, la antigua colonia. Lumumba fue torturado, desmembrado y su cuerpo disuelto en ácido. Un oficial belga conservó un diente del líder congolés como trofeo de guerra y el año pasado las autoridades de este país lo entregaron, en un acto de contrición, a la hija de Lumumba.
Pesan, y mucho, los siglos de dominio colonial europeo, la depredación económica y la esclavitud. Hay un sentido común europeísta que insiste en que las luchas de liberación del siglo XX pusieron fin al colonialismo, pero para los invitados latinoamericanos a esta cumbre el final del coloniaje no sólo no acabó, sino que continúa con otro rostro. Invocando los derechos humanos universales, el colonialismo suele ser gaseoso y evanescente, aunque siguen tan presentes como antes los sueños de mantener al Nuevo Mundo como fuente infinita de riquezas para las élites europeas, imaginario que vuelve una y otra vez con la cadencia de una ola y se cuela incluso en la retórica oficial.
Pero América Latina no se queda callada, y como botón de muestra está el cruce de mensajes en Twitter entre los cancilleres de Cuba y Bruselas, tras una reunión bilateral al margen de la cumbre que, a juzgar por las fotografías, transcurrió con sonrisas y cálidos apretones de mano. Pero al terminar el encuentro, la ministra belga Hadja Lahbib comentó en la red social que había transmitido nuestras preocupaciones sobre la situación de los derechos humanos en Cuba. También discutimos temas internacionales, como el embargo estadunidense. El cubano Bruno Rodríguez reaccionó: Abordé consecuencias para #Cuba del bloqueo recrudecido y los dobles raseros de Bélgica en materia de derechos humanos. A una, otra.
Por cierto, las sanciones contra la isla y la inclusión del país caribeño en la lista estadunidense de países patrocinadores del terrorismo es uno de los puntos que aprobaron en pleno los representantes de ambas regiones.
Para los anfitriones de la Cumbre Celac-UE, la guerra en Ucrania era el aquí y ahora en términos de la opinión pública. Pero los latinoamericanos, que en 2014 declararon la región como zona de paz, se negaron a que Ucrania fuera un tema en la relación birregional.
El presidente ucranio Volodymir Zelensky, por tanto, no recibió el beneplácito para asistir a la cumbre. Gracias a eso, se salvó de ser absorbida por la obsesión geopolítica europea, que sobredimensiona un solo ángulo del conflicto, y esta reunión pudo concentrarse en el diálogo político entre las dos regiones, el futuro de las relaciones económicas y comerciales, y la cooperación entre naciones, los tres ejes de la agenda en Bruselas.
En medio de las intensas negociaciones en la cumbre (17 y 18 de julio) el premier holandés saliente, Mark Rutte, reconocía que los europeos tenían que aprender a bregar con la irritación y la insubordinación de los latinoamericanos. “En el pasado –dijo–, la UE a menudo no cogía el teléfono cuando llamaban los países de Asia, África o América Latina... Que nos devuelvan esto a la cara ahora también es una prueba de que nosotros, como Europa, a veces actuamos con un poco de arrogancia”, añadió.
Hace años Eduardo Galeano explicó sin tanta flojera lo que acontece, con perdón del premier holandés: Al principio, el saqueo y el otrocidio fueron ejecutados en nombre del Dios de los cielos. Ahora se cumplen en nombre del dios del progreso. Sin embargo, en esa identidad prohibida y despreciada de nuestros pueblos fulguran todavía algunas claves de otra América posible.