No hay sustituto al gas ruso que pueda salvar a occidente de sus errores
No cabe duda de que las naciones que conforman la OTAN no saben cuál dirección tomar para evitar admitir que estaban equivocados en la guerra contra Rusia.
La guerra de "sanciones" le ha significado a Rusia una disminución significativa de la participación de Occidente en sus relaciones económicas exteriores, sin embargo, esta se ha venido compensando con el aumento de la participación de socios de otras latitudes debido, entre otras cosas, a la lectura acertada que Moscú ha tenido de las tendencias geopolíticas mundiales y por cómo ha aprovechado las ventajas de su territorio.
No se puede decir lo mismo respecto a las consecuencias recaídas sobre Europa, y en múltiples ocasiones lo hemos reseñado, pero sí llama poderosamente la atención que Estados Unidos esté sacando ventaja de ello, siendo que en apariencias ambos bloques se prestan ayuda para poder contener el efecto búmeran que produce el asedio a la economía rusa.
Aprovecharse de los "aliados"
No cabe duda de que las naciones que conforman la OTAN no saben cuál dirección tomar para evitar admitir que estaban equivocados en la guerra contra Rusia. Mientras ese debate interno sigue atascado, Washington se aprovecha de las circunstancias energéticas críticas de los países europeos para facturar mayores ganancias.
La Administración de Información Energética de Estados Unidos informó hace unas semanas que el país se convirtió, por primera vez en la historia, en el principal exportador de Gas Natural Licuado (GNL) del mundo. Como se sabe, este tipo de gas es el que se procesa para ser transportado en forma líquida.
"Las exportaciones de GNL de Estados Unidos aumentaron un 12 por ciento en la primera mitad de 2022 en comparación con la segunda mitad de 2021, y promediaron 11,2 mil millones de pies cúbicos por día (bcf/d) entre enero y junio de 2022", dijo la institución estadounidense.
La urgencia de los países de la Unión Europea (UE) por llenar las instalaciones de almacenamiento a tiempo para el invierno, sumada a las limitaciones autoinflingidas en contra del suministro de gas ruso, están claramente vinculadas al posicionamiento de Estados Unidos como vendedor número uno de GNL.
La UE es el principal importador de gas natural del mundo. Para poder suplir más de la mitad de la demanda del rubro necesita de la producción extranjera. En 2016, el principal exportador era Rusia (39 por ciento), seguido de Noruega (30 por ciento) y Argelia (13 por ciento). La mayor parte se transporta por gasoducto, pero al menos el 10 por ciento de las importaciones en ese año eran de GNL.
El reloj en contra, los recursos agotados y la estafa de la transición energética expuesta
El objetivo de la Unión Europea es completar en 80 por ciento de las reservas de gas para el mes de noviembre, antes de que comience el invierno. Sin embargo, el bloque no cuenta con una infraestructura que pueda asumir el aumento de las importaciones de GNL, por lo que habría que hacer grandes inversiones en esta área si se quiere evitar la escasez. Los operadores de red ya han estado haciendo advertencias al respecto.
Ese es otro punto en el que la guerra, que se supone que fue puesta en marcha para perjudicar a Rusia, le estará generando beneficios económicos a Estados Unidos en detrimento de la situación europea. Lo dice un estudio elaborado por la empresa Wood Mackenzie que evalúa los escenarios en la UE para la próxima década, en el supuesto de que prohíba todos los productos salidos de Rusia en 2024.
"El rápido aumento de la demanda de GNL en Europa está contribuyendo a un gran incremento de la inversión en proyectos de GNL, y los promotores estadounidenses ya están buscando llenar el espacio", explicó Massimo Di-Odoardo, vicepresidente de investigación de gas y GNL de la empresa.
En otras palabras, con sus altas capacidades de exportación de GNL, Estados Unidos tiene una gran influencia sobre las decisiones de inversión energética que se harán en Europa en los próximos dos años, y podría aumentar si se acentúa la guerra sancionatoria contra Moscú.
Pero la Unión Europea tiene que lidiar con el hecho de que no está en su mejor momento financiero para hacer inversiones. El Fondo Monetario Internacional (FMI) alertó a los países de la UE sobre una severa recesión debido a las prohibiciones de gas ruso. Según los expertos del fondo, el PIB de Hungría, Eslovaquia y la República Checa caerá una media de seis por ciento, mientras que Italia, Alemania y Austria también se verán muy afectados.
El fondo asume que Europa carece de un plan integral para hacer frente al déficit, al aumento adicional de los precios de la energía y al impacto en el crecimiento económico. En el caso de un cese completo de los suministros de gas de Rusia, la UE podría enfrentar una caída en la producción económica de casi un 3% durante los próximos 12 meses.
Y en esas condiciones la Unión Europea tiene que competir con otros países por la compra del gas licuado, superándolos.
Además, hay problemas en las entregas del lado estadounidense. En junio hubo un accidente en la segunda planta de GNL más grande de Estados Unidos, y tuvo como resultado que la capacidad de exportación del país se redujera en equivalente a unos 60 millones de metros cúbicos de gas por día. Las consecuencias de la emergencia se eliminarán solo para fines de 2022, estiman los operadores.
Continuar con el plan de cero gas ruso también pone en cuestionamiento la "lucha contra el cambio climático" que la UE aparentemente está librando, con la transición a energías limpias.
Por primera vez desde 2017, el consumo de carbón aumentó un 12 por ciento. Y la crisis está obligando a las principales economías de la región, como Francia, Alemania, Italia y Austria, a reactivar las centrales térmicas de carbón como alternativa al suministro de gas procedente de Rusia, constatando así que no se ha realizado cálculos serios sobre la viabilidad de la transición verde a la que tanto dicen apostar. Es una estafa.
Difícilmente la Unión Europea podrá cortar todos los lazos con Rusia y pasarse al GNL, pero si lo hacen, el país euroasiático no tendrá problemas en redirigir su producción a otros mercados o al consumo interno, mientras que el bloque europeo tendrá que seguir navegando entre los aumentos de costos y la posible escasez de suministros.
Culpar a Rusia para no admitir los errores propios
Estados Unidos no escapa de la crisis energética. Según una encuesta hecha el mes pasado, los altos costos del combustible han hecho que el 64 por ciento de los estadounidenses modifiquen su estilo de vida y frecuencia de uso de automóviles, cuestión que responde a la presión contra el sector energético ruso. En promedio, un galón de gasolina se vende en cuatro dólares, siendo 38 por ciento más caro que el año pasado.
Para lidiar con la subida de precios, el 88 por ciento de los estadounidenses encuestados dijo que utilizaba menos el automóvil para desplazarse y más de la mitad respondió que redujo las compras y las visitas a restaurantes.
En Europa, los efectos son más dramáticos. Alemania, por ejemplo, dejó en evidencia que toda la prosperidad económica de las últimas décadas estuvo relacionada principalmente con los recursos energéticos rusos a precios asequibles, y ahora el país está a las puertas de una grave emergencia.
"Debido a la escasez de gas, ramas enteras de la industria están amenazadas con un colapso permanente: aluminio, vidrio, industria química. Tal colapso tendría consecuencias masivas para toda la economía y el empleo en Alemania", dice Yasmin Fahimi, directora del principal sindicato alemán DGB, a los medios el 3 de julio.
Es evidente que las restricciones contra uno de los principales actores del mercado energético mundial han influido en la crisis energética, pero la propaganda occidental ha intentado desplazar la realidad introduciendo la idea de que es Rusia quien quiere limitar el suministro de gas por razones políticas. Algunas circunstancias en Nord Stream 1 está siendo tergiversadas para tal fin.
En el mes de julio, el oleoducto dejó de operar durante diez días por un mantenimiento de los equipos programado con antelación. Gazprom, compañía que administra Nord Stream, había tenido que reducir los suministros a través del gasoducto a alrededor de 40 por ciento de su capacidad, esto porque una turbina quedó varada en Canadá debido a las "sanciones" occidentales.
Las operaciones se reanudaron el 21 de julio, como estaba estipulado, pero la turbina aún no había llegado a Rusia. Con un permiso especial de las autoridades canadienses, se devolvió al fabricante de equipos alemán Siemens. Este último dice haber concedido a Gazprom una licencia de exportación para que la unidad fuese entregada a Moscú y que permite enviar otras piezas para su reparación hasta finales de 2024. Pero la empresa rusa señaló que, aunque recibió unos documentos, estos no indican ninguna prueba del levantamiento de las medidas coercitivas "y plantean dudas adicionales", por lo que la turbina sigue en Alemania.
El 26 de julio, Gazprom anunció que otro motor de turbina de gas Siemens detuvo sus operaciones para reparaciones programadas. Dado que esto sucedió antes de que la turbina retenida en Canadá volviera a funcionar, el bombeo se redujo a 33 millones de metros cúbicos del hidrocarburo, lo que equivale a 20 por ciento de la capacidad del oleoducto.
En ese contexto, y en medio de temores de escasez, al cierre de esta nota, el precio del gas en Europa batió un récord al alcanzar hoy los 223 mil 085 euros por megavatio-hora.
Hay que subrayar lo absurdo y cínico que significa que se acuse a Rusia por la crisis energética que ha desencadenado Occidente en su intento de detener el proceso de decadencia de su hegemonía.
Desde antes de la operación militar rusa en Ucrania líderes estadounidenses y europeos han estado vociferando amenazas de lanzar prohibiciones contra Rusia, así como han dicho con arrogancia que podían prescindir de su participación en la economía internacional. Ahora tienen la oportunidad a un paso de distancia, pero por supuesto que el abismo al frente los ha detenido en seco.
Por ahora.
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