Entrevista con el escritor uruguayo Ignacio Martínez: la cultura como patrimonio de cada ser humano
Ignacio Martínez es un uruguayo sesentón que llegó a la literatura por los avatares de la vida, pero que al cabo del tiempo suspira con cierto regocijo cuando dice haber publicado 90 libros para niños y jóvenes, y 14 para adultos.
Sentados en la cocina de su vieja casona en Montevideo, de
estilo colonial y de ladrillos tapizados con marquetería de madera para
imprimir modernidad y comodidad, Prensa Latina dialogó con este hombre de
hablar ameno y profundo sobre su vida y obra literaria.
Escribo para diferentes sellos editoriales, pero uno lo
inventé yo mismo y se llama Ediciones del Viejo Vasa, fue una
"recomendación de Eduardo Galeano cuando volvimos a Uruguay después del
exilio", dijo al evocar a su viejo amigo ya fallecido en 2014.
Eduardo decía: "en Uruguay edítate vos tus
propios libros, que vas a ganar más". Eso fue en el año 85 y lo viene a
entender 10 años después. Él lo hizo enseguida al inventar un sello que se
llama Ediciones del Chanchito, porque manifestaba que "el mundo editorial
es todo negocio, es una chanchada".
¿En qué momento se encamina hacia el mundo literario?
Todo empezó en Suecia, donde daba clases de idioma
español y escribía algunas cosas por hobby. Luego, en Venezuela las cosas
comenzaron a tomar mejor cuerpo al ganar un concurso en el diario de Caracas en
1981 y empecé a sospechar que la literatura podría ser una vía de expresión.
Mi primer libro salió en el año 1983, después tuve un
pequeño paréntesis porque estaba volviendo a Uruguay, y hubo un segundo momento
muy fuerte en el 88. Un año después obtengo el primer premio nacional.
Desde entonces vengo, hace 27 años, trabajando muchísimo de
forma ininterrumpida para diferentes sellos editoriales. En Uruguay lo hago con
Banda Oriental, Fin de Siglo, y a nivel internacional con Planeta.
¿Por qué básicamente la afición por escribir para los
niños?
Eso es algo difícil de explicar, yo digo una frase que a
veces resulta un poco grosera, pero la digo igual, porque a esta altura de la
vida y como anda el mundo, escribir para adultos es una pérdida de tiempo,
tenemos que invertir toda la fuerza en esos muchachitos que pueden hacer las
cosas mejor que nosotros.
Porque este mundo está tan, tan revuelto y cometiendo tantas estupideces con el planeta y la humanidad, que me siento
mucho más cómodo trabajando para los niños y jóvenes.
Hay autores que cuando hablan de literatura consideran que
crear para los niños es mucho más difícil.
Esos son los mejores escritores, respetuosos, porque hay
otra parte de los intelectuales que desprecian la literatura para niños y la
consideran una literatura menor.
Yo me adhiero a esta primera versión, porque veo como un
desafío muy importante escribir para los niños.
También creo que la literatura es una sola como lenguaje, el arte está en cómo le llegas tú al lector. He visto niños leyendo sin ningún problema páginas de Eduardo Galeano, Julio Cortázar o Mario Benedetti, poesías que nunca estuvieron pensadas para ellos, cuentos que nunca estuvieron pensados para niños, y los disfrutan, sin embargo.
También creo que la literatura es una sola como lenguaje, el arte está en cómo le llegas tú al lector. He visto niños leyendo sin ningún problema páginas de Eduardo Galeano, Julio Cortázar o Mario Benedetti, poesías que nunca estuvieron pensadas para ellos, cuentos que nunca estuvieron pensados para niños, y los disfrutan, sin embargo.
De la amplia creación literaria que tiene para niños, ¿cuál
le resulta más afectiva y apegada?
En general digo que mis libros son muy solidarios entre
ellos, uno ayuda al otro y el nuevo que aparece es el que más me cautiva en ese
momento, el que ya nació que haga su vida.
Obviamente, un libro que tenga 30 años y fue llevado al
teatro, recorrió muchísimo mundo y ha sido premiado, tiene toda una historia,
pero no por ello tiene que ser mejor que el que salió hace dos meses. Es
distinto, como las personas, y siempre les digo a los niños, este libro pudo
haber sido mejor que él, no mejor que otro libro, nadie va a ser mejor que tú
les digo, tampoco peor, esfuérzate por ser mejor tú mismo.
A la hora de crear, ¿en qué posición se pone usted, en la
de niño o la de adulto?
En la mía, en la de un adulto. Hay dos momentos, uno de
creación muy fantástico que pienso mucho en el niño, pero la idea es un
momento, y punto. Escribo más o menos lo que va saliendo, no pienso ni en los
puntos ni en las comas, va saliendo.
Después hay un segundo momento de corrección que es
extremadamente meticuloso, y ahí pienso mucho en el niño y en el público en
general. Después corrige mi esposa, uno de mis hijos, corrigen uno, dos o tres
correctores profesionales, mujeres todas. Después el libro vuelve a mí y es
entonces cuando digo que se edite.
Por eso digo que yo no creo en eso de escribir poniéndome en
lugar de los niños, porque no es un niño el que escribe, sino un profesional de
la literatura, pero lo hago con esa libertad que permite el acto de crear y con
la rigurosidad de pensar quién va a leer.
En este año 2016 ya están listos para salir 10 libros para
niños pequeñitos; se va a llamar "Ignacio Martínez para los más
pequeños", de cero a cinco años, por supuesto que hubo que pensar mucho en
ellos.
Y las temáticas, ¿cuáles son?
El personaje se llama Camilo, tiene dos años y comienza
"Camilo y el chupete", "Camilo y los pañales", "La
familia de Camilo", "Lo que come Camilo", cada libro va contando
un poco la vida de ese niño, y al final tiene una ficha para los padres.
¿Quién es Camilo?
Camilo es un nietito chiquito, un niño maravilloso, un niño excepcional, y me pareció lindo hacerlo con él. Va a salir
con la Editorial Planeta y en eso vamos a estar trabajando este año junto con
al libro para adolescentes y adultos "Una vez en los Andes".
En el año 1972 fue aquel accidente fenomenal de un avión,
donde solo 16 personas hombres sobrevivieron 72 días, a 20 grados bajo cero.
Se ha escrito mucho e inclusive se han hecho películas,
algunas un desastre, malísimas, pero el tema es tan interesante que me dije:
"por qué no intentar escribirla para esa edad de entre 10, 12 y 15
años".
Resulta que los sobrevivientes, que son todos sesentones, me preguntaron si yo podía escribir esa historia, y les dije que sí. El libro sale en marzo como uno de los desafíos para este año.
Resulta que los sobrevivientes, que son todos sesentones, me preguntaron si yo podía escribir esa historia, y les dije que sí. El libro sale en marzo como uno de los desafíos para este año.
¿Cómo usted ve hoy el fomento y desarrollo de la literatura
en Uruguay?
Por un lado, hay muchos creadores nuevos y saludo eso, pero
el mundo de la literatura -como el de cualquier arte- muchas veces está
sometido a las reglas del mercado, y entonces si vende y da ganancia aunque sea
espantoso, fabrícalo.
Ese concepto lucha contra el nuestro, que es promover la
cosa nueva, buena, revolucionaria, que aporte... aunque sigue habiendo también
más de lo mismo, poca creación o de búsqueda de temáticas, estilos o
expresiones que enriquezcan el lenguaje, lo cual está planteado.
Creo que la cultura también es un territorio en disputa
entre los que pensamos en una cultura transformadora, como decía Federico
García Lorca, "una cultura que nos dé alas", y la otra, decía él:
"la que nos da pezuñas", para el burro carrero que tira del yunque.
Yo quiero la primera, eso es discusión ideológica, eso es
calidad, búsqueda de temas, que los autores no se crean que están en una
especie de torre de cristal consagrada, porque todos somos creadores.
La Cultura te protege pero, al mismo tiempo, te convida a ir
hacia una ofensiva, no nos quedemos amilanados, hay que trabajar esto con un
nuevo concepto porque la cultura y las artes no son patrimonio de los
talentosos, son patrimonio de cada ser humano.
En el caso de la cultura hay que luchar feroz y abiertamente
contra la banalidad. Contra la estupidez, la mediocridad y la idea de
sometimiento. En mi país hay toda una propuesta cultural para que te sometas,
para que creas que lo que viene de Hollywood es maravilloso y quieras parecerte.
Eso es lo peor que nos puede pasar, cuando el oprimido se
quiere parecer al opresor y ve en el opresor al modelo, eso es terrible.