¿De paria a pacificador? La cumbre de Jeddah reimagina la diplomacia saudita
Riad está redefiniendo su papel como mediador de confianza y fuerza diplomática en la escena internacional, utilizando sus relaciones estratégicas tanto con Oriente como con Occidente para alcanzar esas ambiciones.
La reunión de más de cuarenta naciones celebrada el pasado fin de semana en Jeddah marcó un hito importante en el panorama político de Arabia Saudita. El evento, aparentemente para avanzar en las "conversaciones de paz" sobre Ucrania, proporcionó una plataforma para que el reino desvelara su visión diplomática en la escena mundial y redefiniera su papel en la configuración del mundo multipolar.
Para Riad, acoger esta cumbre sobre el polémico asunto de la guerra en Ucrania encerraba un profundo simbolismo. El príncipe heredero Mohammad bin Salman (MbS), gobernante de facto de Arabia Saudita, se ha enfrentado durante mucho tiempo al aislamiento internacional tras el asesinato sancionado por el Estado del periodista disidente saudita Jamal Khashoggi en 2018.
Sin embargo, este capítulo ya se ha cerrado: Con los brazos abiertos, el Occidente colectivo se ha embarcado en un viaje de restablecimiento de los lazos políticos y económicos con Riad.
Un informe del New York Times de la semana pasada destacó cómo las discusiones sobre Ucrania en Jeddah no solo han colocado a Arabia Saudita en la mesa grande sobre un tema global crítico, sino que también han ofrecido a MbS "otra oportunidad para tratar de posicionarse como un líder mundial con influencia mucho más allá de su región y como un mediador que puede traer naciones poderosas a la mesa, incluso mientras lucha por poner fin a la participación de su propio país en una guerra devastadora en Yemen."
Triunfos diplomáticos sauditas
No es la primera vez que Arabia Saudita asume un papel clave en la resolución de disputas regionales. Si bien la conferencia internacional de Jeddah puede ser la última de una serie de hazañas diplomáticas, Riad, junto con Turquía, ya se había encargado anteriormente de facilitar el intercambio de prisioneros entre Rusia y Ucrania. En un alarde de notable diplomacia, los funcionarios sauditas desempeñaron un papel fundamental en la liberación de diez prisioneros de guerra en poder de Rusia, lo que supuso un importante paso hacia la distensión.
El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, invitado a la cumbre de Jeddah, imploró apasionadamente a los líderes de Asia Occidental que se mantuvieran unidos contra Rusia. Como muestra de solidaridad, Arabia Saudita prometió una importante ayuda financiera para apoyar la causa de Kiev. Este gesto se hace eco del historial del reino como mediador en diversas crisis regionales, ya sea la guerra civil libanesa, el conflicto árabe-israelí o la reciente agitación en Sudán.
Un logro destacado fue la reunión de Taif de 1989, organizada por Arabia Saudita, que catalizó el fin de 15 años de conflicto libanés. En 2002, el reino presentó la Iniciativa de Paz Árabe, que ofrecía a "Israel" una vía de normalización con los Estados árabes a cambio de un Estado palestino viable, junto con la retirada de Israel de los territorios ocupados en 1967.
El papel de Arabia Saudita en la normalización de las relaciones entre Etiopía y Eritrea en 2018 es una muesca más en sus logros diplomáticos, fomentando la armonía entre Estados que habían estado enfrentados.
La visión de MbS en la redefinición de la diplomacia
El concepto de la "inevitabilidad del renacimiento del Sur Global" parece haber llamado la atención de MbS. Este joven líder visionario y ferviente, impulsado por una firme creencia en el potencial del cambio transformador, ha emprendido un camino distinto al de sus predecesores dentro de la Casa de Saud.
Ha adoptado una postura audaz de implicación directa en cuestiones regionales, desde Yemen hasta Libia, Líbano y Egipto. A su vez, ha avanzado hacia una nueva estrategia diplomática similar a un revolucionario cambio de paradigma en el tratamiento de los asuntos exteriores.
MbS comprende los inconvenientes de los conflictos regionales, ejemplificados por la guerra de Yemen, y las limitaciones de las maniobras diplomáticas tradicionales a la hora de tratar con actores regionales clave como Irán. Esto ha provocado su drástico alejamiento de las tácticas de confrontación o las intervenciones militares y su cambio hacia una estrategia diplomática caracterizada por el tacto y la delicadeza.
Un momento crucial en esta trayectoria fue la cumbre de Al-Ula de los líderes del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) en enero de 2021, que marcó la reanudación de las relaciones plenamente normalizadas entre Arabia Saudita y Qatar, un testimonio del poder de la diplomacia blanda.
A medida que el escenario mundial experimenta una profunda transformación, con el ascenso de China e India, la postura decidida de Rusia frente a la expansión europea de la OTAN, el debilitamiento de la influencia estadounidense en la región y el ascenso de potencias regionales como Turquía e Irán, los contornos de la política mundial siguen evolucionando.
Arabia Saudita forma parte de la multipolaridad
Arabia Saudita ha adoptado el concepto de "multipolaridad emergente", una perspectiva que imagina un nuevo orden mundial libre de la hegemonía occidental. Este cambio de paradigma se hizo patente cuando Arabia Saudita acogió la histórica cumbre China-Árabe en diciembre de 2022, a la que asistió el presidente chino Xi Jinping.
Más recientemente, en junio, durante la Conferencia Empresarial Árabe-China en Riad, el ministro saudita de Inversiones, Khalid al-Falih, declaró a la cadena de televisión CNBC:
"Nos gusta creer, y creo que se ha demostrado, que el reino es una parte importante de este mundo multipolar que ha surgido. Y vamos a desempeñar nuestro papel, no sólo en el desarrollo de nuestra propia economía, sino también en el desarrollo de nuestra región, y en la difusión de lo que tenemos en términos de oportunidades de desarrollo, también a África, Asia Central, el subcontinente indio".
Sin duda, una faceta fundamental de la cumbre de Jeddah sobre Ucrania reside en la participación de Estados que han mantenido una postura neutral, tratando el conflicto como un enfrentamiento entre Rusia y Occidente.
Mientras que la narrativa ucraniana resuena en los espacios occidentales, la perspectiva de Moscú sobre los orígenes y las dimensiones del conflicto ha logrado calar en el Sur Global.
La iniciativa liderada por Arabia Saudita ha conseguido movilizar a otros países -aquellos que han dudado en alinearse con los esfuerzos occidentales- para reforzar el apoyo a Ucrania. En particular, China e India, que brillaron por su ausencia en la anterior cumbre sobre Ucrania celebrada en Copenhague, han hecho sentir su presencia en Jeddah.
Su decisión de participar se basa no sólo en su deseo de cultivar relaciones positivas con Arabia Saudita, sino también en su enfoque pragmático del compromiso. Al "asistir y debatir", estos Estados perciben un riesgo mínimo, absteniéndose de cualquier compromiso con el plan del presidente Zelensky que pudiera enemistarse con Rusia y su Presidente Vladimir Putin.
La sinergia saudita con Rusia y China
Recordando el papel decisivo desempeñado por Pekín para facilitar la reconciliación entre Irán y Arabia Saudita, es evidente que existen múltiples ámbitos en los que los intereses chinos y sauditas coinciden. El más importante de ellos es la aprensión que comparten ante la posible convulsión económica que las hostilidades incontroladas podrían crear al margen de uno de sus mayores mercados, Europa.
La visión estratégica de Riad coincide con la de otras naciones BRICS, como India y Brasil, que reconocen que su influencia combinada, como colectivo de potencias medias, puede dejar hoy una huella indeleble en la escena mundial.
La cumbre de Jeddah puso de manifiesto la capacidad de Riad para movilizar la participación internacional, especialmente en el influyente marco del G20. Este marcado cambio de enfoque ilustra el giro de Arabia Saudita, que ha pasado de externalizar pasivamente sus preocupaciones en materia de seguridad regional a asumir proactivamente la gestión directa de sus intereses estratégicos.
En algunos aspectos, la guerra de Ucrania fue un regalo de bienvenida para los sauditas, ya que obligó a que el presidente estadounidense, Joe Biden, visitara el país para recomponer los lazos bilaterales. A lo largo de la crisis, MbS maniobró hábilmente para eludir las súplicas de Washington de aumentar la producción de petróleo, alineándose resueltamente con Rusia para mantener los precios del petróleo a niveles que permitieran sostener el presupuesto de Riad y sus ambiciosos proyectos de infraestructuras.
Con el envío a Jeddah del consejero de Seguridad Nacional de EEUU, Jake Sullivan, la administración Biden transmitió inequívocamente su deseo de arreglar sus diferencias con el reino y actuar de forma más deferente con los sauditas.
Aunque las anteriores conversaciones de paz de Copenhague dieron resultados modestos, Arabia Saudita está bien situada para mantener el impulso diplomático necesario para lograr una resolución pacífica del conflicto, eludiendo hábilmente cualquier percepción de alineamiento indebido con Rusia.
Pragmatismo geopolítico
La estrategia de MbS se caracteriza por un enfoque matizado de las directrices estadounidenses, lo que significa una inclinación a apoyarlas de forma selectiva y, al mismo tiempo, forjar colaboraciones sólidas y estratégicas con potencias rivales. Este sentimiento creciente en Arabia Saudita subraya un cambio perceptible en la visión de Occidente como único determinante de los asuntos mundiales.
En este sentido, Arabia Saudita, bajo el liderazgo de facto de MbS, se esfuerza por estrechar lazos con potencias tanto orientales como occidentales. La motivación de esta diplomacia polifacética radica en el deseo del reino de posicionarse como un intermediario imparcial capaz de facilitar diálogos constructivos entre las partes en conflicto. Este papel aumentaría la estatura de Riad en la escena internacional.
Los dirigentes sauditas reconocen hábilmente que Occidente se inclina hacia un sesgo pronunciado y manifiesto a favor de Ucrania en el conflicto en curso. En respuesta, los sauditas están promoviendo su potencial para desempeñar el papel fundamental de mediador digno de confianza, especialmente con Rusia.
Los intereses que Riad comparte con Moscú -especialmente en el ámbito de la producción de petróleo como miembros de la OPEP+- han catalizado el cultivo de las relaciones bilaterales en los últimos años. Este enfoque pragmático refleja el reconocimiento por parte del reino de que depender excesivamente de Washington, especialmente en materia de seguridad, podría no ser la forma más sensata de actuar.
Aunque la guerra de Ucrania y sus numerosas repercusiones negativas han hecho mella en la psique de las poblaciones occidentales -especialmente europeas-, el diálogo en torno a su resolución se ha ampliado para abarcar una perspectiva global.
Al ofrecerse como intermediario imparcial que puede tender puentes entre Oriente y Occidente, Arabia Saudita se está posicionando ahora para influir en la resolución de conflictos fuera de Asia Occidental, dando prioridad al diálogo, la estabilidad y la cooperación, los temas impulsores de la multipolaridad.