Después de las elecciones iraquíes... posibles opciones para evitar los túneles oscuros
Las declaraciones emitidas por algunos dirigentes de las fuerzas del marco de coordinación, carecieron en gran parte de los indicadores y características de aceptación de los resultados y de las cifras electorales anunciadas.
Los sorprendentes resultados electorales confundieron todos los cálculos.
Ha trascurrido aproximadamente un mes desde la celebración de las elecciones parlamentarias iraquíes, y las cosas siguen girando en un círculo vicioso, a la luz de la ola de rechazo, reserva, objeción y protesta política y pública contra los resultados finales anunciados por la Comisión Suprema Electoral Independiente pocos días después.
En lugar de llevar a cabo un conteo manual de cientos de puestos electorales que permita calmar los ánimos y acercar el final de la crisis, las manifestaciones de rechazo y protesta comenzaron a aumentar y expandirse y a medida que aumentaba y se expandía, la escena política general comenzó a verse envuelta en una ola de incertidumbre.
A diferencia de todas las elecciones anteriores, se esperaba que el proceso de recuento y selección electrónicos acelerarían el anuncio de los resultados, y así acortarían el período de tiempo para completar las pautas postelectorales, como lo son la aprobación de los resultados por parte del Tribunal Federal, y luego la convocatoria del presidente de la República para que se convoque el nuevo parlamento, y se proceda a la elección del presidente del mismo, y un nuevo presidente de la república, para que este último designe a un candidato perteneciente al mayor bloque parlamentario, con el fin de que este, y en treinta días a partir de la fecha de su designación, forme el nuevo gabinete ministerial; sin embargo, los sorprendentes resultados electorales confundieron todos los cálculos y disiparon varias expectativas, y el hecho de haber transcurrido un mes a la realización del proceso electoral sin lograr ningún tipo de avance, señala el alto grado de complejidad y ambigüedad que se ha producido, sin mencionar la preocupación de que se llegue a opciones y consecuencias peores.
La comisión electoral confirma que adopta los marcos y mecanismos legales para atender las objeciones y denuncias, o sea, quiere decir que no le concierne el movimiento de calle, ya que este involucra dimensiones políticas que no se le pueden imponer a su labor profesional de una manera que podría conducir a cambiar los resultados o modificarlos de la forma que satisfaga las expectativas de las partes que se oponen a estos resultados.
Tras más de dos semanas de manifestaciones pacíficas y plantones frente a la Zona Verde en la capital, Bagdad, y en otras provincias, la comisión preparatoria para las manifestaciones y sentadas y en rechazo a los resultados electorales, anunció en su último comunicado emitido hace unos días, que recurre al Consejo Supremo de la Judicatura y al Tribunal Federal, señalando en su comunicado sobre el particular: “porque la comisión con su lamentable ejercicio ha perdido su imparcialidad y credibilidad de papel en su desempeño tanto en lo legal como lo moral, hacemos un llamado al Consejo Supremo de la Judicatura y al honorable Tribunal Federal, para que intervengan de una manera activa con el fin de salvar al país del perjuicio causado por la incompetente comisión”.
Al mismo tiempo, hizo un llamado a las masas populares de Bagdad y de las distintas provincias a manifestar pacíficamente en el marco de lo que denominó “la semana de la última oportunidad”, convirtiéndose la ciudad en escenario de manifestaciones violentas y enfrentamientos entre algunos manifestantes por un lado, y las fuerzas de seguridad encargadas de la protección de la Zona Verde, por el otro, lo que causó bajas entre muertos y heridos, provocando con ello mucha tensión.
Además de eso, las declaraciones emitidas por algunos dirigentes de las fuerzas del marco de coordinación, carecían en gran parte de señales de aceptación de las cifras y los resultados electorales anunciados.
El secretario general del Movimiento “Asaeb Ahl Al Haq”, el cheikh Qais al Khazali, señalo en una entrevista televisada, que los resultados son rechazados por la mayoría del espectro político, y este rechazo se fundamenta en pruebas y evidencias, así como afirmó que el curso de las protestas continuará hasta que se restablezca el estado de derecho; aún más, el Cheikh al Khazali insinuó la posibilidad de boicotear todo el proceso político si los resultados no cambiaban.
Por otro lado, el ritmo del movimiento en los pasillos y los escenarios políticos se incrementó de manera evidente, con la llegada del líder del movimiento sadrista, al Sayyed Muqtada al Sadr a Bagdad desde An Najaf al Ashraf, y tuvo encuentros tanto con el presidente del parlamento saliente y el presidente de la coalición “Taqadum”, Muhammad al Halbousi, que obtuvo cuarenta y dos escaños, y con el presidente de la Corriente de al “Hikmah” Ammar al Hakim, y Haider al Abadi, presidente de la "Coalición de la Victoria", además de reuniones mantenidas por algunos miembros de la delegación que acompaña a Al Sadr con la delegación del Partido Democrático del Kurdistán, encabezada por Hoshyar Zebari, quien llegó a Bagdad coincidiendo con la llegada de al Sadr a la capital.
Aunque el líder del movimiento sadrista abandonó Bagdad para regresar a su lugar de residencia en el área de al Hanana, en la gobernación de An Najaf al Ashraf antes de completar sus reuniones y encuentros programados, en protesta contra la injustificada violencia y la agitación -según lo expresó-, esto no quiere decir que se haya detenido la movilización para la formación del gobierno, sobre todo con la percepción general de que no importa que tanto se agudizaría la crisis alcanzando niveles críticos y peligrosos, al final, es necesario alcanzar una fórmula específica para calmar la situación y aceptar los hechos consumados de acuerdo con compromisos políticos, consensos y entendimientos que inicialmente conducen a apaciguar la crisis y a calmar la calle, para luego buscar una fórmula adecuada con el fin de gestionar el proceso político y el estado en la siguiente etapa, de acuerdo con los resultados electorales por un lado, y de acuerdo con las exigencias de la situación general del país, por el otro.
Asumiendo que los resultados electorales se mantendrán iguales o haya un ligero cambio relativo -y esto es lo que se espera-, aquí nos enfrentaremos a dos opciones, el primero es adoptar el principio del consenso que ha estado vigente durante los últimos 18 años, mientras que el otro, es la adopción del principio de la mayoría gobernante y la minoría opositora.
En cuanto a la segunda opción, adoptada principalmente en esta etapa por el líder del movimiento sadrista, esta fue planteada anteriormente por algunas figuras y fuerzas políticas, pero no se adoptó en la práctica, por varias razones, entre las que figuran la complejidad de la situación política general iraquí, así como la fragilidad en el ámbito de la seguridad y las influencias externas, así como la falta de convicción con tal propuesta de parte de los que pedían la formación de un gobierno mayoritario, debido a lo difícil de su implementación, y lo que podría provocar de crisis y problemas adicionales en caso de ser adoptada, sin mencionar la búsqueda frenética para obtener logros, posiciones y privilegios a través del gobierno, lo que hace que la idea de Ir a la oposición sea una opción inútil.
Aún más, incluso quienes boicoteaban el proceso político o se abstuvieron de participar en el gobierno, siguen comunicándose y se mueven a través de diferentes canales para conseguir posiciones y cargos aquí y allá.
En la etapa actual, la naturaleza de los alineamientos políticos, los números y los resultados electorales, además de los desafíos de la realidad, todo esto puede reducir en gran medida las posibilidades y perspectivas de seleccionar un gobierno de mayoría, y eso es lo que encontramos de manera clara en el discurso y las declaraciones de casi todos los dirigentes y las elites políticas, a través de su énfasis en la necesidad de dar prioridad a los intereses nacionales generales, y la importancia de lograr un consenso que permita evitar problemas y crisis y mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos.
Dado que el consenso y el entendimiento dentro del componente chiita, especialmente en lo que concierne a la figura del primer ministro, es la clave para las acciones generales y los entendimientos posteriores con los componentes sunita y kurdo, y dado que ningún partido -independientemente de si ha logrado el mayor número de escaños parlamentarios o no- puede resolver unilateralmente los asuntos en ese momento, es inevitable que las partes se sientan juntas alrededor de la misma mesa, no importa cuán profundas y grandes sean las diferencias entre ellos.
El movimiento sadrista, que obtuvo 73 escaños, no puede formar solo un gobierno de mayoría con parte del componente sunita y parte del componente kurdo, e incluso aunque atraiga bajo su paraguas a varios independientes y pequeños bloques no tendría éxito en el nombramiento de un gobierno de mayoría, porque los sunitas y los kurdos prefieren y más bien, quizás insistan, en tratar con el componente chiita después de que este haya alcanzado el nivel mínimo de entendimiento y consenso de facto.
Lo mismo ocurre con las fuerzas del marco coordinador, cuyos escaños se estiman, si deciden establecer una alianza o un bloque parlamentario sólido, en más de ochenta escaños, y si se dirigen a los espacios sunitas y kurdos para establecer alianzas temporales, como algunos, les gusta llamarlos, chocarán con los mismos hechos y posiciones.
Lo que se debe enfatizar es que la insistencia de los componentes sunita y kurdo para lograr primero el consenso chiita, no surge de la preocupación por este componente, en la medida en que se relaciona con entendimientos y consensos similares dentro del marco de estos dos componentes, para determinar y resolver los cargos de la presidencia de la república y la presidencia del parlamento, y más aún para determinar y llegar a un acuerdo sobre la participación de cada componente en la formación del gobierno en su marco general integral.
Quizás la mayoría de las fuerzas y personalidades políticas están plenamente conscientes de que la opción del consenso y el entendimiento político, con todos sus aspectos negativos y deficiencias, sería mejor, al menos en el futuro previsible, que la opción de un gobierno mayoritario, especialmente si la oposición no es mucho menos en términos de influencia y presencia pública que la parte gobernante; sin mencionar que la segunda opción puede profundizar el estado de división, fragmentación y desintegración dentro de los límites de un solo componente, y entre los componentes, y esto significa, entre otras cosas, profundizar los problemas y agudizar las crisis en lugar de resolverlos.
Optar por el consenso y la comprensión puede allanar el camino para las reconciliaciones entre oponentes acérrimos, como lo es entre el líder del movimiento sadrista, Muqtada al Sadr, y el líder de la coalición “Estado de derecho” (Daulat al Qanun), Nouri al Maliki, así como entre al Sadr y el secretario general del movimiento “Asaeb Ahl Al Haq”, el sheikh Qais al Khazaali, y como lo es el de resolver las diferencias y derribar las barreras entre los dos polos principales del componente sunita, Muhammad al Halbousi, el jefe de la alianza “Taqadum” (Progreso)", y su rival, el líder de la alianza “Azm”, Khamis al Khanjar, ya sea a través de la mediación turca y qatarí o la mediación interna tribal.
En caso de ser necesario mantener un pequeño espacio para la oposición, se nota que el movimiento “Extensión” que nació del seno del movimiento de octubre, y logró ganar nueve o diez escaños, y con ellos parte de los independientes que lograron obtener escaños, cuyo número es estimados en unos treinta diputados, habiendo algunos de ellos conformado el llamado “Bloque Popular Independiente”, estos ocuparán este espacio y se movilizaran dentro del mismo, sin afectar mucho las ecuaciones de consenso y entendimiento entre las fuerzas y los grandes componentes; todo esto no anula la posibilidad o hipótesis de que se produzcan sorpresas sorprendentes a las que se ha acostumbrado el escenario general iraquí, como que al Sadr decida algo fuera de los cálculos y lecturas realistas o que algunos vayan a boicotear el proceso político, como lo insinuó al Khazali.
Todo eso depende del hecho de poder salir del impasse de los resultados electorales, y de cómo y cuándo; en cualquier caso, no parece que el nuevo gobierno iraquí podrá ver la luz antes de la próxima primavera.
Las ideas y opiniones expresadas en este artículo son las de su autor y no reflejan necesariamente el punto de vista de al Mayadeen.