Nuestra "rítmica y danzante" economía física real
La manera en que entiende Occidente la economía es mecanicista y alejada de la realidad física.
El poeta W.B. Yeats a menudo usaba en sus escritos dos viejos térmicos folclóricos irlandeses: "thrall" (fascinación, cautiverio) y "glamour" (encanto). Estar fascinado por algo significaba que una persona estaba completamente dominada por algún "magnetismo" incomprensible que emanaba de su mundo, y en cuyas garras había caído.
Era, si se quiere, ser atrapado por una especie irresistible de hechizo "mágico", ejercido por una "cosa", algún "ser" o alguna "imagen-idea". El sentido era el de estar indefenso, inmovilizado en una telaraña, embrujado.
El encanto era algo mágico que las hadas arrojaban sobre una "cosa" o "ser" que daba el poder de poner a otros a su merced, para atraer a las personas en su telaraña. El encanto era la fundición del hechizo en el que los humanos caían.
Yeats contaba viejas historias de Irlanda sobre hadas y su magia, a veces inofensiva, pero con frecuencia los "hechizos" de las hadas eran fuerzas que conducían infaliblemente a la tragedia. Puede que no estemos tratando aquí con cuentos de hadas per se, como lo hacía Yeats. Sin embargo, enmarcado de otra manera, vivimos encantados por el "hechizo" actual, aunque la mayoría lo niegue con vehemencia.
Naturalmente, no nos vemos a nosotros mismos actualmente como ingenuos. Tenemos firme seguridad sobre la realidad de nuestro mundo sólidamente material. No creemos en lo absoluto en cuentos de hadas o de magia. Pero…
Hoy, Occidente está atrapado en las "imagen-ideas" de la causalidad mecanicista y el financierismo. Los economistas de Wall Street estudian minuciosamente las entrañas de las variables monetarias y han llegado a ver el mundo a través de los lentes mecanicistas-financieros.
Este artificio, sin embargo, siempre fue ilusorio, dando a sus análisis un falso sentido de empirismo y de certeza basada en datos: la idea de que la riqueza real emergería de la inflada deuda fiduciaria; que dicha expansión de la deuda no tendría fronteras; que todas las deudas deben ser honradas; y que su sobrecarga solo se resolvería con más deuda, nunca fue creíble. Era un "cuento de hadas".
No obstante, imaginamos que somos objetivos, anhelamos respuestas simples y racionales de la "ciencia". Y como la economía tiene que ver con el "dinero", que es algo más fácil de medir, asumimos que tiene solidez, una realidad que se inclina hacia la noción de que la verdadera (en vez de "virtual") prosperidad puede conjurarse de una cada vez más creciente montaña de deuda.
Aun así, este cambio en la atención literalmente ha moldeado cómo "vemos" el mundo. Algunas de sus consecuencias pueden ser aclamadas en términos de grandes avances tecnológicos, pero también deberíamos estar conscientes de que nos ha llevado a un mundo cada vez más mecanicista, materialista, fragmentado y descontextualizado, marcado por un optimismo infundado.
Al fin y al cabo, el financierismo era solo "una narrativa", una elaborada por técnicos cuyas credenciales de experticia "no pueden ser cuestionadas". Tenía la intención de apoyar una ilusión particular (en la cual muchos, incluidos los hombres del dinero, creían firmemente). Era el "mito" de la deuda y el crecimiento libre de recesión impulsado por el crédito. Aunque el verdadero objetivo siempre fue la apropiación del poder adquisitivo mundial para las élites oligárquicas.
Sin embargo, el cambio en la narrativa en torno al financierismo ha tenido el efecto de desviar la atención de la "otra" faceta, la otra cara de la dinámica de la economía real: la de ser un sistema interconectado basado en la física, alimentado por la energía.
Es decir, que la Modernidad ha sido alimentada principalmente por un suministro de energía altamente productiva en rápido crecimiento durante más de 200 años.
"El periodo de Rápido Crecimiento Energético entre 1950 y 1980 fue uno de crecimiento sin precedentes en el consumo de energía per cápita. Este fue un periodo en el que muchas familias en Occidente podían costearse su primer automóvil por primera vez. Había suficientes oportunidades de empleo que, a menudo, ambos cónyuges podían tener trabajos remunerados fuera de casa.
"Precisamente fue la creciente oferta de combustibles fósiles ‘baratos’ en relación con el coste de extracción lo que hizo posible estos trabajos”, escribe Gail Tyverberg.
"En cambio, el periodo de 1920 a 1940 fue uno de muy bajo crecimiento en el consumo energético, en relación con la población. También fue el periodo de la Gran Depresión y el que condujo a la Segunda Guerra Mundial… Si se dispone del tipo adecuado de energía a bajo precio, es posible construir nuevas carreteras, oleoductos y líneas de transmisión eléctrica. El comercio crece. Si la energía disponible es inadecuada, tienden a estallar grandes guerras y es probable que el nivel de vida decaiga. Ahora parece que nos acercamos a una época de escasez de energía, en relación con la población.
"El petróleo y el carbón superaron sus 'picos', sobre una base per cápita. La oferta mundial de carbón ha estado rezagada ante el crecimiento de la población desde al menos 2011. Aunque la producción de gas natural está creciendo, los precios tienden a ser altos y el costo del transporte es muy elevado. El pico de producción de carbón, en relación con la población mundial, se dio en el año 2011.
"Ahora, en 2022, el carbón menos costoso de extraer se ha agotado. El consumo mundial de carbón ha caído muy por debajo del crecimiento poblacional. La gran caída de la disponibilidad del carbón hace que los países recurran cada vez más al gas natural como fuente flexible de generación eléctrica. Pero el gas natural tiene otros muchos usos, como en la fabricación de fertilizantes y como materia prima para muchos herbicidas, pesticidas e insecticidas. El resultado es que hay más demanda de gas natural de la que puede se puede suministrar fácilmente.
"Los políticos no pueden admitir que nuestra modernidad no puede funcionar sin las cantidades adecuadas de energía que ajusten a las necesidades de la infraestructura física actual. A lo sumo, es posible una pequeña sustitución, si se toman todos los pasos necesarios de transición. Así, actualmente la mayoría de las personas está convencida de que la economía no necesita energía. Creen que el mayor problema del mundo es el cambio climático. Suelen alegrarse cuando escuchan que los suministros de combustible fósil se están deteniendo. Por supuesto, sin el tipo adecuado de energía, los trabajos desaparecen. La cantidad total de bienes y servicios producidos tiende a caer de manera muy drástica".
Tyverberg indica lo obvio: la Modernidad depende de los combustibles fósiles, cuya contribución energética supera con creces la energía consumida en su extracción, transportación y distribución efectiva. Pasar rápidamente de una alta neta contribución energética a una marginal o baja, durante un periodo de crecimiento subóptimo, nunca se ha intentado.
A muchos no les gusta escuchar esto. Los líderes políticos lo pasan por alto. No se hace la verdadera y debida diligencia. Sin embargo, es lo que es.
¿Cuál es punto aquí? Occidente está en crisis. Hay una inminente (o presente) recesión, además de una fuerte subida de precios. No obstante, la economía real, como fue subrayado antes, es un sistema dinámico interrelacionado basado en la física. Pero el establishment quiere tratar esos síntomas empeorados como si la economía física no fuera más que un sistema financiero mecánico gestionado por la inteligencia artificial.
Hay dos diagnósticos erróneos distintos en juego (que surgen de la fascinación del financierismo), ambos por sí solos graves, pero que cuando se combinan pueden resultar apocalípticos.
Los mandamases financieros quieren subir las tasas de interés y restringir la liquidez para reducir la demanda doméstica y que la inflación vuelva a dos por ciento. Y entonces todo estará bien, dicen, excepto que no será así.
Una "recesión" corta y superficial, seguida de una vuelta a la normalidad, es una de las narrativas de mercado que prevalecen actualmente: exprimir a la plebe hasta que crujan las pepitas y apenas sean capaces de poner comida sobre la mesa -entonces, por definición, los precios, aparte de los alimentos, se estrujen ("rebajan")- y la inflación media puede caer a dos por ciento. ¡Gran suspiro de alivio! Porque entonces los Bancos Centrales pueden volver a la expansión cuantitativa, y el "mercado" tiene su derecho al subsidio restaurado.
El problema es evidente: esta solución financierizada es artificial: tan pronto como se reanude la flexibilización (y probablemente así sea), la inflación global por el lado de la oferta seguirá existiendo, y se disparará con mayor intensidad.
Hay dos fuentes principales de inflación. Está el lado de la oferta y está el lado de la demanda. Cualquiera puede impulsar la inflación, pero son muy diferentes en cuanto a su funcionamiento.
La inflación por el lado de la oferta surge cuando la “oferta” simplemente no existe, o se ve interrumpida por las malas cosechas, la escasez de componentes, guerras, guerras financieras, sanciones, o las muchas otras formas de desacoplamiento de la cadena de suministros. Así que, como señala Jim Rickards, ¿qué puede hacer la Reserva Federal o el Banco Central Europeo al respecto? Nada. ¿La Reserva Federal perfora en busca de petróleo? ¿Dirige una granja? ¿Conduce un camión? ¿Pilota un barco de carga a través del Pacífico, o carga mercancías en el puerto de Los Angeles?
"No, no hace ninguna de esas cosas, y por eso no puede solucionar esa parte del problema. Subir los tipos de interés no tiene ningún impacto en la escasez de oferta que estamos viendo. Y de ahí viene principalmente la inflación. Desde que la Reserva Federal ha maldiagnosticado la enfermedad, están aplicando la medicina equivocada.
"Esta es la cuestión: desde que la Reserva Federal o el Banco Central Europeo no pueden crear oferta, optan por destruir la demanda para luchar contra la inflación".
Esto no detendrá la inflación galopante. Para ser justos, Powell entiende esto. Tiene mayores objetivos en mente: los Grandes Bancos (los empleadores de Powell) no temen a la recesión, sino más bien a que la clase política europea destruya su modelo rentista de negocios destruyendo las obligaciones de la deuda soberana, y al hacerlo, cambiando hacia una moneda digital única emitida por el Banco Central. La Reserva Federal está "en guerra" con el Banco Central Europeo (America First!).
Y Powell tiene razón. La lógica inexorable de que Europa se dispare a su propio pie sobre los suministros de energía barata de Rusia (para salvar a Ucrania) es que Europa inevitablemente seguirá el libreto alemán posterior a la Primera Guerra Mundial luego de que Francia capturara el Ruhr, con su abundante carbón barato. El gobierno de Weimar intentó substituir la pérdida del carbón imprimiendo dinero. Era la época de la Gran Depresión.
¿Por qué entonces el actual impulso hacia la destrucción de la demanda a través de la subida de los tipos de interés es un error de apreciación tan grave? Pues, porque… la economía real es una red basada en la física. Es por eso.
Europa ha optado por la guerra proxy con Rusia, por órdenes estadounidenses. Se ha subordinado a la política de la OTAN. Ha impuesto sanciones contra Rusia, esperando que su economía se desplomara. Como réplica, Rusia está exprimiendo al máximo los suministros de energía barata de Europa. Europa puede comprar -si puede- energía mucho más costosa de otra parte, pero solo a costa de que sectores de su economía real deje de ser rentables y cierren.
Resultado final: el alemán Robert Habeck en marzo dijo que Alemania podía arreglárselas sin el gas ruso. Lo encontrarían en otra parte. Su afirmación era, sin embargo, era una falacia: en ese momento, Habeck estaba tratando de llenar los reservorios alemanes para el invierno comprando más gas ruso. Moscú lo desmintió y exprimió su suministro a un goteo. La Unión Europea también fanfarroneó sobre conseguir suministros alternativos, pero también todo era falacia. Como todos los expertos advirtieron de antemano: efectivamente no hay capacidad de gas sobrante global.
Todo esto tiene la cualidad de una monumental concatenación de errores por parte de Bruselas: un precipitado abandono de los combustibles fósiles de alta contribución energética neta (para salvar el planeta), mientras se une a guerra proxy de la OTAN contra Rusia (para salvar a Ucrania). Las decisiones se toman primero, con consecuencias que luego solo parecen aparentes.
La modernidad occidental depende del combustible fósil barato (y productivo). Si eso se contrae, nuestras economías también lo harán a un nivel subóptimo. Si este lugar común no es visto ampliamente, es por la fascinación del financierismo. El paso a Cero Neto ha sido percibido como un despilfarro financiero, así como la guerra de Ucrania se considera como un despilfarro financiero del Complejo Industrial-Militar.
¿Hacia dónde va Europa? Quizás la mejor caracterización provenga de John Maynard Keynes en La teoría general del empleo, el interés y el dinero. Keynes dijo que una depresión es "una condición crónica de actividad subnormal por un periodo considerable sin una marcada tendencia ni a la recuperación ni hacia el colapso completo".
Keynes no se refirió a la disminución del PIB, sino de una actividad "subnormal". En otras palabras, es enteramente posible crecer en una depresión. El problema es que el crecimiento está por debajo de la tendencia. Es un crecimiento débil que no cumple la función de proporcionar suficientes trabajos ni de mantenerse por encima de la deuda nacional. Eso es exactamente lo que Occidente, y Europa en particular, experimenta hoy en día.
Y para que quede claro, lidiar con el lado de la oferta de la inflación mediante la destrucción general de la demanda significa dar un martillazo a un frágil sistema dinámico físico. Los sistemas basados en la física son inherentemente impredecibles. No son mecanicistas, una verdad certificada por la investigación experimental de los átomos de Werner Heisenberg en la década de 1920: "Recuerdo discusiones con Niels Bohr que duraron muchas horas hasta bien tarde en la noche y casi terminaban en desolación: ¿Es posible que la Naturaleza sea tan absurda, como nos parecía en aquellos experimentos atómicos?".
El gran logro de Heisenberg fue expresar esta "absurdidad" en una forma matemática conocida, quizás un tanto caprichosa, como "Principio de incertidumbre", que pretendía poner límites a antiguas conceptualizaciones: cada vez que los científicos usaban términos clásicos para describir fenómenos atómicos, encontraban que había aspectos que estaban interrelacionados y no podían ser definidos simultáneamente de una manera precisa. Cuanto más enfatizaban los científicos en un aspecto, más incierto resultaba el otro. Cuanto más intentaban acercarse a la "realidad", más lejos parecía estar, siempre a distancia.
La resolución de esta paradoja obligó a los físicos a cuestionar el funcionamiento mismo de la visión mecanicista del mundo. En palabras de Fritjov Capra, demostró que mientras más penetramos en la esfera basada en la física, la naturaleza no nos muestra ningún componente básico aislado, sino que aparece como una complicada red del ser en continuo movimiento danzante y vibratorio, cuyos patrones rítmicos están determinados mediante una serie de configuraciones.
Si los científicos sub-atómicos en la década de 1920 entendieron que el mundo físico es complejo, impredecible y no-mecanicista, ¿por qué los Panjandros financieros occidentales de 2022 siguen cautivados a un análisis mecanicista anticuado? Ni siquiera Newton llegó tan lejos. Recordemos que, a menudo, en los relatos de Yeats, estos "hechizos" eran fuerzas que dirigían de modo infalible a la tragedia.