Trump y la lógica implacable del imperialismo
La llegada de Donald trump a la presidencia ha generado un aparente agudización de las tensiones entre el hegemónico actual y las potencias emergentes. Irán, Rusia y China ocupan un lugar privilegiado en la agenda mediático-política de la Casa Blanca. Sin embargo, Europa occidental también es blanco de presiones desde Washington y la preocupación crece en Bruselas.

Dejando de lado la campaña anti Trump de la mayoría de los medios mainstream,
y la histeria ambiente, es menester reconocer que la asunción de Trump a la
presidencia gringa no es el inicio de esta tensión, ni mucho menos. Estamos
hablando de una necesidad histórica, planteada en toda la teoría y praxis
geopolítica occidental desde hace siglos, de impedir el surgimiento de
competidores. Donald Trump sólo hereda, como todo presidente yanqui de la
post-segunda guerra mundial, de la obligación de defender la posición
hegemónica de los EEUU sobre la economía mundial pero esta vez en una situación
de decadencia avanzada del aparato de dominación político, económico,
militar y financiero de los EEUU. Pese a ser la única superpotencia
a nivel mundial desde la derrota de la URSS y el bloque socialista
a finales de los 80's, con una cobertura militar global, una amplia
superioridad tecnológica y mediático-cultural, el imperialismo gringo se mostró
incapaz de impedir en estos casi 30 años de dominio absoluto, el
renacimiento de Rusia como potencia política y militar capaz de defender sus
intereses nacionales y de proyectar con fuerza una visión multipolar del mundo.
Por otro lado, los acercamientos con China en la década de los 70 para aislar y
debilitar a la URSS fueron aprovechado por las elites chinas para atraer
capitales, tecnología y producción desde los centros capitalistas a territorio
chino basándose en la lógica misma del capital obsesionado con la
maximización de sus ganancia, ofreciendo a occidente, mano de obra calificada,
flexible y muy barata. Mientras EEUU y URSS se enfrentaba en una costosa guerra
fría y la carrera armamentística que esta supuso, China se transformaba
discretamente en el taller del mundo y en el detentor de inmensas reservas de
divisas como también de gran parte de la deuda gringa.
En este marco, Trump llega a la Casa Blanca prometiendo un repliegue de
los Estados Unidos con el fin de enfocar todos los esfuerzos de la nación en
recuperar la economía, poner al paso al sector financiero, denunciar los
tratados de libre comercio que supondrían un mal negocio para el país, derrotar
a Daesh y frenar a China. Nada menos.
Ante la histórica e insoslayable necesidad del imperialismo gringo de
contener a su más peligroso y dinámico competidor, proponer un
“repliegue” nacional de un imperialismo que llegó a tener cobertura global es
mera ingenuidad. O es una trampa. Ciertamente, resulta sorprendente que un
presidente estadounidense, proveniente del mundo empresarial además, sostenga
un discurso anti-globalización y denuncie los Tratados de libre comercio. El
Tratado Transpacífico era una herramienta fundamental de la estrategia de los
EEUU para confinar a China y el nuevo inquilino de la Casa Blanca lo canceló.
Algo está mal.
Ahora bien, es
necesario recordar aquí la profunda interdependencia del sistema económico
global y en este destaca especialmente la relación entre China y los
EEUU. Cualquier acción agresiva de parte de los gringos hacia China
podría degenerar en una crisis dañina para ambas naciones y el mundo, pero tal
vez mucho más peligrosa para los EEUU. Obviamente, un conflicto militar entre
ambas potencias nucleares sería un desastre planetario, pero la guerra
económica Yanqui en contra de Beijing ya está en marcha. China sigue siendo,
pese a la crisis, la locomotora de la economía mundial un pilar fundamental del
sistema capitalista global. Las inversiones chinas en el mundo y su fuerza de
trabajo, son imprescindibles. Ni los EEUU, ni la Unión Europea están en
condición de suplir esas inversiones fundamentales pare la economía mundial.
Es más, las necesitan ávidamente y el mecanismo perverso de la deuda mantiene a
China y EEUU bien atados.

Sin embargo, la retórica belicista, las amenazas y los movimientos de
tropa son pan de cada día en los medios de comunicación, y en el Mar de China,
las fuerzas militares de diversos países patrullan creando una tensión
permanente. Recientemente, el Secretario de Estado Rex Tillerson amenazó a
China haciendo referencia a las islas que Beijing pretende agrandar y
militarizar. China, Vietnam, Filipinas, Malasia y Brunei se disputan la
soberanía sobre las Islas Sparkley y las islas Paracels. Estas islas se
encuentran en una zona rica en hidrocarburos y en medio de una de las
rutas comerciales marítimas más importantes del mundo. Por esas aguas, circulan
anualmente, el tercio del comercio mundial y 5 billones (5. 1012 de
dólares) en mercancía. Tillerson declaró al respecto que los EEUU
exigían a China detener sus obras en las islas y que la armada
norteamericana estaría dispuesta a prohibir su acceso.
Como un enfrentamiento militar directo con China con todas las
consecuencias que este tendría para la humanidad, es de descartar (por ahora),
los EEUU azuzan los conflictos regionales, las rivalidades históricas y se
aprovechan de los errores de China en la región. Las tensiones entre
China y Vietnam son históricas. Hanói necesita de un contrapeso ante su
gigantesco vecino y los Estados Unidos están dispuestos a “ayudar”.
Un caso aparte en esta región es el de Filipinas y del presidente Duterte. El hombre es polémico. Ciertamente, su diabolización en la prensa occidental irá aumentando a medidas que el hombre vaya avanzando en la firma de la paz con las guerrillas musulmanas y comunistas, o teniendo éxito en el terreno de la lucha en contra del narcotráfico, pero sobre todo, a medida que se vayan concretizando sus políticas de acercamiento pragmático con China dejando de ser Filipinas, una carta fundamental del imperialismo en la escalada militar en el mar de China... En su visita a Beijing en octubre 2016, Duterte, con un fallo favorable a Filipinas por la corte de arbitraje de La Haya en el caso de las islas Paracels y Sparkley en su bagaje, propuso a su par chino dejar el fallo de lado y posponer la resolución del problema para otro momento, privilegiando las relaciones económicas. Esa propuesta de Status Quo fue, sin duda, un alivio para Beijing en este periodo de alta tensión. Ojalá este ejemplo de dialogo impuesto por la interdependencia económica se traspase a las relaciones de China con Vietnam, Malasia y Brunei, países igualmente muy dependientes de China en lo económico y socios del difunto TTP. Non obstante, en su estrategia de escalada, los EEUU seguirán contando con sólidos aliados. Corea del Sur, Japón y Taiwán parecen ser los elegidos para adquirir las armas gringas de última generación y servir de punta de lanza de la presión Estadounidense al gigante asiático. Corea del Sur acaba de recibir el sistema de defensa aérea THAAD. Oficialmente para proteger el país de una eventual ataque misilístico de Corea del Norte. Pero los radares de dicho sistema cubren el territorio chino y, por ende, suponen un debilitamiento de la fuerza de disuasión nuclear china al cumplir la función de radar de alerta temprana. Por otro lado, un enfrentamiento militar entre China y Taiwán es altamente probable. Este estaría enmarcado en una serie de medidas de presión “indirectas” que emplearían los estadounidenses para intentar fortalecer su posición en unas negociaciones inevitables con China. Corea del Norte, por su lado, fiel a su política internacional de toda la vida, muestra los dientes, provoca y advierte. Todo esto constituye un negocio redondo para el complejo militaro-industrial yanqui que hace de la amenaza china y norcoreana un tremendo argumento de venta de armas, y además logra profundizar la sumisión de los gobiernos surcoreano, japonés y taiwanés a sus intereses. Pese al Asia Pívot y al TPP gringos y a las amenazas de guerra, prosigue la ofensiva china en la cuenca del Pacifico plasmada en el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y en el Regional Comprehensive Economic Parternship (RCEP), que ya habían debilitado bastante el alcance del TPP. Es de esperar que China profundice en la región, su ofensiva diplomática acompañada de jugosas inversiones. Extraña entonces la falta de una propuesta alternativa al TPP desde la Casa Blanca pues los espacios abandonados por los EEUU en un supuesto repliegue, son ocupados por China y sus socios económicos. La última iniciativa de Beijing en cuanto a la creación de un grupo BRICS ampliado a otros países emergentes, incluyendo a Pilipinas, Corea del Sur, Vietnam, pero también a Pakistán, Irán, Indonesia, Bangladesh, Turquía, Nigeria y México, demuestran que China no pierde tiempo.
Un caso aparte en esta región es el de Filipinas y del presidente Duterte. El hombre es polémico. Ciertamente, su diabolización en la prensa occidental irá aumentando a medidas que el hombre vaya avanzando en la firma de la paz con las guerrillas musulmanas y comunistas, o teniendo éxito en el terreno de la lucha en contra del narcotráfico, pero sobre todo, a medida que se vayan concretizando sus políticas de acercamiento pragmático con China dejando de ser Filipinas, una carta fundamental del imperialismo en la escalada militar en el mar de China... En su visita a Beijing en octubre 2016, Duterte, con un fallo favorable a Filipinas por la corte de arbitraje de La Haya en el caso de las islas Paracels y Sparkley en su bagaje, propuso a su par chino dejar el fallo de lado y posponer la resolución del problema para otro momento, privilegiando las relaciones económicas. Esa propuesta de Status Quo fue, sin duda, un alivio para Beijing en este periodo de alta tensión. Ojalá este ejemplo de dialogo impuesto por la interdependencia económica se traspase a las relaciones de China con Vietnam, Malasia y Brunei, países igualmente muy dependientes de China en lo económico y socios del difunto TTP. Non obstante, en su estrategia de escalada, los EEUU seguirán contando con sólidos aliados. Corea del Sur, Japón y Taiwán parecen ser los elegidos para adquirir las armas gringas de última generación y servir de punta de lanza de la presión Estadounidense al gigante asiático. Corea del Sur acaba de recibir el sistema de defensa aérea THAAD. Oficialmente para proteger el país de una eventual ataque misilístico de Corea del Norte. Pero los radares de dicho sistema cubren el territorio chino y, por ende, suponen un debilitamiento de la fuerza de disuasión nuclear china al cumplir la función de radar de alerta temprana. Por otro lado, un enfrentamiento militar entre China y Taiwán es altamente probable. Este estaría enmarcado en una serie de medidas de presión “indirectas” que emplearían los estadounidenses para intentar fortalecer su posición en unas negociaciones inevitables con China. Corea del Norte, por su lado, fiel a su política internacional de toda la vida, muestra los dientes, provoca y advierte. Todo esto constituye un negocio redondo para el complejo militaro-industrial yanqui que hace de la amenaza china y norcoreana un tremendo argumento de venta de armas, y además logra profundizar la sumisión de los gobiernos surcoreano, japonés y taiwanés a sus intereses. Pese al Asia Pívot y al TPP gringos y a las amenazas de guerra, prosigue la ofensiva china en la cuenca del Pacifico plasmada en el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y en el Regional Comprehensive Economic Parternship (RCEP), que ya habían debilitado bastante el alcance del TPP. Es de esperar que China profundice en la región, su ofensiva diplomática acompañada de jugosas inversiones. Extraña entonces la falta de una propuesta alternativa al TPP desde la Casa Blanca pues los espacios abandonados por los EEUU en un supuesto repliegue, son ocupados por China y sus socios económicos. La última iniciativa de Beijing en cuanto a la creación de un grupo BRICS ampliado a otros países emergentes, incluyendo a Pilipinas, Corea del Sur, Vietnam, pero también a Pakistán, Irán, Indonesia, Bangladesh, Turquía, Nigeria y México, demuestran que China no pierde tiempo.

Por otro lado, el hecho que el presidente chino Xi Jinping abogue, en el
Foro Económico Mundial de Davos en enero de este año, por la creación de un
Nuevo orden político mundial, es decir una gobernancia global ampliada a las
potencias emergentes, y para una economía abierta, en oposición a la retórica
antiglobalización de Trump, supone que China reivindica el rol de abanderado de
la globalización y esto genera intranquilidad y división en las elites
occidentales. Abandonar al “enemigo” zonas de influencia, mercados y
recursos naturales en este juego de suma cero que es la economía globalizada,
es un suicidio o una trampa.
Más de 120 generales y almirantes retirados de las FF.AA. de Estados Unidos, entre ellos, David Petraeus y John R. Allen, enviaron una carta al Senado y a la Cámara de Representantes en la que declaraban: "Emplazamos a garantizar que los recursos para el presupuesto de Asuntos Internacionales mantengan el ritmo frente a las crecientes amenazas globales y las oportunidades que afrontamos. Ahora no es el momento de la retirada". En los EEUU, Trump ha hecho su campaña culpando a China de todos los males que castigan a la economía de los EEUU y abogando por un acercamiento con Rusia. Por este último tema, es atacado en permanencia por la fracción mayoritaria de la oligarquía gringa que ha logrado forzar la dimisión del Asesor Nacional para la Seguridad y carta maestra para la política internacional de Trump, Michael T. Flynn tras la filtración por la CIA, de una conversación no autorizada por el ejecutivo con un diplomático ruso sobre las eventual anulación de las sancionas económicas a Rusia. Otro alto funcionario del gabinete de Trump, el Fiscal general Jeff Sessions, ha sido acusado de mantener contactos con el embajador ruso en Washington durante la campaña y está bajo investigación. La elite globalista que se enfrenta a Trump desde adentro y fuera del aparato de Estado, avanza poco a poco sobre el liderazgo presidencial reduciendo sur margen de maniobra a medidas que pasan los días.
Por un lado, un sector de la oligarquía gringa enfoca sus cañones hacia Rusia, y el otro, hacia China. En esta guerra interna en el 1%, bastante saben los pueblos de la fracción de la oligarquía gringa que se opone a Trump por su largo prontuario de golpes de Estado, revolución de colores, invasiones, bombardeos, pero poco de quienes lo apoyan. La composición del gobierno de Trump es bastante reveladora de lo contradictoria que llega a ser la propuesta del presidente gringo. Su administración cuenta con la participación de varios multimillonarios como la ministra de educación Betsy Devos o Wilbur Ross, el secretario de Comercio, El secretario de Estado Rex Tillerson ( Ex CEO de Exxon Mobile) o Steve Munchin (Ex Goldman Sachs), el secretario del tesoro. Además, se suman al equipo de gobierno, Dina Powell y Gary Cohn, con un grupo nutrido de ex Goldman and Sachs. Toda esta gente participó y se benefició de la globalización y del libre mercado que tanto parece querer combatir el actual presidente. Será que con semejantes cuadros, esta administración podrá regular al sistema financiero e impulsar una lógica de regreso a la producción nacional? Los intereses particulares de estos altos funcionarios apuntan hacia la disminución de los impuestos y cargas sociales como condición al regreso de la inversión en la producción nacional, más desregulación de la finanza y más privatizaciones de los servicios básicos. Por lo que Donald Trump no podrá cumplir con las expectativas que el mismo creo en los sectores populares afectados por la globalización de la economía, excepto tal vez en el campo del castigo de la inmigración, aunque desde ciertos sectores del empresariado, se ve con preocupación una limitación al acceso a esa mano de obra barata, a ese ejercito de reserva. Además de la retórica antiglobalización y nacionalismo económico, el concepto de choque de civilizaciones de Huntington está muy presente en el pensamiento de Trump. Su obsesión en contra del Islam, su supuesta sintonía con una Rusia conservadora y cristiana, y sus promesas electorales de armar una coalición mundial en contra de ISIS y deportar a los inmigrantes seducen a muchos. Los intereses de las fuerzas que componen el gabinete de Trump auguran que este no se dejará llevar por posiciones patrióticas, nacionalistas o de principio. Solo cuenta para ellos, la acumulación de capital. En Europa, muchos líderes de la derecha soberanista declaran su simpatía ante el presidente gringo, su “nacionalismo económico” y su retórica antiglobalización. En este 2017, se organizarán elecciones en los Países bajos, pero sobre todo en Francia y Alemania, dos países clave en Europa, en donde se enfrentaran las posiciones atlantistas y soberanistas. En ambos países, esta pugna se ha transformado en un tema determinante ante la creciente desconfianza de la ciudadanía europea y de sectores de la oligarquía con la Unión Europea y sus instituciones. Los partidos atlantistas, como los partidos socialistas franceses, españoles, alemanes y británicos son los últimos defensores de una Unión Europa que ha venido desmantelando las políticas sociales y ha asumido la estrategia norteamericana de enfrentamiento con Rusia en desmedro de los intereses de grandes sectores de la burguesía europea. El euroescepticismo crece cada día, las consecuencias de las políticas de la UE en Libia y en Siria con las ola de migrantes y la violencia terrorista ha contribuido a profundizar la desconfianza ciudadana. Las derechas extremas parecen haberse adueñado del discurso nacionalista con la excepción notable de la alianza de izquierda francesa de Jean-luc Mélenchon y su concepto de “independentismo francés”. En este contexto, el presidente Trump amenazó a la Unión Europea con levantar impuestos a sus importaciones acusando a Alemania de usar el Euro barato para estimular sus exportaciones. En respuesta, el vice canciller alemán, Sigmar Gabriel, comentó recientemente, que “tomando en cuenta los planes proteccionistas del nuevo presidente de los Estados Unidos, podemos pensar que las relaciones comerciales con China se verán reforzadas”. Ya en el 2016, China se había transformado en el primer socio comercial de Alemania por delante de los EEUU y de Francia. Las contradicciones y las amenazas permanente de la administración gringa actual tienen muy nerviosos a algunos, otros le restan importancia a esa verborrea belicista como el canciller chino Wang Yi quien dijo, aludiendo a unas declaraciones de Steve Bannon (el ideólogo de Trump y su principal asesor en el Consejo Nacional de Seguridad) sobre la inevitabilidad de una guerra con China: “ Todos los políticos sobrios reconocen que no puede haber una guerra entre China y Estados Unidos porque ambas partes perderán y ninguna de ellas se lo puede permitir”. Trump tildó a la OTAN de obsoleta en el marco de su campaña, cuando prometía que los Estados Unidos soltarían el peso de cargar con la defensa de soberanías ajenas. Pero el Secretario a la Defensa Mattis, declaró el 15 de febrero 2017, en la sede de la OTAN, que está organización seguirá siendo “una base fundamental para los EEUU”, al mismo tiempo que exigió que los países miembros de la alianza respetaran los acuerdos anteriores y subieron su aporte económico a la organización al 2% del PIB. Ese mismo día, en un Twitt, el Presidente Trump ponía en tela de juicio a la administración Obama por haber permitido que Rusia se “tomara” a Crimea y poco después, el vocero de la Casa Blanca Sean Spicer declaraba: “El Presidente Trump ha sido muy claro. El espera del gobierno ruso que este desescale los niveles de violencia y devuelva Crimea a Ucrania”. En Julio del 2016, Trump en plena campaña electoral declaraba a ABC News: “Por lo que he podido oír, la gente de Crimea quiere estar con Rusia antes que allí donde estaban”.
Más de 120 generales y almirantes retirados de las FF.AA. de Estados Unidos, entre ellos, David Petraeus y John R. Allen, enviaron una carta al Senado y a la Cámara de Representantes en la que declaraban: "Emplazamos a garantizar que los recursos para el presupuesto de Asuntos Internacionales mantengan el ritmo frente a las crecientes amenazas globales y las oportunidades que afrontamos. Ahora no es el momento de la retirada". En los EEUU, Trump ha hecho su campaña culpando a China de todos los males que castigan a la economía de los EEUU y abogando por un acercamiento con Rusia. Por este último tema, es atacado en permanencia por la fracción mayoritaria de la oligarquía gringa que ha logrado forzar la dimisión del Asesor Nacional para la Seguridad y carta maestra para la política internacional de Trump, Michael T. Flynn tras la filtración por la CIA, de una conversación no autorizada por el ejecutivo con un diplomático ruso sobre las eventual anulación de las sancionas económicas a Rusia. Otro alto funcionario del gabinete de Trump, el Fiscal general Jeff Sessions, ha sido acusado de mantener contactos con el embajador ruso en Washington durante la campaña y está bajo investigación. La elite globalista que se enfrenta a Trump desde adentro y fuera del aparato de Estado, avanza poco a poco sobre el liderazgo presidencial reduciendo sur margen de maniobra a medidas que pasan los días.
Por un lado, un sector de la oligarquía gringa enfoca sus cañones hacia Rusia, y el otro, hacia China. En esta guerra interna en el 1%, bastante saben los pueblos de la fracción de la oligarquía gringa que se opone a Trump por su largo prontuario de golpes de Estado, revolución de colores, invasiones, bombardeos, pero poco de quienes lo apoyan. La composición del gobierno de Trump es bastante reveladora de lo contradictoria que llega a ser la propuesta del presidente gringo. Su administración cuenta con la participación de varios multimillonarios como la ministra de educación Betsy Devos o Wilbur Ross, el secretario de Comercio, El secretario de Estado Rex Tillerson ( Ex CEO de Exxon Mobile) o Steve Munchin (Ex Goldman Sachs), el secretario del tesoro. Además, se suman al equipo de gobierno, Dina Powell y Gary Cohn, con un grupo nutrido de ex Goldman and Sachs. Toda esta gente participó y se benefició de la globalización y del libre mercado que tanto parece querer combatir el actual presidente. Será que con semejantes cuadros, esta administración podrá regular al sistema financiero e impulsar una lógica de regreso a la producción nacional? Los intereses particulares de estos altos funcionarios apuntan hacia la disminución de los impuestos y cargas sociales como condición al regreso de la inversión en la producción nacional, más desregulación de la finanza y más privatizaciones de los servicios básicos. Por lo que Donald Trump no podrá cumplir con las expectativas que el mismo creo en los sectores populares afectados por la globalización de la economía, excepto tal vez en el campo del castigo de la inmigración, aunque desde ciertos sectores del empresariado, se ve con preocupación una limitación al acceso a esa mano de obra barata, a ese ejercito de reserva. Además de la retórica antiglobalización y nacionalismo económico, el concepto de choque de civilizaciones de Huntington está muy presente en el pensamiento de Trump. Su obsesión en contra del Islam, su supuesta sintonía con una Rusia conservadora y cristiana, y sus promesas electorales de armar una coalición mundial en contra de ISIS y deportar a los inmigrantes seducen a muchos. Los intereses de las fuerzas que componen el gabinete de Trump auguran que este no se dejará llevar por posiciones patrióticas, nacionalistas o de principio. Solo cuenta para ellos, la acumulación de capital. En Europa, muchos líderes de la derecha soberanista declaran su simpatía ante el presidente gringo, su “nacionalismo económico” y su retórica antiglobalización. En este 2017, se organizarán elecciones en los Países bajos, pero sobre todo en Francia y Alemania, dos países clave en Europa, en donde se enfrentaran las posiciones atlantistas y soberanistas. En ambos países, esta pugna se ha transformado en un tema determinante ante la creciente desconfianza de la ciudadanía europea y de sectores de la oligarquía con la Unión Europea y sus instituciones. Los partidos atlantistas, como los partidos socialistas franceses, españoles, alemanes y británicos son los últimos defensores de una Unión Europa que ha venido desmantelando las políticas sociales y ha asumido la estrategia norteamericana de enfrentamiento con Rusia en desmedro de los intereses de grandes sectores de la burguesía europea. El euroescepticismo crece cada día, las consecuencias de las políticas de la UE en Libia y en Siria con las ola de migrantes y la violencia terrorista ha contribuido a profundizar la desconfianza ciudadana. Las derechas extremas parecen haberse adueñado del discurso nacionalista con la excepción notable de la alianza de izquierda francesa de Jean-luc Mélenchon y su concepto de “independentismo francés”. En este contexto, el presidente Trump amenazó a la Unión Europea con levantar impuestos a sus importaciones acusando a Alemania de usar el Euro barato para estimular sus exportaciones. En respuesta, el vice canciller alemán, Sigmar Gabriel, comentó recientemente, que “tomando en cuenta los planes proteccionistas del nuevo presidente de los Estados Unidos, podemos pensar que las relaciones comerciales con China se verán reforzadas”. Ya en el 2016, China se había transformado en el primer socio comercial de Alemania por delante de los EEUU y de Francia. Las contradicciones y las amenazas permanente de la administración gringa actual tienen muy nerviosos a algunos, otros le restan importancia a esa verborrea belicista como el canciller chino Wang Yi quien dijo, aludiendo a unas declaraciones de Steve Bannon (el ideólogo de Trump y su principal asesor en el Consejo Nacional de Seguridad) sobre la inevitabilidad de una guerra con China: “ Todos los políticos sobrios reconocen que no puede haber una guerra entre China y Estados Unidos porque ambas partes perderán y ninguna de ellas se lo puede permitir”. Trump tildó a la OTAN de obsoleta en el marco de su campaña, cuando prometía que los Estados Unidos soltarían el peso de cargar con la defensa de soberanías ajenas. Pero el Secretario a la Defensa Mattis, declaró el 15 de febrero 2017, en la sede de la OTAN, que está organización seguirá siendo “una base fundamental para los EEUU”, al mismo tiempo que exigió que los países miembros de la alianza respetaran los acuerdos anteriores y subieron su aporte económico a la organización al 2% del PIB. Ese mismo día, en un Twitt, el Presidente Trump ponía en tela de juicio a la administración Obama por haber permitido que Rusia se “tomara” a Crimea y poco después, el vocero de la Casa Blanca Sean Spicer declaraba: “El Presidente Trump ha sido muy claro. El espera del gobierno ruso que este desescale los niveles de violencia y devuelva Crimea a Ucrania”. En Julio del 2016, Trump en plena campaña electoral declaraba a ABC News: “Por lo que he podido oír, la gente de Crimea quiere estar con Rusia antes que allí donde estaban”.

En cuanto al Medio Oriente, el candidato Trump
prometió acabar con las dumb war (guerras tontas) como la de Irak “que
costó muchas vidas, mucho dinero y no trajo nada”. Trump presidente ordenó
intensificar los bombardeos a partir de drones en Yemen, aumentar el número de
efectivos de Fuerzas especiales en dicho país y por primera vez, tropas
regulares gringas se “invitan” a territorio Sirio. Además, un Twit del
CENTCOM anunciaba el 9 de marzo 2017 que la nueva estrategia para Afganistán
necesitaría del envío de más tropas. Por otro lado sigue la escalada y las
provocaciones en contra de Irán. Ante los logros del Eje de la Resistencia
apoyados por Rusia, en su lucha a muerte en contra de DAESH, los Estados Unidos
(y Turquía) se ven obligados a revisar a la baja sus expectativas y entrar en
una lógica de control de daños, hasta elaborar una nueva estrategia que les
permita alcanzar sus objetivos en Siria, territorio fundamental en el
diseño de las futuras rutas de abastecimiento energético de Europa. Las elites
gringas y las europeas atlantistas, deben impedir a toda costa la integración
económica de Europa con Eurasia. El ejército estadounidense ya ha anunciado que
las tropas gringas se quedarían en Raqqa tras la derrota de DAESH.
Ante la siniestra realidad de un sistema político diseñado para
favorecer los intereses del mejor postor, la composición de un gabinete
ministerial abiertamente favorable a la globalización y al libre
comercio, ante la poderosa inercia de todo un sistema militar, económico
y financiero que debe, por naturaleza, seguir expandiéndose y asimilando
riquezas so pena de colapsar, el supuesto repliegue de Medio Oriente, Europa
y la OTAN, se parece más a un vulgar chantaje para exigir una mayor participación
de los Estados clientes al intento de mantenimiento del actual orden mundial,
que a un cambio radical de rumbo. Las políticas agresivas con China están
destinadas a obtener mayores concesiones de Beijing en el marco de futuras
negociaciones. Este chantaje no es nuevo. Fue Barack Obama quien inició las
presiones económicas y militares directas hacia China en lo que fue su Asia
Pivot. En cuanto a la relación con los aliados europeos, el ex
presidente yanqui había, en sus inicios como presidente, llamado al dialogo
para dejar atrás el “ultra-liderazgo norteamericano” en una elegante formula
que tuvo como expresión concreta, la guerra occidental en contra de la Jamariya
libia en la cual las FF.AA europeas y del Golfo tuvieron mayor
protagonismo, como también, en la creación de una infantería imperial con
rostro islamista, armada y financiada por los socios de la OTAN y las
monarquías árabes. Las subsecuentes guerras en Siria y Yemen corresponden
también a ese nuevo modelo de cooperación imperialista. En la Cuenca del
pacifico, la anulación del TPP significa la necesidad para el imperialismo de
repensar un instrumento de dominación económica para la región ya que el TPP no
cumplió con los objetivos de excluir a China. La nueva administración gringa
parece haber dejado atrás los “buenos modales” y la “elegancia” de la anterior
administración para golpear la meza y extorsionar abiertamente a sus
socios/clientes.
En cuanto a Donald Trump, más allá de las promesas de campaña en el
marco del Reality Show que son las elecciones gringas, si alguna
vez tuvo la intensión de enfrentarse a la naturaleza imperialista de los EEUU,
la correlación de fuerza muy superior de la fracción mayoritaria de la
oligarquía estadounidense que sostiene el modelo imperialista, le irá recordando
al actual presidente que el poder real no está en la Casa Blanca. La inercia de
la maquinaria imperialista, de la cual el mandatario gringo, su gobierno y las
fuerzas que lo han apoyado son parte integrante, está imponiendo poco a poco su
lógica implacable. ¿Será que esa corriente de derecha “soberanista” que
recorre a los centros imperialistas no sea más que una herramienta política
para evitar la llegada al poder de fuerzas progresistas o de izquierda radical
en estos tiempos de crisis sistémica del capitalismo?
El anuncio del aumento de 54 mil millones de dólares del presupuesto
militar de los EEUU no significa que habrá una guerra abierta con China, Rusia
o Irán en lo inmediato, sino que la maquinaria imperialista seguirá tragándose
los recursos que deberían ser destinados a resolver los problemas del pueblo de
los Estados Unidos. Pero ese pueblo no tiene lobbistas, ni think tanks que
elaboren y promuevan leyes a su favor, ni medios de comunicación masivos que
cuenten sus verdades y promuevan la satisfacción de sus necesidades, tampoco
tiene millones de dólares para comprar a congresistas y senadores, ni un
partido o movimiento que los organice para la defensa de sus intereses. De no
despertar ahora, deberán seguir culpando a los inmigrantes o a los chinos
por la pérdida de sus puestos de trabajo, deberán continuar esa larga tradición
de pobre estadounidense enrolándose en la Navy o en los marines para ir
a asesinar a otros pobres en nombre de la libertad y del American Dream en
beneficio de los Trump, Cheney, Bush, Clinton, Soros, Obama, Koch, etc...
Mientras tanto, el primer ministro chino Li Keqiang anuncia una
inversión de 300,000 millones de USD en para su programa “Made In China”, un
programa destinado a adquirir y desarrollar la capacidad para el gigante
asiático de producir aviones, Robots, automóviles eléctricos, y redes de
comunicación de última generación. O sea, se trata para China de llegar a poder
prescindir de la producción de Boeing, Airbus, Siemens, General Electric.