Un personaje oscuro en la crisis ucraniana
Victoria Nuland, y con ella los "halcones" de Washington, son la expresión más radicalizada y violenta del imperialismo en su turbulenta fase de declive.
Ucrania parece condenada a un sufrimiento infinito. A sus actuales problemas internos (crisis económica y corrupción, según la Unión Europea) y a los derivados del posible enfrentamiento entre las tropas de la OTAN y Rusia en su convulso territorio, se ha sumado en los últimos días la nefasta presencia de Victoria Nuland -subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos- en las negociaciones entre Washington y Moscú.
Los turbios antecedentes de Nuland rara vez salen a la luz en la prensa hegemónica, dentro y fuera de Estados Unidos. Se la describe como una diplomática de carrera, pero más que nada es una lobbista del "complejo militar-industrial" de su país, incluyendo a General Dynamics, Northrop Grumman y otras corporaciones cuyos beneficios crecen en proporción al belicismo de la política exterior de Estados Unidos; beneficios que en parte devuelven a sus partidarios en las agencias federales de Washington, incluyendo a Nuland y otros del estilo.
No es un hecho menor que esté casada con Robert Kagan, uno de los más duros neoconservadores belicistas, y que juntos participen en una serie de organizaciones y think tanks dedicados a exaltar el "imprescindible" supremacismo estadounidense en los asuntos mundiales. Ambos tienen una importante cuota de responsabilidad porque se cuentan entre quienes diseñaron los tremendos fracasos militares en Afganistán, Iraq y Siria, entre otras aventuras bélicas.
Entre 2003 y 2005 Nuland fue una de las principales asesoras del vicepresidente Dick Cheney y una ferviente promotora de la invasión y ocupación de Iraq, política que a lo largo de los años produjo un saldo de medio millón de muertos, aunque algunas estimaciones arrojan cifras mucho más altas. En su segundo mandato, el presidente George W. Bush premió a Nuland por su beligerancia y la nombró embajadora ante la OTAN entre 2005 y 2008, periodo en el que se dedicó a organizar el apoyo internacional a la ocupación estadounidense en Afganistán.
En 2013, Barack Obama la nombró subsecretaria de Estado para Asuntos Europeos y Euroasiáticos, cargo desde el que promovió activamente las protestas de grupos nacionalistas y neonazis contra el gobierno de Víktor Yanukóvich, entonces presidente de Ucrania y representante del Partido de las Regiones, opuesto a la asimilación de Ucrania por la Unión Europea y la OTAN. Nuland no sólo auspició el "golpe blando" (que culminó con numerosos episodios sangrientos) sino que, excediéndose en sus atribuciones, participó personalmente en las manifestaciones que la extrema derecha protagonizó en la plaza Maidan de Kiev a finales de diciembre de 2013.
Tras la destitución parlamentaria del gobierno de Yanukóvich, el 22 de febrero de 2014, la intervención abierta de Estados Unidos en los asuntos internos de Ucrania se hizo aún más visible. A pesar de que Washington aseguraba que los problemas de Ucrania debían ser resueltos por los ucranianos, Nuland y Geoffrey Pyatt, embajador de Estados Unidos en Kiev, fueron los encargados de seleccionar quién, entre los líderes de la oposición, debía tomar las riendas del nuevo gobierno.
La opción estadounidense recayó en Arseni Petrovich Yatseniuk, un abogado y político estrechamente vinculado a la comunidad financiera que el 27 de febrero de 2014 fue nombrado primer ministro de Ucrania. En una conversación telefónica filtrada entre Pyatt y Nuland, el embajador sugirió que antes de hacer la propuesta a favor de Yatseniuk (que desairó a otros líderes de la oposición) sería conveniente consultar la opinión de los altos cargos de la Unión Europea. La respuesta de Nuland fue grosera y despiadada, y así quedó grabada y difundida por todo el mundo: "¡Que se joda la Unión Europea!". Los serviles gobiernos de la región, indignos vasallos de Washington según Zbigniew Brzezinski, aceptaron mansamente la ofensa. Angela Merkel y el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, se limitaron a decir que la metedura de pata diplomática de Nuland era "absolutamente inaceptable", sin exigir ninguna desautorización a la Casa Blanca. El incidente demostró el alcance de la bancarrota moral y política de los gobiernos europeos.
Nuland, y con ella los "halcones" de Washington, son la expresión más radicalizada y violenta del imperialismo en su turbulenta fase de declive.
Hace unos días, y por eso escribo esta nota, Nuland declaró que si se materializa la invasión rusa a Ucrania, el gasoducto "Nord-Stream 2" -diseñado para transportar gas desde Rusia a Europa Occidental sin pasar por territorio ucraniano- no podrá comenzar a funcionar. Si de algo podemos estar seguros es de que el creciente protagonismo de Nuland es una mala noticia porque reducirá las posibilidades de encontrar una solución diplomática a la actual crisis ucraniana.
Nuland, y con ella los "halcones" de Washington, son la expresión más radicalizada y violenta del imperialismo en su turbulenta fase de declive. Creen en la "misión civilizadora" de su país (de ahí la idea de Estados Unidos como "la nación indispensable") y consideran que Rusia y China son naciones bárbaras que amenazan la estabilidad del actual (des)orden mundial y que el único lenguaje que ambas entienden es el de la fuerza.
Por eso la OTAN tiene rodeada a Rusia desde el Báltico hasta el Mar Negro y la flota de guerra estadounidense se acerca a Taiwán. Para fanáticos como Nuland, Kagan y todos los neoconservadores estadounidenses, la guerra es la única forma de recuperar la hegemonía internacional perdida, aunque hablen de boquilla de la diplomacia.