EE.UU. – América Latina: Ni ruta ni seda
La venidera Cumbre de las Américas se ha convertido en un dolor de cabeza para la administración Biden, envuelta en dilemas y desafíos domésticos, regionales y globales que parecen abrumar al mandatario y sus asesores.
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EE.UU. – América Latina: Ni ruta ni seda.
Las administraciones de Obama y Trump, con esfuerzos aparentemente audaces y tácticas diferentes, intentaron darle un sentido coherente a sus relaciones exteriores y recomponer la hegemonía global de Estados Unidos.
Tras 16 meses de mandato, Biden parece no encontrar una lógica en sus acciones a la hora de cumplir con sus prioridades presidenciales en política internacional.
Mientras las tropas estadounidenses salen de Afganistán y disminuye su peso militar e influencia en la zona del golfo Pérsico, Biden decidió incendiar a la vieja Europa, que al parecer es adicta a guerras impuestas. Primero frenó el retiro de tropas acantonadas en Alemania ordenado por Trump, y después se dispuso a humillar y amenazar a Rusia, país que había dado claras señales en Siria y Crimea de que no permitiría polvo en sus líneas rojas.
En Latinoamérica, Biden también se ha mostrado errático. Aunque el discurso es otro, en la práctica no hay cambios sustanciales. Su relación con la región mientras era vicepresidente de Obama obviamente no fue su cosecha.
La emigración y el tráfico de drogas siguen siendo asuntos carentes de un enfoque integral. El tema de la corrupción sigue basado en medidas de carácter extraterritorial que violan la soberanía de los estados. Su “interés” por los derechos humanos y la democracia no deja de ser retórica política, en tanto el doble racero evidencia el prisma ideológico de la diplomacia estadounidense.
Ni siquiera en los momentos más tensos de la COVID la región tuvo en el “gran vecino” a un apoyo. La donación de vacunas de Biden recordó los paquetes de papel sanitario lanzados por Trump a los puertorriqueños. El paquete de 40 mil millones de dólares que acaba de aprobar el Congreso estadounidense para mantener la guerra en Ucrania evidencia que las prioridades de Biden no pretenden cruzar el río Bravo.
¿China en la Cumbre?
Si se necesitara una expresión clara de cómo andan las relaciones de Washington con sus vecinos hemisféricos, los ecos de los preparativos de la próxima Cumbre de las Américas son suficientes.
El anuncio hecho por voces autorizadas del gobierno estadounidense sobre la decisión de no invitar a la cita a Cuba, Venezuela y Nicaragua ha destapado una caja de Pandora.
Cuba, con su experimentada diplomacia bien informada, dio la voz de alarma contra la pretendida exclusión. Posteriormente los gobiernos de México, Honduras, Bolivia, Argentina, Chile y varios estados del Caribe se pronunciaron en rechazo a esa eventual medida y algunos de ellos han llegado a plantear su posible inasistencia, como es el caso de Andrés Manuel López Obrador, Luis Arce, Xiomara Castro y los miembros de CARICOM.
También los mandatarios de Guatemala y Brasil, aunque por causas distintas, anunciaron su posible inasistencia. Si se concretan tantas ausencias la Cumbre será un rotundo fracaso.
El presidente mexicano conminó en dos ocasiones a Biden a establecer una nueva relación entre las Américas. La interdependencia de México y Estados Unidos preocupa al presidente azteca quien considera que es necesaria una relación de equilibrio regional y global en un mundo marcado por el declive de Estados Unidos y el ascenso de China.
Mientras el demócrata presidente cree tener tiempo para reconstruir la hegemonía imperial al sur del río Bravo, China sigue apostando por una relación de cooperación pragmática, de respeto a las diferencias y no interferencia en los asuntos internos con la mayoría de los países de la región.
Algunos ejemplos atestiguan el nuevo escenario en disputa. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se ha reunido con China en tres ocasiones. El memorándum de entendimiento para la construcción conjunta de la iniciativa de la ruta y la seda ha sido firmado por 21 estados de la zona. El mes pasado el canciller chino, Wang Yi, realizó una reunión virtual con autoridades de nueve países caribeños.
Como sede de la próxima reunión de los BRICS, China ha cursado invitación a Argentina, país que ha mostrado interés de ingresar al grupo, lo que evidencia un reacomodo consecuente de las visiones de importantes actores regionales como Argentina y Brasil.
En el plano político, China también avanza. En diciembre de 2021 se efectuó el III Foro entre el Partido Comunista de China y los Partidos Políticos de la CELAC, con la presencia de más de cien organizaciones y partidos de 30 países de la región.
En mayo último se realizó el Seminario “las relaciones China América Latina y el Caribe en la Nueva Era” de conjunto con el Foro de Sao Paulo en el que participaron más de 30 organizaciones políticas de 10 países.
Es decir, mientras Estados Unidos aplica una política de exclusiones, polarizaciones y agresividad hacia la región, y mina los esfuerzos integradores y de colaboración mediante sus peones, China va hilvanando una proyección integral en la zona.
Desde una visión imperial, parece irresponsable la actitud asumida por Biden para con Latinoamérica y el Caribe. Ni siquiera objetivos electorales y partidistas domésticos explican este curso de acción.
Estamos frente a la posible decrepitud del imperio, incapaz de alinear los diversos y complejos intereses que colisionan en su interior, y negado a construir una relación distinta con sus vecinos para los cuales nunca ha tenido guantes de seda ni una ruta atractiva.