Gustavo Petro: ¿El cambio o el recambio? Más datos y menos prejuicios – Antimperialismo o barbarie
El domingo 19 de junio se hizo historia en Colombia, por primera vez en más de 200 años de independencia ganó las elecciones presidenciales un candidato izquierdista
El domingo 19 de junio se hizo historia en Colombia, por primera vez en más de 200 años de independencia ganó las elecciones presidenciales un candidato izquierdista. Un país bañado de sangre por no el tan lejano genocidio político contra la formación de izquierdas Unión Patriótica, con el asesinato de candidatos presidenciales como Jaime Pardo Leal (1987) y Bernardo Jaramilo Ossa, y 5733 miembros más según la Jurisdicción Especial para la Paz.
Hablando con analistas y militantes de izquierda de América Latina estos días tras la resaca electoral he percibido dos tendencias respecto la victoria de Petro. La primera la de la euforia y alegría acompañando al pueblo colombiano en esa victoria y vistiendo a Petro como el inicio de un cambio profundo en el país, pero a la vez una segunda del escepticismo y crítica situando a Petro como un lavado de imagen de una Colombia desgastada tras años de uribismo. La primera, podríamos decir, más asemejada a un nuevo López Obrador que pese a las dificultades internas y externas de México da golpes al imperio, y la segunda a un Boric que se siente cómodo con las relaciones históricas de Estados Unidos y Chile, regeneradas tras el Golpe de Estado de 1973, reproduciendo mensajes de ataque contra Cuba y Venezuela.
Muchas veces en los análisis de la política internacional erramos en analizar, opinar, prejuzgar, sobre un gobierno sin obtener previamente datos de su gestión. Todavía es pronto para hablar de evaluar a Petro como Presidente si ni siquiera ha sido investido como Presidente. Para evitar ese cúmulo de dictámenes cargados de ideología debemos hacer un análisis más científico socio-político, con datos, que nos dirá si finalmente el gobierno de Petro será un gobierno de izquierdas y el cambio en base a la realidad particular de Colombia, o un gobierno que poco cambiará en Colombia materialmente pero que buscará dormir a las masas tras el Paro Nacional de 2021 con una etiqueta de progresismo.
No podremos decir que en 4 años Petro hará un cambio profundo o una revolución socio-productiva, pero si dos variables con sus indicadores nos darán datos para evaluar hacia dónde camina el gobierno: lo referente a los Derechos Humanos en Colombia y el enfoque de las relaciones internacionales de Colombia
Relaciones Internacionales
Colombia es etiquetada por la izquierda rupturista como la Israel de América Latina dados indicadores clave como el acuerdo bilateral militar del Plan Colombia con Estados Unidos desde 1999 donde Washington ha invertido más de 10.000 millones de dólares, las reconocidas 7 bases militares norteamericanas en el país, y desde mayo de 2022 ser Colombia un aliado extra de la OTAN. Sobre estos convenios no podemos esperar grandes cambios dado que existen criterios y compromisos temporales a cumplir. Un ejemplo fue el caso de la Base Militar norteamericana en Manta, Ecuador. El Presidente en funciones en aquel momento, Rafael Correa, esperó la caducidad del acuerdo entre Ecuador y Estados Unidos firmado en 1998 y finalizado en 2009, para así no ser renovado. Dado que será difícil valorar la posición de Petro sobre este punto por la existencia de esos contratos de gobiernos anteriores, un indicador clave será hacia dónde irá el discurso del gobierno respecto a la cooperación militar con Estados Unidos, crítica o sumisión, y la transparencia hacia la ciudadanía sobre su gestión.
Muchos de la izquierda internacionalista han sido críticos con Petro sobre su discurso atacante contra Venezuela en plena campaña, algo que fortalece la posición de los escépticos, pero no hay que olvidar que también Hugo Chávez un día antes de las elecciones de Venezuela, del 6 de diciembre de 1999, en una entrevista con el periodista mexicano-estadounidense Jorge Ramos afirmó que “Cuba es una dictadura” y luego cuando fue Presidente volcó las relaciones internacionales de Venezuela a la cooperación con Cuba.
En una avalancha de desinformación y ataques mediáticos contra Venezuela, acercarse en campaña electoral al gobierno bolivariano de Maduro podría perjudicar su victoria electoral. Lo importante no es lo que se diga en una campaña, sino lo que se haga tras su victoria en la gestión. Colombia comparte una frontera con Venezuela de 2219 kilómetros, con puntos estratégicos como Táchira. Las relaciones comerciales entre los dos países, dado el apoyo de Colombia al criminal bloqueo de Estados Unidos contra Venezuela considerándola como “una amenaza a la seguridad nacional “, hizo reducir el comercio bilateral de 1.331 millones de dólares en 2015 a 393,7 millones de dólares en 2021, y sin olvidarnos del dato que en 2008 el comercio bilateral fue de más de 7000 millones anuales entre los dos países. Se han dado expectativas que posiblemente las relaciones comerciales entre Venezuela y Colombia vuelvan a la normalidad y que podría generar en 2022 una triplicación del comercio, llegando a final de año entre 800 y 1200 millones de dólares según el Presidente de la Junta Directiva de la Cámara de Integración Económica Venezolana Colombiana (Cavecol), Luis Alberto Russián.
El nivel del comercio entre Venezuela y Colombia será un indicador que marcará si Petro cumple o no las órdenes de Estados Unidos de bloquear a Venezuela, y si apuesta por la integración regional bajo la soberanía o seguir siendo un satélite del imperio. Parece que la llamada de Petro a Maduro, tras su victoria electoral, y su tweet de querer restablecer las relaciones entre Venezuela y Colombia, indica que Colombia tenga como objetivo la buena cooperación bilateral entre los dos países y no las decisiones unilaterales de Washington.
Otro punto clave será qué papel jugará Colombia en las instituciones de integración regional latinoamericana y en las continentales. Qué posición marcará respecto a la OEA, a la CELAC o UNASUR, entre otros espacios. El indicador clave, más cualitativo, que definirá la posición de Colombia respecto a la política de integración y la soberanía se verá más claro cuando se conozca el o la Ministra de Relaciones Exteriores de Colombia para definir de esa manera la política exterior del gobierno de Petro, hacia la OEA o hacia CELAC.
Derechos Humanos
Como hemos dicho, la otra variable a tener en cuenta sobre la definición y orientación del gobierno de Petro, es lo referente a los Derechos Humanos. Colombia, pese al silencio de los medios occidentales, es medalla de oro en violar los DDHH dado los extremos niveles de violencia existentes con la complicidad y autoría directa del Estado. Usando el marco teórico del sociólogo y matemático noruego, Joan Galtung, la violencia en un país se mide en base a tres dimensiones: la física o directa, la estructural y la cultural. Para saber si Petro está realizando una política de progreso para el país será importante analizar indicadores de cada tipo de violencia que nos dirán si es un gobierno del cambio o del status quo.
La violencia física o directa es la más visible, donde un indicador clave son los asesinatos políticos y sociales. Según datos actualizados y recientes del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), en 2020 hubo 91 masacres con 381 víctimas, en 2021 se dieron 338 víctimas en 96 masacres, y hasta el 25 de mayo de 2022 hemos padecido 44 masacres con 158 víctimas. Conseguir anular, o reducir al máximo, estos datos en Colombia en 4 años de gestión, un problema que en otros países no existe, es dónde puede definirse si Petro es de izquierdas o no. Si su proyecto de gobierno apuesta como política principal monopolizar el Estado la violencia con enfoque de DDHH, eliminando el histórico “sistema de los pájaros” del paramilitarismo, la parapolítica, los sicarios, y el terrorismo de la oligarquía, contra la población civil. En definitiva, un proceso de desuribización.
La violencia estructural es la que no permite al pueblo colombiano satisfacer sus necesidades básicas. Colombia es el tercer país más desigual de América Latina, detrás de Brasil y Honduras. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) el 39,6% de la población, es decir, 19,6 millones de colombianos viven en pobreza monetaria al no disponer de más de 354.031 pesos colombianos (88 dólares) al mes para cubrir mínimas necesidades. Además, 6,1millones viven en pobreza extrema, en un país de 50 millones, el 12,2% de la población, y la pobreza en las zonas rurales es mayor que en las urbanas. Como implementó Lula en Brasil en 2003 con su programa “Hambre Cero” para conseguir el objetivo de todo el mundo tener sus 3 comidas al día, o las Misiones de Chávez en 2022, o los Bonos de Evo Morales en 2007, la implementación de políticas públicas de Petro y sus indicadores para la reducción de pobreza nos dirá hacía donde mirará principalmente el gobierno, si a las clases populares (mejorar el Índice de Desarrollo Humano) o clases altas (mejorar los datos del PIB nacional). En definitiva, si Petro conseguirá resultados en el Objetivo 1 y 2 del Desarrollo Sostenible (ODS), los enfocados en poner fin a la pobreza y al hambre del total de 17 objetivos.
Colombia es un país donde históricamente las zonas rurales han tenido escasa presencia del Estado, más allá de la política militar, además de los terratenientes con sus brazos paramilitares llevando una política de represión y control para seguir manteniendo sus privilegios. En zonas rurales como el Magdaleno Medio es necesario entrar el Estado fuerte con políticas públicas contra la pobreza y la exclusión, construyendo servicios de educación, salud, diversificación de producción como substitución de la coca (zonas de reserva campesina), e infraestructuras, siempre con la participación de las comunidades campesinas. El Desarrollo Rural contra la política de impunidad de los terratenientes, sin olvidar tampoco la pobreza urbana en grandes ciudades como Cali, Medellín o Bogotá, será un indicador clave para evaluar la política de izquierdas de Petro. Colombia no llevó a cabo una reforma agraria estructural, y por ello debe ser una política central de Petro, y de esta manera generar una participación del campesinado en ese espacio productivo para iniciar una política de substitución de la hoja de coca como elemento central contra el narcotráfico. Colombia es el primer productor de hoja de coca del mundo, y es un elemento que impide el desarrollo del país en una economía legal y diversificada con un enfoque de soberanía alimentaria.
La violencia cultural es la legitimidad que existe en Colombia para el uso de la violencia (actitudes). Colombia, con apoyo de los medios de comunicación (Radio Caracol, Semana,…) de la oligarquía nacional y las corporaciones mediáticas de Estados Unidos, ha sido un país donde las víctimas de la violencia se han llegado a invisibilizar. Existen datos alarmantes que han llegado a ser indiferentes a una gran parte de la comunidad internacional por el silencio de los medios. Según cifras del mismo Gobierno de Colombia, el Registro único de Victimas (RUV) acumula una cifra de 8.219.403 víctimas de desplazamiento forzado entre 1985-2021.
Además, 4,7 millones de colombianos habitan en el exterior, de los cuales 400.000 tienen el estatus de refugiado político en 45 países según datos de ACNUR de 2014. Políticas y resultados contra el desplazamiento, la migración forzosa, el seguir produciéndose refugiados, son indicadores importantes para valorar si hay cambio en Colombia, y más arrastrando este problema décadas. Tantos años de represión, asesinatos, y violencia han hecho que en Colombia, y sobre todo en zonas rurales, la muerte se ha llegado a normalizar, ser tristemente parte de su cultura, de su Historia. Muertes a diario donde las cifras ya no impactan. La mejor forma de un cambio cultural en Colombia contra la violencia, para decir que Petro es de izquierdas, es medir como irán varios elementos. En primer lugar, que el proceso de paz con las FARC se consiga en su plenitud y salte los impedimentos del uribismo. En segundo lugar, la reactivación de un proceso de paz con la guerrilla del ELN, y los sectores de las FARC que volvieron a la lucha armada liderados por Ivan Márquez. En tercer lugar, en base a los Derechos Humanos como principio de guía contra la violencia cultural, el cumplimiento a raja tabla por parte del gobierno de Petro de los acuerdos del Derecho Internacional Humanitario (DIH), y el Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales. Los DDHH en Colombia no deben ser usados como discurso propagandístico inspirado en la estrategia de Estados Unidos y la oligarquía colombiana, sino presentar cifras donde Colombia cumpla con sus objetivos para dejar de normalizar las muertes y las exclusiones.
En definitiva, Gustavo Petro, el líder de la coalición Pacto Histórico y nuevo Presidente de Colombia a partir del 7 de agosto de 2022, sabremos en datos de su gestión, con indicadores, si finalmente es de izquierdas o no lo es; si cambiará las instituciones de Colombia según sus realidades o simplemente será un recambio más en las mismas instituciones, si estará cerca de las masas populares o se alejará,… Respuestas que solo nos darán los indicadores y no los prejuicios. La euforia o el escepticismo de hoy son simples manifestaciones individuales, lo importante aquí son la construcción de las realidades sociales. El camino de Petro no será fácil en la Israel de América Latina, “pero seamos realistas, pidamos lo posible”, y juzguemos según el hecho (política) y no la idea (discurso). El mismo Petro, y solo él, será quien nos confirme de qué lado está, del nuestro o del contrario. Vayamos paso a paso.