Integración latinoamericana: CELAC o no será
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), fundada en el 2010, pudiera entrar en un nuevo escenario de reimpulso de su función integradora en la región.
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Integración latinoamericana: CELAC o no será
Con el ascenso de gobiernos de derechas, la CELAC sufrió una paralización, estimulada además por Estados Unidos en su afán por debilitar el esfuerzo integracionista y para reposicionar a la OEA.
La creación del Grupo de Lima con el fin de destruir la Revolución Bolivariana y el ridículo reconocimiento de Juan Guaidó como presidente de Venezuela; la extensión del mandato de El Salvador en la presidencia pro tempore ante la negativa de otros gobiernos de asumir el cargo en 2018; el golpe de estado en Bolivia que truncó la presidencia pro tempore de ese país en 2019; el ataque frontal contra la UNASUR y la creación de ProSur, son algunos hechos que impactaron en la región y en el interior de la CELAC.
Desde 2017 no se realiza una cumbre presidencial y la inmovilidad se apoderó de la Organización. Solo se avanzó tenuemente en temas muy puntuales y sectoriales, espacios en lo que lo político fue puesto a un lado con el fin de evitar la desarticulación total del mecanismo.
Sin embargo, la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México y de Alberto Fernández a la de Argentina, unido a la resistencia mantenida por la alianza cívico-militar venezolana, y a la victoria electoral contra el golpe de estado en Bolivia, permitió que la región iniciara una reconfiguración de la correlación de fuerzas, que cuenta además con el cambio de la política exterior peruana tras el triunfo de Pedro Castillo.
En este nuevo contexto, México y Argentina comenzaron a impulsar el rescate de la CELAC, conscientes de la importancia estratégica de mantener y, eventualmente, fortalecer la articulación del único mecanismo integracionista regional que reúne a los 33 países de la zona.
La interlocución de la región como un todo con el resto del mundo, cada vez más organizado en bloques, tiene un peso esencial en la actitud de los gobiernos argentino y mexicano. Esta postura tiene una carga importante de soberanía, pues no podrá haber diálogo entre iguales mientras quede intacta la subordinación histórica de la región a Estados Unidos.
Solo así podrá Latinoamérica rebasar su condición periférica en un mundo donde las contradicciones entre las grandes potencias económicas y militares aumentan, escenario difícil de enfrentar desde posturas individuales y sectarias.
Otros importantes actores regionales como Cuba y Venezuela consideran que la cooperación intrarregional en medio de la diversidad ideológica es fundamental para enfrentar los desafíos comunes más ingentes.
Cuestiones como ciencia, tecnología e innovación, seguridad alimentaria, gestión de riesgos ante desastres naturales, enfrentamiento al cambio climático, mitigación de la pandemia de la Covid-19 y la superación de problemas estructurales de cara a garantizar mayores niveles de equidad, en especial en materia de acceso al empleo, educación y salud, son deudas pendientes que los países latinoamericanos y caribeños no podrán solucionar fragmentados.
El convite mexicano
La victoria de López Obrador en México supuso el regreso paulatino de los principios históricos de la política exterior de ese país, guiados por el respeto estricto a la soberanía de las naciones, la no injerencia en sus asuntos internos y la promoción de la cooperación regional.
Además, López Obrador encontró un país que en materia de política internacional estaba marginado de la zona y mantenía una clara subordinación a los designios de Washington. En este contexto, el gobierno mexicano priorizó el rescate del lugar independiente del país en la región, de cara a una estratégica preservación de sus intereses nacionales en medio de las pugnas económicas y políticas que se desarrollan especialmente entre China y EE.UU., sin descuidar la interconexión económica con este último.
Esos nuevos aires impactaron en la dinámica de la CELAC bajo la presidencia pro tempore de México, país impulsor de este mecanismo integracionista desde su creación.
La reciente reunión de cancilleres efectuada en julio en territorio azteca, confirmó el interés de México de reimpulsar la CELAC, y aunque queda por ver si persiste un enfoque funcionalista de la Organización, las palabras de López Obrador en la clausura del convite anunciaron que la CELAC también apostará a una integración más amplia, en la que lo político tendrá un lugar trascendental.
Lo anterior no se explica por la fecha escogida para el evento: el 24 de julio, aniversario del nacimiento de Simón Bolívar, mensaje simbólico de peso; ni por las palabras de respeto a la resistencia de Cuba; o las críticas a la OEA.
Lo más trascendental de las palabras de López Obrador estuvo en la argumentación histórica, política, económica y simbólica que ofreció para poner sobre la mesa un asunto de extrema urgencia para la región: ¿Cómo responderá América Latina y el Caribe frente a la disputa político-comercial entre Estados Unidos y China? ¿Cómo contribuir al equilibrio y ayudar a mantenerlo?
López Obrador lanzó su idea en el marco de los principios históricos de la política exterior mexicana y de su propio acervo ideológico, pero sin perder de vista la condición de vecindad que comparte con Estados Unidos ni la extrema interconexión y dependencia económica que existe entre ambos países.
Alertó el presidente mexicano, no sin cierta resignación realista, que la disputa entre Washington y Beijín obliga a replantearse las relaciones interamericanas, y que América Latina y el Caribe, como un todo, debe prepararse para un nuevo diálogo entre iguales, sin que la región sea colonia, protectorado o patio trasero de Estados Unidos.
El reciente proceso negociador entre el gobierno legítimo de Nicolás Maduro y la oposición venezolana en territorio mexicano, con la participación de Noruega, además de dejar atrás el “plan Guaidó” de Trump, coloca a México en el centro de las soluciones de los problemas más álgidos que dividen a Latinoamérica.
Ya desde antes, Washington estaba pendiente de los pasos que desde la Unión Europea se daban para establecer un diálogo entre Miraflores y la oposición venezolana. Con este esfuerzo, López Obrador aspira a ayudar a superar un capítulo que ha profundizado la polarización en Latinoamérica y abonar al camino anunciado en la reunión de la CELAC en julio pasado.
Argentina ha expresado su interés de suceder a México en la presidencia pro tempore el próximo año, lo que significa una continuidad del trabajo dedicado a recolocar a la CELAC en el ámbito regional. Sin lugar a dudas, hay un nuevo esfuerzo por reimpulsar el sueño de una América Latina y el Caribe más integrada y concertada que, fuera del marco de la CELAC, no será ni podrá alcanzar esa aspiración.