Colombia y su brújula
Los resultados de la primera vuelta electoral de los comicios presidenciales colombianos han confirmado que el país se encuentra en proceso de cambios políticos y sociales.
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Colombia y su brújula.
La dirección y profundidad de esas transformaciones, y otras que a juicio de diversos analistas amerita Colombia, están aún por definirse. El hecho de que el candidato de la derecha conservadora, uribista, militarista y oligárquica haya quedado en tercera posición es prueba de ello.
Sin embargo, existen un conjunto de elementos históricos, sociológicos y culturales transversalizados por las violencias material y simbólica, la guerra fratricida y el narcotráfico, que garantizan la sobrevivencia del proyecto político conservador, más allá del declive puntual de la figura de Álvaro Uribe, quien cumplió su “misión histórica” en tiempos de guerra.
Las declaraciones del candidato perdedor Federico Gutiérrez y de varios representantes de partidos tradicionales y cristianos sobre la decisión de respaldar al empresario Rodolfo Hernández, confirman la capacidad de esa clase política para unirse en función de sus intereses.
Rodolfo Hernández llega a la segunda vuelta con posibilidades reales de alcanzar más de 10 millones de votos. El electorado que votó por Federico Gutiérrez, movido por ideología y maquinarias, se desplazará en su inmensa mayoría hacia el empresario candidato, máxime cuando el miedo a una eventual victoria de Petro pasa de una sospecha a ser una posibilidad cercana.
Como dije en comentario anterior, todo el andamiaje económico, político y mediático de la oligarquía estará en función de la campaña de Hernández, unido al respaldo de los altos mandos militares y policiales, quienes han intervenido de manera abierta en la batalla electoral. Ver a una senadora fascistoide como María Fernanda Cabal apoyar a Rodolfo sería suficiente para corroborar lo anterior.
El proyecto progresista y democrático de Gustavo Petro, caracterizado por su amplitud y heterogeneidad; por su la mezcla singular de horizontalidad estructural y deliberativa con verticalidad en el liderazgo, y por su voluntad de aglutinar las demandas de cambios a pesar de sus propios límites clasistas, naturales o impuestos por el sistema, ha dado un salto cualitativo y cuantitativo notable.
Sin embargo, Pacto Histórico no logró la fuerza necesaria para vencer en primera vuelta. Derribar las barreras ideológicas y culturales edificadas durante décadas de conservadurismo, represión y estigmatización no es tarea fácil.
Toca a Petro, su equipo y seguidores multiplicarse en estos pocos días que restan para la realización de la segunda vuelta y movilizar, no ya a sus votantes, sino a aquellos potenciales que formaron parte de los más de 17 millones de ciudadanos con derecho al voto que decidieron no ejercerlo.
A pesar de que la asistencia a las urnas fue la mayor en los últimos 20 años, 54,9 %, la abstención sigue siendo en Colombia una muestra de la enajenación social y de los límites que ha construido el “modelo democrático” de ese país para la participación real en política.
En este sentido, la abstención siempre ha sido un aliado de las derechas, pues en esa masa hay un sentimiento de total descreimiento frente al sistema, unido a sectores populares excluidos que no se sienten motivados para participar en unas elecciones cuyo resultado consideran que no les afectará, porque así ha sido siempre.
Y es precisamente en esos sectores en los que Petro debía tener sus aliados naturales, pero conspira contra ello las brechas educativas, culturales y hasta tecnológicas que existe entre una izquierda que hasta ahora comienza a conectarse con el país, gracias, precisamente al liderazgo de Petro, y una nación que tiene aún un pie en el siglo XIX.
Petro es fuerte en la polémica y el debate, y sabe capitalizar el contraste en vivo entre sus propuestas y las de sus contrarios. Rodolfo lo sabe y, según medios de prensa, ha rehusado participar en debates públicos con Petro. El empresario quiere evitarse los tragos amargos que otros candidatos debieron sufrir ante la fuerza argumental del candidato de Pacto Histórico y el dominio amplio y certero sobre todos los temas que afectan al país.
La estrategia de Rodolfo se ha afianzado en una exposición mediática continua pero cómoda; y un trabajo intensivo en redes sociales con mensajes y matrices seductoras en materia de impuestos, subsidios, empleo, educación, y lucha contra la corrupción.
Ha prometido solucionar la deuda de estudiantes; respetar al derecho a la protesta social y al aborto, y ha criticado las políticas neoliberales en el campo. La guinda del pastel ha sido la reiteración de que su “compromiso” político es con el pueblo, marcando una supuesta distancia con las clases políticas conservadoras y especialmente el uribismo.
Rodolfo logró atraer al votante de centro y centro-derecha, restándole votos a la candidatura de Sergio Fajardo, cuya campaña no encontró acomodo en un país que demanda soluciones urgentes tras el impacto de una pandemia y con las secuelas sangrantes del neoliberalismo, el narcotráfico y la corrupción.
Con la rudeza y violencia verbal patronal y patriarcal que aún despierta emociones en una parte considerable de la población colombiana, Rodolfo logró posicionarse como opción tras el debilitamiento de Fajardo y va ahora por la capitalización del “miedo a Petro” sembrado por la oligarquía durante los últimos cinco años.
Los próximos días estarán caracterizados por un intenso debate nacional que ningún actor social, político o económico de relieve podrá ignorar. El mundo también estará pendiente de un país que sin dudas cambia y que más temprano que tarde encontrará la brújula que lo guie por nuevas alamedas.