La guerra en Siria y los factores de la ecuación (I parte)
La famosa “primavera árabe” no trajo flores a la región del Medio Oriente. Conocido es que muchas de las causas de aquellas “revoluciones” provinieron de intereses extra-regionales en triste contubernio con los de Israel y de fratricidas gobiernos de la zona.
Justo después de esa estación, vino una más caliente. La región terminó de incendiarse, literalmente, por sus cuatro costados. Desde Libia hasta Afganistán y desde Siria hasta Yemen, la muerte, la pólvora, la traición, la intervención y la tragedia humana marcan la vida diaria de una zona que no ha conocido la paz. En tanto, un viejo problema, ausente del debate mediático, sigue pendiente: la liberación de Palestina. Sin embargo, la guerra en Siria, con toda su carga de destrucción y dolor, ha trastocado la tradicional disposición de las piezas en el tablero medioriental.
En el nuevo contexto, el eje hegemónico estadounidense-árabe-sionista de la zona, que incluye a las monarquías y emiratos árabes por un lado, a Israel por el otro, y al aliado común: EE.UU., busca nuevas variantes que le permitan recomponer sus posiciones en medio de la fragilidad causada por la derrota de los terroristas, el desprendimiento de Qatar, y el “giro” de Erdogan. Sin dudas, el eje Irán-Siria-Hezbollah (ISH), al que se suman Iraq y el gobierno libanés, y al que se ha acercado Turquía, gana relevancia en el curso de los acontecimientos gracias a la determinante intervención de Rusia. Hoy el ISH y Moscú mantienen la iniciativa política y militar en el conflicto, por lo que la balanza regional, ahora más equilibrada, impone reacomodos y nuevos contrapesos. Veamos cómo se perciben las posturas de los miembros de cada eje:
En el nuevo contexto, el eje hegemónico estadounidense-árabe-sionista de la zona, que incluye a las monarquías y emiratos árabes por un lado, a Israel por el otro, y al aliado común: EE.UU., busca nuevas variantes que le permitan recomponer sus posiciones en medio de la fragilidad causada por la derrota de los terroristas, el desprendimiento de Qatar, y el “giro” de Erdogan. Sin dudas, el eje Irán-Siria-Hezbollah (ISH), al que se suman Iraq y el gobierno libanés, y al que se ha acercado Turquía, gana relevancia en el curso de los acontecimientos gracias a la determinante intervención de Rusia. Hoy el ISH y Moscú mantienen la iniciativa política y militar en el conflicto, por lo que la balanza regional, ahora más equilibrada, impone reacomodos y nuevos contrapesos. Veamos cómo se perciben las posturas de los miembros de cada eje:
El eje pro-sirio.
Lo componen la alianza Irán-Siria-Hezbollah, Iraq y Rusia. Turquía, aunque no ha renunciado a ver a Bashar Al Assad fuera del gobierno, se ha distanciado de los que apoyan a los terroristas por causas ya analizadas y ha definido una hoja de ruta colaborativa con Rusia e Irán para poner fin a la guerra y sacar provecho de la debilidad siria para hacer avanzar sus planes frente al problema kurdo. Con diferencias, Qatar, cual perla descarriada, hizo gala del trapecismo que caracteriza a su política exterior y se desprendió del collar de monarquías anti-sirias. Su meta no debe estar muy distante de la actual Administración estadounidense por lo que se propuso evitar cargar económicamente con la ya visible derrota de los terroristas.
Irán-Siria-Hezbollah (ISH)
Desde el primer momento Teherán comprendió el sentido táctico y estratégico que tiene la invasión internacional contra Siria. Quebrar lo que se conoce como el Eje de Resistencia ha sido un objetivo permanente de Israel y EE.UU. y también de las monarquías de la región, más enfocadas en el “peligro chiita” que en el peligro sionista. En el 2006, Hezbollah, identificado como el eslabón más débil del Eje, frenó la invasión sionista a El Líbano, donde el régimen de Tel Aviv y su “invencible” ejército sufrió una derrota que aún hace sangrar el orgullo sionista. El bombardeo a Gaza de 2008 fue el capítulo siguiente de la saga contra la Resistencia y en el 2011 le tocó el turno a Siria. Por esta y otras muchas razones la participación de Irán en la guerra en Siria era previsible y ha sido, junto a la ayuda de Hezbollah, de una importancia cardinal en las victorias frente a los terroristas, así como en los esfuerzos diplomáticos por llegar a la paz. Irán, sin dudas se ha consolidado como una potencia regional y su prestigio y autoridad en esa región están ligados indisolublemente al futuro de Siria.
Israel no renunciará a quebrar o debilitar este Eje, por lo que, ante el cercano fin de la guerra, El Líbano entra nuevamente en la mira de Israel. Sin embargo, los seis años de guerra en Siria le ha permitido a Hezbollah acentuar su autoridad en el territorio libanés, ganar en experiencia combativa tanto en acciones regulares como irregulares frente a enemigos diversos, estrechar las relaciones con otros ejércitos y realizar acciones coordinadas, extender sus líneas de abastecimiento y comunicaciones, modernizar su técnica militar y ampliar sus áreas de movimiento, todo lo cual sabe Israel. Más allá de la victoria que puedan obtener Siria y sus aliados, es un hecho que el Eje de Resistencia (ISH) se debilita con la devastación del país árabe. La recuperación económica tardará años y dependerá en gran medida de la ayuda que reciba de Irán, China y Rusia. Pero Damasco tiene otro gran desafío: mantener la integridad territorial y la soberanía del país en medio de los esfuerzos y acuerdos de Rusia, Irán y Turquía para poner fin a la guerra en ese país. Ambos factores, el económico y el político, ponen a Siria en una delicada posición en la región.
Israel no renunciará a quebrar o debilitar este Eje, por lo que, ante el cercano fin de la guerra, El Líbano entra nuevamente en la mira de Israel. Sin embargo, los seis años de guerra en Siria le ha permitido a Hezbollah acentuar su autoridad en el territorio libanés, ganar en experiencia combativa tanto en acciones regulares como irregulares frente a enemigos diversos, estrechar las relaciones con otros ejércitos y realizar acciones coordinadas, extender sus líneas de abastecimiento y comunicaciones, modernizar su técnica militar y ampliar sus áreas de movimiento, todo lo cual sabe Israel. Más allá de la victoria que puedan obtener Siria y sus aliados, es un hecho que el Eje de Resistencia (ISH) se debilita con la devastación del país árabe. La recuperación económica tardará años y dependerá en gran medida de la ayuda que reciba de Irán, China y Rusia. Pero Damasco tiene otro gran desafío: mantener la integridad territorial y la soberanía del país en medio de los esfuerzos y acuerdos de Rusia, Irán y Turquía para poner fin a la guerra en ese país. Ambos factores, el económico y el político, ponen a Siria en una delicada posición en la región.
Iraq
La invasión de EE.UU. a Iraq en el 2003 hizo que el país se convirtiera en escenario de disputa regional y por momentos en el fiel de la balanza de la correlación de fuerzas en la zona. El fortalecimiento de las relaciones de Irán con las nuevas autoridades iraquíes constituyó un ejemplo del giro de la política exterior de un Iraq que seguía desorbitado en medio de su conflicto interno.. La guerra en Siria y su extensión a una gran parte del territorio iraquí consolidó las relaciones con el Eje (ISH), por lo que la acción israelí en el norte iraquí de cara a estimular las ansias independentistas de determinados grupos kurdos se profundizó aprovechando la “confusión” causada por años de inestabilidad, sectarismo, violencia y terrorismo. No en balde solo Israel y Arabia Saudita vieron con buenos ojos el reciente referéndum organizado por las autoridades kurdas pro-estadounidenses del norte iraquí. Diversas fuentes aseguran, además, que la consulta no fue del todo democrática pues se les negó el derecho a votar a los iraquíes no kurdos residentes en la región. Ni Teherán ni Ankara, por diversos motivos, aplaudieron la iniciativa, desarrollada sin la autorización del gobierno central de Bagdad, el que sin dudas tomará medidas, especialmente militares con el apoyo de Turquía, para evitar la secesión.
Quien conozca la situación de los kurdos, anatemizados y reprimidos por años y también divididos por razones geográficas, políticas, culturales y de clases, comprende que el ensayo kurdo-iraquí está distante de los anhelos del pueblo kurdo y tiene su origen en la imposición de la zona de exclusión aérea en 1991 y de un gobierno de facto respaldado por EE.UU. y Reino Unido. Ese gobierno “autonómico” aún se mantiene y responde a los intereses geopolíticos de Washington y a los de los regímenes de Israel y Arabia Saudita.
Quien conozca la situación de los kurdos, anatemizados y reprimidos por años y también divididos por razones geográficas, políticas, culturales y de clases, comprende que el ensayo kurdo-iraquí está distante de los anhelos del pueblo kurdo y tiene su origen en la imposición de la zona de exclusión aérea en 1991 y de un gobierno de facto respaldado por EE.UU. y Reino Unido. Ese gobierno “autonómico” aún se mantiene y responde a los intereses geopolíticos de Washington y a los de los regímenes de Israel y Arabia Saudita.
Rusia
La Rusia que arribó a la segunda década del siglo XXI es otra, muy distinta, a la que despidió la anterior centuria. Dispuesta a evitar un cerco, desde Moscú se observaba con preocupación el plan estadounidense e israelí de quebrar el Eje Irán-Siria-Hezbollah y mover las fronteras de influencia. En términos estratégicos una ruptura de esa alianza significaba para Moscú la pérdida del corredor que va desde el sur del Caspio hasta el Mediterráneo. Si caía Siria, el golpe en el vientre del Oso ruso hubiera sido demoledor. La reacción de Moscú así lo demuestra. Hoy Rusia es un actor imprescindible en la zona. Con una correlación de fuerzas en el terreno que le favorece, todos los actores van a su mesa. Por sus palacios han pasado en los años de guerra en Siria las principales figuras de Israel, Turquía, Irán, Iraq, El Líbano, Siria y algún que otro cortesano árabe, incluyendo al Rey saudita. Nadie podía imaginar que el mismísimo monarca de la casa de Al Saúd bajaría caminando la escalerilla del avión para llegar a tiempo a la cita. Y sucedió. Y se fue con el compromiso de enviar petrodólares a la economía rusa a cambio de misiles, y de ser colaborativo ante la nueva realidad en la zona. Buen negocio para Rusia y un golpe simbólico para EE.UU., pues parece que todos se están poniendo de acuerdo para poner fin a la guerra.
Rusia también ha devuelto los gestos. Su Canciller ha recorrido, con una diplomacia más pragmática que ideológica, toda la región; y el presidente Putin también ha desembarcado en algunas capitales. Jordania e Israel han sido destinos del mandatario. A un Erdogan resituado y colaborativo le devolvió la visita recientemente. Putín también planea llegar a Teherán para resaltar el valor estratégico de las relaciones con ese aliado con el que históricamente Moscú ha tenido vínculos especiales. Está por ver si las ansias por terminar la guerra y la interlocución lograda a fuerza de empuje militar y capacidad diplomática con Turquía, Arabia Saudita y su séquito de emires y reyes, unido a los contactos que se mantienen con EE.UU., a pesar de la frialdad actual, impactan de manera negativa en la soberanía e integridad territorial de Siria.
Rusia también ha devuelto los gestos. Su Canciller ha recorrido, con una diplomacia más pragmática que ideológica, toda la región; y el presidente Putin también ha desembarcado en algunas capitales. Jordania e Israel han sido destinos del mandatario. A un Erdogan resituado y colaborativo le devolvió la visita recientemente. Putín también planea llegar a Teherán para resaltar el valor estratégico de las relaciones con ese aliado con el que históricamente Moscú ha tenido vínculos especiales. Está por ver si las ansias por terminar la guerra y la interlocución lograda a fuerza de empuje militar y capacidad diplomática con Turquía, Arabia Saudita y su séquito de emires y reyes, unido a los contactos que se mantienen con EE.UU., a pesar de la frialdad actual, impactan de manera negativa en la soberanía e integridad territorial de Siria.
Turquía
Erdogan parece que aprendió la lección “a la rusa”. El balón de ensayo que significó su osado derribo de un avión militar ruso en Siria le sirvió para medir apoyos y evaluar aliados. Finalmente se convenció de que en Moscú al menos lo tratan como igual, algo que no ha sentido en la OTAN, en Bruselas ni en Washington, puertas que tampoco están del todo cerradas. Atendiendo al curso actual de la guerra en Siria, de la cual es también responsable, Turquía ha optado por ser parte de la solución, antes que cargar con una nueva derrota, pues todas sus fichas en el tablero están cayendo y le aterra no estar para imponer su enfoque en el “tema kurdo”. Lo que más le interesa ahora a Ankara, una vez debilitada Siria, es evitar un desborde del “tema kurdo” tanto en ese país como en Iraq. Y esas han sido sus demandas frente al Oso. Por ello sus tropas están “autorizadas” a entrar en Idlib, al noroeste de Siria, como parte de las fuerzas que crearán una de las cuatro zonas de distención acordadas en Astaná. De paso, los turcos, “legalmente” en el terreno, combatirán a sus enemigos kurdos y les cerrarán el paso al Mediterráneo.
Existe también la posibilidad de una invasión turca a Iraq, con el consentimiento de Bagdad y quién sabe si de Irán también. Las cartas en juego y los trueques son muchos. Lo ideal, casi siempre imposible, es que los iraquíes se pusieran de acuerdo y encontraran el equilibrio entre la necesidad de mantener la integridad de Iraq y las aspiraciones de los kurdos iraquíes. Pero son tantos los intereses en juego que, de no atenderse equilibradamente, se generará, con el aplauso y el estímulo de Tel Aviv y Washington, un nuevo conflicto armado.
Existe también la posibilidad de una invasión turca a Iraq, con el consentimiento de Bagdad y quién sabe si de Irán también. Las cartas en juego y los trueques son muchos. Lo ideal, casi siempre imposible, es que los iraquíes se pusieran de acuerdo y encontraran el equilibrio entre la necesidad de mantener la integridad de Iraq y las aspiraciones de los kurdos iraquíes. Pero son tantos los intereses en juego que, de no atenderse equilibradamente, se generará, con el aplauso y el estímulo de Tel Aviv y Washington, un nuevo conflicto armado.
(Continuará)