Colombia: La esperanza se llama Petro
Cuatro meses distan de las elecciones presidenciales en Colombia y ya los poderosos muestran su miedo. El caudal político del candidato presidencial Gustavo Petro y la derrota del fascismo en Chile constituyen señales de preocupación para la derecha colombiana.
Los que han dominado el país durante dos siglos temen perder sus privilegios. Ni un poco de equidad económica están dispuestos a ceder. Para ellos el saqueo debe continuar.
Petro es un ex militante urbano de una guerrilla que hizo la paz en su juventud. Está hecho para la política y la tribuna. La economía es otra de sus pasiones y la domina como atestiguan sus argumentos ante los cuales se desmorona el discurso contrincante.
Su proyecto aspira a cambios indispensables para conquistar un poco de justicia en un país que no la conoce. Dejar atrás la violencia sistémica; defender la vida, que es defender el equilibrio entre humanidad y naturaleza; alcanzar la justicia, la equidad y el respeto a los derechos fundamentales; propiciar el desarrollo productivo y entregar un país democrático, son sus anhelos. Asegura que de eso depende el futuro, no solo del país, sino del mundo.
Critica el neoliberalismo desde la argumentación económica y política. Se opone a la dependencia extractivista y demuestra con datos y reflexiones el impacto cultural y económico de políticas que han provocado una desigualdad extrema y vergonzante.
Petro es imbatible en los debates. Sus verdades no pueden ser ocultadas ni negadas. La mentira, la tergiversación, el chantaje y el odio se convierten en los recursos de sus enemigos. Pero Petro parece invulnerable a la mentira y al odio.
En 1985 fue torturado siendo concejal, y como un designio dedicado a los líderes indoamericanos, aprendió a perdonar. Su venganza es la paz.
Ser líder contracorriente en Colombia requiere valor. Petro no teme. Desde su tribuna parlamentaria le mostró al país la calaña terrorista, fascista y corrupta del Álvaro Uribe, el capo de tutti capi de cuanto poder oscuro existe en ese país. Y eso requiere valor.
Por ese valor lo detestan sectores políticos tradicionales que dicen alejarse de la derecha. Las convenciones políticas y discursivas le llaman a eso “centro político”. Y ese “centro” no quiere saber de Petro, quien los llamó para salvar el país del fascismo y el atraso, pero sus límites de clase les impiden acompañar a un político que le mira a los ojos al pueblo.
La izquierda y los diversos sectores sociales preteridos, explotados y vilipendiados, víctimas de un genocidio silenciado que no termina, se han unido en torno a Petro. No ha sido fácil el proceso. Contratiempos, señalamientos, debates, divisiones, cuñas y trampas de terceros no han faltado. Pero como nunca antes, van casi todos de la mano.
Petro leyó el contexto, este instante de la historia colombiana en el que el país dejó de mirar la guerra como causa, para comprender que es consecuencia. Y en esa reflexión colectiva que lidera Petro desde 2018, los pobres, los desempleados, los estudiantes endeudados, los pequeños empresarios arruinados, los indígenas y los negros, los campesinos sin tierra o sin mercado, los profesionales proletarios, los obreros, los trabajadores informales, los padres de los niños con hambre…han logrado un consenso y han parido un programa que apunta a la superación de viejas causas ocultadas por los mercaderes y heraldos de la guerra.
La paz no es aún real. Y Petro buscará desarmes y acuerdos, antes de que ese instrumento (guerra más narcotráfico) de la oligarquía apunte sus dardos contra el proyecto de país que debe ganar las elecciones presidenciales en mayo próximo.
Terabytes de mentiras circularán en estos meses. El poder desde el gobierno seguirá actuando con su discurso de odio y asesinará líderes para sembrar el terror, acentuar la desidia y desmoralizar a activistas y votantes.
Petro ya ha gobernado y sufrió la ira de la derecha y el fascismo. Las políticas públicas del entonces alcalde de Bogotá afectaron los intereses de grandes empresas. Fue destituido y enjuiciado, y recurrió al pueblo y a la ley para su restitución en el cargo.
Hoy el pueblo llena las plazas para acompañar al candidato presidencial progresista, y salvo que suceda un magnicidio o un megafraude, Colombia podría entrar en agosto a un capítulo trascendental de su historia.