El Maquiavelo estadounidense digiere su derrota en silencio pero, cuidado
Todavía, Trump se niega entregar el poder al vencedor de las elecciones del 3 de noviembre, el demócrata Joe Biden y le es imposible digerir su derrota, guarda silencio sobre el asunto, mientras, según algunos, prepara sus últimas semanas en el gobierno con cosas que alarman.
“La naturaleza de los pueblos es muy poco constante: resulta fácil convencerles de una cosa, pero es difícil mantenerlos convencidos”, según una frase atribuida al filósofo político italiano Nicolás Maquiavelo, a quien se asocia de muchas ideas malignas que se acercan al comportamiento de Donald Trump.
No está lejos de la verdad esa asociación, pues el magnate inmobiliario de neoyorquino al margen de la realidad busca de manera obsesiva la persecución del poder y del prestigio cueste lo que cueste, con independencia de consideraciones éticas que se posponen a ese fin, ya que el fin importa más que los medios, algo recurrente en la actuación del 45 presidente de Estados Unidos.
Todavía, Trump se niega entregar el poder al vencedor de las elecciones del 3 de noviembre, el demócrata Joe Biden y le es imposible digerir su derrota, guarda silencio sobre el asunto, mientras, según algunos, prepara sus últimas semanas en el gobierno con cosas que alarman.
Aun se esperan acontecimientos perturbadores en el país, luego de una campaña presidencial agotadora y divisiva, pero la elección y el proceso de recuento de votos todavía no terminó y Trump insiste en que le robaron el resultado de la justa.
Diversos análisis señalan que el presidente perdió la arrogancia después de su derrota en las elecciones del 3 de noviembre, pero su silencio y la campaña de sus seguidores negando su fracaso atemoriza a los estadounidenses, que al parecer se cansaron del engaño de casi cuatro años que evidenció la incompetencia de Trump.
Pese a la alegría y las celebraciones de la mayoría que se pronunció contra un segundo mandato, destacan una vez más los contornos de una nación profundamente dividida y polarizada.
"Donald Trump se está comportando como un dictador de hojalata que acaba de perder el poder y se niega a aceptar los resultados", dijo el historiador presidencial Douglas Brinkley, en una aproximación a lo que sucede en Estados Unidos.
En la justa de este año era previsible que, si el resultado no le era favorable, Trump desencadenaría un vendaval se quejas y reclamos, incluso algunos expertos llegaron a hablar que ese escenario convulso pudiera llevar hasta una guerra civil.
Desde hace muchos meses, y tal vez previendo el actual desenlace donde el voto anticipado y por correo, lo sacó del ruedo, Trump impugnó ese tipo de votación como fraudulenta, trató sembrar en la imaginación de la población que Biden no es un presidente legítimo, aunque obtuvo hasta ahora casi cinco millones de votos más en las urnas.
Pero, será difícil que el mandamás en la Casa Blanca pueda engañar a su pueblo e insista que no fue una elección “libre y justa”. ¿Tantos estadounidenses se equivocaron?, cabría preguntarse.
Aun con gran parte de Washington, Wall Street y el mundo reconociendo el resultado, el mandatario rehúsa ingresar al campo de los perdedores e insiste en disputar la legitimidad de esta elección, tanto ante tribunales como con sus bases ultraderechistas en las calles, como ocurrió el sábado 14 de noviembre en Washington DC. Los resultados, sin embargo, son aplastantes.
Es tanto así que ya diversos análisis alertan de que el casi exmandatario pudiera abusar de sus prerrogativas sobre el perdón presidencial, entre ellos uno de Jack Goldsmith, profesor de derecho en la Universidad de Harvard.
“Ahora que ha perdido las elecciones, Trump probablemente se perdonará a sí mismo, a sus amigos, a sus familiares y a las entidades de negocios y (sus)empleados por cualquier crimen que hayan podido cometer antes o durante su presidencia”, indicó un informe publicado en el diario The New York Times.
Es poco lo que se puede hacer en este momento para evitar una posible ola de indultos en el período de transición, pero la limitación de los delitos federales significa que el presidente no puede detener las investigaciones penales estatales, incluida una en su contra del fiscal de distrito de Manhattan sobre un posible fraude bancario y de seguros, puntualizó Goldsmith.
No es sorprendente que los alivios y conmutaciones del presidente sirvan en gran medida a sus intereses personales, puntualizó.
Cita el letrado afirmaciones del gobernante en las cuales proclama el “derecho absoluto a perdonarme a mí mismo".
La cuestión se plantearía si después de que abandone el cargo la nueva administración lo acusa de un delito por el que se exoneró a sí mismo, lo cual solo puede ser resuelto por el Tribunal Supremo, donde tiene una mayoría conservadora de 6-3.
En este ambiente recreado por Trump, funcionarios y analistas estadounidenses consideran que su actuación de las últimas semanas en la Oficina Oval pudiera ser peligrosa para la seguridad del país.
Por ejemplo, un artículo que publicó el diario The Washington Post afirma que como expresidente podría revelar los secretos que aprendió mientras estaba en el cargo.
Un reciente análisis suscrito por Thomas B. Edsall en el diario The New York Times acentúa que la negativa del presidente a admitir que perdió las elecciones “nos lleva a un terreno peligroso”.
Edsall, un laureado periodista y académico, cita a observadores que creen que la situación actual en la cual el republicano niega reconocer su derrota presenta una mezcla particularmente peligrosa, que plantea un peligro potencialmente grave para su país.
Tras su fracaso de imitar a Maquiavelo, el mandatario trata de establecer un centro de poder distinto y antagónico al gobierno nacional legítimamente elegido, según opinó Sean Wilentz, profesor de historia de Princeton.
El impredecible peligro en el que Trump y sus secuaces están metiendo a la nación no tiene antecedentes, indicó Edsall, y alertó que nadie sabe a dónde llevará esto. El engaño puede convertirse en tragedia.
Pero, el empeño de convertirse en el zar republicano para los próximos cuatro años fracasó estrepitosamente, más cuando políticos y estrategas en Estados Unidos afirman no podrá variar los resultados de las elecciones del 3 de noviembre.
Incluso, Karl Rove, considerado arquitecto de la campaña del expresidente George W. Bush, dijo que las elecciones ‘no serán revocadas’, mientras Trump prosigue en sus planes de salir de la Casa Blanca como víctima de un fraude sobre el que no presentó pruebas.
Pero, cuidado, un animal herido siempre es peligroso. Así lo demuestran sus recientes acciones, entre ellas el relevo del secretario de Defensa de Estados Unidos Mark Esper, lo cual incrementó el malestar y la alarma en medios del aparato militar.
¿Sugiere la destitución de Esper que el presidente haga un último esfuerzo apocalíptico a medida que se acerca su propia partida?, preguntó un análisis que publicó la revista estadounidense The Nation.
La publicación, llamó a los estadounidenses a estar en guardia ante cualquier evidencia de que la decisión de Trump de despedir al jefe del Pentágono y reemplazarlo por un veterano de Operaciones Especiales adelanta un plan encubierto de la Casa Blanca para usar al ejército en apoyo de un impulso ilegal para subvertir la democracia e instalarlo como dictador.
Ante estos peligrosos pataleos de última hora destacan declaraciones del general Mark Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto, que seguramente encolerizarán a Trump. "No hacemos un juramento a un rey o a una reina, a un tirano o a un dictador. No hacemos un juramento a un individuo".