El balcón de París: Palestina
París saca banderas del pueblo palestino, las lleva a las instalaciones deportivas; levanta carteles. Pide el fin del genocidio. Se pintan los aficionados con los colores rojo, blanco, verde y negro.
Los mejores golpes olímpicos de Wasim Abusal no fueron con las manos enguantadas. Su andanada de rectos y ganchos impactaron en otro rival, uno que va comiéndose a su pueblo. La camisa del joven palestino en el cuadrilátero del París Arena Norte tenía la imagen de niños bombardeados por los hijos de Hitler.
Su oponente sintió cada golpe a Abusal como en su propia anatomía. «Me dio mucha pena enfrentar a un palestino, me partió el corazón, ellos son ahora mismo el rostro de los pueblos oprimidos», dijo el sueco Nebil Ibrahim, quien casi al unísono de ver su mano levantada por el árbitro, alzó la de Abusal mientras las gradas aplaudían emocionadas el gesto.
Hay triunfos que no se celebran. Y derrotas que no lo son. Subirse al ring fue una victoria para Abusal, cuyo pueblo sigue siendo abusado. En esos minutos que estuvo sobre el ring, ¿cuántas bombas caerían sobre su ya quebrada tierra?
Son ocho atletas de Palestina en París-2024. Ocho que ahora mismo son millones. Ocho campeones subidos en el podio de la resistencia. Dejaron de ser de una nación para convertirse en un símbolo de la humanidad.
En la inauguración, aplausos y reverencias para Palestina; los enviados de "Tel Aviv" recibieron abucheos. Los pueblos, sabiamente, saben de qué lado está la verdad, aunque a veces tarden en reaccionar ante manipulaciones y hegemonías.
París saca banderas del pueblo palestino, las lleva a las instalaciones deportivas; levanta carteles. Pide el fin del genocidio. Se pintan los aficionados con los colores rojo, blanco, verde y negro.
En sus orígenes las olimpiadas servían para promover treguas en las guerras: paz olímpica, le decían. Ahora los «matapaz» aprovechan que los medios andan embelesados con los Juegos para seguir con su mejor juego: matar.
Abusal sigue en el ring. Su mano en alto, la otra apuntando al pecho protegido por la bandera de su país y una camisa con tantos rostros infantiles que ya no están, golpea, y duro, durísimo, en el mentón de un agresor que aislando una franja de tierra se aísla de la civilización.
Olímpicamente, Abusal fue uno en el diminuto cuadrilátero ante el sueco, de cuyo desenlace competitivo nadie se acordará en unos días, y otro, ganador por nocaut, en el ring simbólico donde
Palestina enfrenta a "Israel".
Hay golpes que no marcan los jueces, pero sí la historia. Y los pueblos.