Ana por nombre, Revolución por causa
El 26 de julio no es solo una efeméride: es el punto de partida de una ética revolucionaria que no admite claudicación.
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Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, luego del asalto que protagonizaron jóvenes cubanos encabezados por Fidel Castro.
Hace 72 años, en Santiago de Cuba, un grupo de jóvenes decidió que no podía esperar más y la mañana de la Santa Ana dio un paso al frente. Asaltar un cuartel militar, más que una locura, era una urgencia. Sabían que los pueblos no nacen, sino que se vuelven libres. Aquel intento de libertad fue, en verdad, el inicio de una Revolución que todavía hoy se defiende, se cuestiona y se reconstruye con dignidad, a pesar de bloqueos, campañas y traiciones.
Cuba no conmemora el 26 de julio como un gesto vacío. Lo encarna a diario. Porque la rebeldía no es una pose; es ética. Es la misma que mueve a los que se quedan sin nada y aun así comparten lo que tienen. Es la que convierte a los pueblos en protagonistas de su destino.
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Hoy, desde mi militancia internacionalista, desde mi lugar como hija adoptiva de este país, reafirmo mi compromiso con esa rebeldía necesaria. Con esa Cuba que no se rinde ni se vende. La Cuba que me enseñó que la verdad no es negociable y que hay trincheras que no necesitan fusiles, pero sí convicción, ternura y, sobre todo: lealtad.
El imperio y el enemigo intentan borrar esta historia mediante artimañas. Pero no pueden. Porque hay un pueblo que sigue construyendo futuro con lo que tiene: orgullo, solidaridad y memoria.
No es fácil sostener una causa cuando todo a tu alrededor te empuja a rendirte. Pero Fidel enseñó que la voluntad de un pueblo, cuando se organiza y se cultiva, puede más que cualquier imperio. No lo dijo desde un escritorio como hacemos muchos, lo demostró en la Sierra, en Girón, en cada acto concreto de soberanía. El 26 de julio no es solo una efeméride: es el punto de partida de una ética revolucionaria que no admite claudicación. Aunque muchos se empeñen en manchar esa ética, en destruirla y usar instrumentos del enemigo. Eso no es Revolución.
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El antiguo cuartel Moncada, convertido en la Ciudad Escolar 26 de Julio.
Fidel no solo levantó una Revolución, levantó una forma de mirar el mundo. Nos advirtió sobre el poder del dinero, sobre el veneno y el peligro del individualismo, sobre la urgencia de cultivar conciencia. Por eso hoy, cuando algunos hablan de pragmatismo como si fuera sinónimo de entrega, defender a Cuba es también defender la vigencia de Fidel como pensamiento activo, no como estatua. Cuba es nuestro horizonte.
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Por eso sigo aquí. Porque esta isla no me ha ofrecido privilegios; me ha ofrecido sentido. Porque en cada gesto cotidiano, en la firmeza de quien resiste, en el silencio del que no se vende, está la Revolución que sigue latiendo. La del Moncada, la de Fidel, la de hoy.
Por eso, para quienes luchan, el 26 de julio no es un acto simbólico que se recuerda cada verano. El 26 es nuestro destino. Nuestro día a día.