El complejo problema de la “justicia” en Estados Unidos
Hablar de justicia en Estados Unidos es tan delicado como hablar de terrorismo, de igual racial, y siempre, habrá polarización en una sociedad que marcha hacia el abismo.
Hablar de justicia en Estados Unidos es tan delicado como hablar de terrorismo, de igual racial, y
siempre, habrá polarización en una sociedad que marcha hacia el abismo si la mayoría de los
estadounidenses no toman en sus manos las modificaciones constitucionales de un sistema que,
pese a lo que digan sus defensores, se desmorona poco a poco. Reforma constitucional, referendo
o cualquier otro mecanismo debe ser considerado para enrumbar el país, y no dejarlo todo a
antojadizas interpretaciones que ahora hacen nueve miembros de la Corte Suprema de Justicia.
Para que se tenga una idea más precisa, ya en 2014 una encuesta de la empresa especializada
Gallup en Estados Unidos reveló que solo el 30 por ciento de sus habitantes confiaba en ese foro
y que decir hoy cuando los sectores conservadores tomaron por asalto lo que se supone es el
corazón del sistema judicial, y cuyas decisiones deberían mostrar la imparcialidad que piden los
electores.
Según los datos, la Corte Suprema de Justicia obtuvo su mínimo histórico con un 30 por ciento
de los que confían en sus decisiones, cantidad que viene en descenso desde 2007, luego de una
estabilidad cercana al 50 por ciento durante la década de los 90 y principios de la siguiente.
No es traer el caso por los pelos, no hay que subestimar el papel de ese órgano judicial, está allí
para preservar los derechos ciudadanos pero su accionar en los últimos años dista mucho de sus
deberes.
Esta semana el máximo órgano judicial en tres decisiones dio un giro a un "conservadurismo
extremo" y como cada junio, previo a su receso del verano, se pronunció sobre casos importantes que analizó a lo largo del año para dictar el rumbo con sentencias con amplias implicaciones políticas, sociales y económicas que pueden impactar la vida de millones de personas.
El viernes 24 de junio, como adelanto la filtración de una opinión en mayo pasado, la Corte
decidió dejar de reconocer el aborto como un derecho constitucional, y en la práctica lo ilegalizó.
Un día antes, en un país enfrentado una oleada de tiroteos masivos, limitó las restricciones que
los estados pueden imponer a sus habitantes para portar armas de fuego en público. Liquidó una
ley de Nueva York casi centenaria para alegría de la Asociación Nacional del Rifle, un grupo de
lobby que invierte millones de dólares en ambos pasillos en el Congreso, republicanos y
demócratas, para que no toquen el tema aunque en las calles la muerte está al asecho de gente
inocentes, muchos niños, en cada minuto.
Según un informe de la británica BBC News son decisiones que, individualmente y en conjunto,
provocan numerosos cuestionamientos entre académicos, historiadores y estudiosos de la Corte
Suprema, quienes señalaron que estas posturas muestran un giro hacia un "conservadurismo extremo" y una "politización" de una de las instituciones más respetadas por años en Estados
Unidos.
Es un camino empedrado por sectores minoritarios en el país. Si bien el expresidente Donald
Trump reconfiguró la Corte, expertos legales señalan que el paso hacia el conservadurismo del
tribunal fue un proceso que se consolido a lo largo de los años cuando 18 jueces que se pusieron
la toga del alto foro desde 1969 hasta la fecha, 14 fueron nominados por presidentes republicanos
y solo cuatro por demócratas.
Algunos expertos y académicos estiman que ahora la Corte es muy parecida al Partido
Republicano en su posición ideológica sobre temas clave y un ejemplo es su paso rápido para
cambiar algunas leyes que ya formaban parte de la sociedad estadounidense.
"Lo más sorprendente de estos fallos es la rapidez con que los conservadores de la Corte se
están moviendo para promulgar cambios masivos y controvertidos", aseguró en el portal de la
Universidad de Harvard la profesora de derecho constitucional Maya Sen. Es algo que a la mirada
de muchos es indetenible y habría que preguntarse. ¿Quién le pondrá freno?
Una mirada hacia afuera.
También habría que preguntarse si hay alguna influencia en lo que hace y no hace la Corte como
máximo órgano de justicia del país que trata de imponer al mundo “leyes y presiona al mundo a
cumplir el "orden internacional basado en normas", que ellos mismos no cumplen, algo así como el refrán "Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago".
Un artículo suscrito el 26 de mayo de este año por Patrick Macfarlane, abogado e investigador,
abordó el espinoso tema de una nueva Autorización para el Uso de la Fuerza Militar (AUMF) que
fue presentada en la Cámara de Representantes de Estados Unidos en mayo de 2022, por Adam
Kinzinger (R-IL) y que permitiría a Washington desplegar fuerzas estadounidenses para restaurar
"la integridad territorial de Ucrania" en caso de que Rusia utilice armas químicas, biológicas o nucleares. Es como darse una patente de corso. Otros no pueden ni pensarlo. La propuesta por Kinzinger probablemente permanecerá en la Cámara de Representantes hasta que aparezca el capital político necesario.
En esos asuntos no se involucra la corte como máximo representante de la justicia al interior de
Estados Unidos aunque si toca temas de las relaciones con otros países y emite opiniones
consultivas.
En este caso Washington uso armas nucleares, recuerden en Japón, armas químicas en Vietnam,
en Irak e incluso contra la propia población del país, y la Corte, guardó silencio, al parecer nadie le
pidió que hablara.
Entre 1945 y 1947 los científicos del Proyecto Manhattan inyectaron intencionadamente
plutonio a 30 estadounidenses para ver qué pasaba. Estas inyecciones se administraron sin el
conocimiento ni el consentimiento de los sujetos, planteo Macfarlane. En cuanto a la guerra
biológica, el ejército de Estados Unidos probó armas biológicas contra sus propios ciudadanos en
varias ocasiones.
En la década de 1980, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC)
proporcionaron a Irak agentes patógenos, que se utilizaron ostensiblemente contra Irán en la
guerra Irak-Irán. De hecho, Estados Unidos apoyó a ambos bandos de la guerra.
Unos años más tarde, Washington invadió Irak con el pretexto de destruir las armas
mencionadas. En la mayor batalla de dicha invasión, la Segunda Batalla de Faluya, Estados Unidos
utilizó fósforo blanco contra los insurgentes.
El fósforo blanco es un compuesto químico que arde intensamente cuando se expone al
oxígeno. Cuando entra en contacto con el cuerpo humano, arde hasta los huesos, causando
lesiones horribles. Es un crimen de guerra. La Corte no se mete en esas cosas y la otra Corte, la
Penal Internacional, apenas se mueve cuando los estadounidenses se lo ordenan.
Estados Unidos se empeña constantemente en hacer cumplir el "orden internacional basado
en normas", pero ¿qué representa ese orden? Si su propia conducta es la medida, entonces
Estados Unidos no debería tener ningún problema con Rusia si presuntamente utilizara armas
químicas, biológicas o nucleares, aseguró Macfarlane.
Teniendo en cuenta estos pocos elementos de un número incontable se puede afirmar que un
criminal anda suelto y tiene en sus manos los resortes para imponer su justicia, no importa que
eso solo sea apoyado por una minoría.