La distopía que vivimos
El sistema neoliberal-capitalista es una prisión mental, intelectual y moral, moldeada y justificada por las clases dominantes a través de la educación, los sistemas religiosos y los media que controlan los grandes poderes financieros.
Las sociedades con una cultura adaptada y sometida a los principios neoliberales del capitalismo actual, conforman un mundo de miedos y pesadillas, al que la gran mayoría social se somete, sin sentir ni remotamente que debe rebelarse para defenderse simplemente para ser.
Incluso, estas mayorías, coadyuvan voluntaria y con complacencia con el poder que las domina y explota esclavizándolas. Es un mundo que las élites y las masas han-hemos ido ayudando a crear desde hace siglos no sólo aceptándolo acríticamente, sino luchando conjuntamente ambas clases, llegando hasta el asesinato, cuando se cree preciso, contra aquellos que se rebelan y pretenden combatir la realidad que nos domina, pues la realidad de su-nuestra esclavitud, de nuestro ser nadie, es tan doloroso que sólo puede significar dos cosas si se acepta: el suicidio o la rebelión contra poderes extraordinarios que, estamos persuadidos, ya nos han vencido.
El sistema neoliberal-capitalista es una prisión mental, intelectual y moral, moldeada y justificada por las clases dominantes a través de la educación, los sistemas religiosos y los media que controlan los grandes poderes financieros. Los medios de comunicación promueven cotidianamente la narrativa voluntariamente confusa de una élite económico-financiera amoral, que no sufre ningún tipo de control social, pues incluso, al menos en nuestros países occidentales, los principales grupos de la judicatura, poder legislativo y fuerzas de seguridad, están insertos ideológicamente en este mundo y al servicio del constructo neoliberal dictatorial. Éste mundo es la antítesis de la sociedad por la que han luchado las clases medias, burguesas y el proletariado a lo largo de la historia, especialmente desde el siglo XVIII. Un mundo-sociedad que nos dicen cada día que nos conviene porque es necesario para la supervivencia de todos.
Los sistemas educativos, en primer lugar, y los media dominantes, en segundo, manipulan la información y educación que se da a la sociedad en general. Los sistemas educativos, tanto públicos como privados -en nuestro país mayoritariamente católicos aunque aparentemente sean laicos-, están encaminados a crear diferentes grupos con roles sociales preasignados según la clase social en la que ha nacido el sujeto. Y así, desde el grupo social dominante cuyos hijos serán élite por herencia eyaculativa, hasta las clases inmersas en la más extrema pobreza sin tan siquiera acceso a la mínima educación, pasando por las necesarias clases laborales en número necesario cada una de ellas para su rol productivo preciso. Más que educación, prácticamente todas las clases sociales, todos los pueblos, están siendo sometidos cotidianamente al adiestramiento del capitalismo neoliberal.
Desde que nacemos, se nos somete a la escasez del “fluor” necesario de la verdad para nuestro desarrollo social colectivo en pos de un bien común, que nos dicen es para todos. Desde el inicio de nuestra existencia, sufrimos la carencia de ese necesario “flour” de la verdad, por lo que nacemos ya con la enfermedad del “cretinismo social e intelectual”. Nos educan-informan cada día –fundamentalmente a través de unos media corruptos- para que no sepamos lo que realmente sucede a nuestro alrededor. Es decir, cada vez que encendemos las principales cadenas de televisión, cuando abrimos los principales medios periodísticos –ya sea en papel ya en internet- nos forman como “cretinos sociológicos”. Moldean sistemáticamente nuestra conciencia pública a través de los medios. Nos quieren uniformes, anodinos, mediatizados, oscuros.
En las brumas de la realidad alternativa que conforman los media dominantes a nuestro alrededor, es un inmenso poder el que nos encierra modulando nuestra realidad según los intereses de élites económicas como clase dominante, que son el “cuerpo físico” de una verdadera tiranía multipersonal, que no duda en destruir físicamente sociedades enteras si lo encuentra necesario para mantenerse en el poder.
Lo más triste, es que toda la maldad humana que está destruyendo al planeta Tierra y a todos sus habitantes, incluidos los seres humanos, está a la vista. La tenemos a nuestro alrededor, delante de nuestros ojos. Incluso nos influye a cada individuo física y psíquicamente negativa, dañinamente, pero el cretinismo en el que nos obligan a vivir impide a la mayoría social percibirlo.
Algunos, como los conspiracionistas esperan que un día una inesperada revelación nos ofrezca la evidencia sobre la verdad que abra los ojos a los seres humanos y podamos revelarnos creando una nueva sociedad. Pero hay tantas clases y tipos varios de conspiracionistas, inmersos en su propio cretinismo de desinformación, que, incluso contra su voluntad, deforman la realidad hasta límites bufonescos de un mayor y desaforado cretinismo social, colaborando así con las élites en nuestra inmersión en tal cretinismo. Nos ponen ante nuestra deformada conciencia atrocidades escandalosamente malvadas cometidas por las personas más poderosas del mundo –destruir sociedades enteras como Irak, Libia, Palestina, República Saharaui, múltiples sociedades africanas, etc., hasta, si es preciso -, para ellos siempre lo es destruir selectivamente individuos que se oponen a su poder- que, élites “protegidas” por los media, sus métodos de relato nos convencen al resto de la imposibilidad de tales atrocidades al tiempo que de sus propias “chifladuras” conspiranoides. O matan al mensajero, como Julian Assange, quien puso ante nuestros ojos evidencia de una mínima parte de la verdad.
Los “rebeldes con causas” -revolucionarios, izquierdistas mil, ecologistas varios, antisistema heterogéneos, etc.-, siempre en minoría y sin apenas medios, nos muestran cada día que estamos gobernados por verdaderos monstruos criminales. Que esta sociedad en que vivimos es una sociedad construido con las nuevas formas de un fascismo más sádico que el del siglo pasado, disfrazado –en nuestros países- con formulaciones legales como democracias constitucionalistas y otras varias. Sociedades “democráticas” que son la antítesis de la Justicia social.
Aproximadamente, el 70% de la humanidad vive directamente bajo regímenes admitidos como tiranías directas. Las mismas suelen estar controladas por la corrupción económica que emana del corazón del poder financiero neoliberal del mundo llamado Occidente. Un corazón que late en los grupos de poder de las élites de cada país o nación. El 30% restante de la humanidad nos tapamos nuestro rostro social con el burka que nos impone la llamada democracia occidental. Nos han educado, nos educan cada día para que neguemos, no veamos la distopía que tenemos ante nuestros ojos, en la que vivimos. Y esta distopía se llama Cretinismo ideológico y social.
El Cretinismo. La distopía-enfermedad de hoy
El cretinismo socio-político es una enfermedad que se caracteriza por un déficit permanente en el desarrollo intelectual y moral y va acompañada de deformidades morales y carencias formativas, que inciden negativamente en la sociedad, de un retraso de la inteligencia social, que lleva a no comprender la propia actuación en y del grupo social en el que se habita. Es debida a la falta o la destrucción de la inteligencia emocional y de la información-educación que la actual organización social capitalista nos impone.
Si el nombre original de la enfermedad, Cretinismo, proviene de la palabra francesa «chrétien», o cristiano, hoy se la podríamos aplicar, con mayor certeza y casi plena generalidad, a todos aquellos grupos sociales que habitan en sociedades donde la carencia fundamental es la información veraz es decir, -desde la información manipulada más simple, pero siempre dañina socialmente, hasta la mentira total-, la educación sectaria a través de los sistemas educativos, la educación informativa a través de los media dominantes. Es decir, prácticamente a cualquier tipo de sociedad humana actual.
Cada día, a través de la mátrix mediática, estamos inmersos en un torrente de propaganda. Y ya sabemos que la propaganda no tiene que ver con la verdad. La imposibilidad de escapar de esta mátrix informativa nos somete a la subyugación de las mistificaciones y mentiras que buscan atarnos en el conformismo y la obediencia como cómplices voluntarios de sus atrocidades. Los grandes medios, fuertes cadenas que nos aprisionan en nuestra ignorancia, nos sujetan a niveles mínimos de información verosímil, atándonos con valores políticos y sociales fácilmente manipulables, así como sentimientos primarios que nos acercan a las hordas primitivas patriarcales.
Esta inmersión en el cretinismo al que nos someten, conforma, intelectual y moralmente, sociedades habitadas por enanos morales, deformes y sombríos, con mentes vacías de toda mínima actividad humana, cuya sonrisa sólo indica que el cretino es un animal viviente para servir a unas minorías.
Podemos evitarlo. O, al menos, luchar contra ello. Hay que cortar los cables que son los media dominantes que nos nutren mentalmente y nos encadenan a la hidra de mil cabezas del capitalismo neoliberal.
Nuestra estrategia debe ser no sólo enfrentar al Imperio, sino también sitiarlo. Privarlo de oxígeno. Avergonzarlo. Burlarnos de él. Con nuestro arte, nuestra música, nuestra literatura, nuestra terquedad, nuestra alegría, nuestra brillantez, nuestra pura persistencia y nuestra habilidad para contar nuestras propias historias. Historias que son distintas de las que quieren que creamos tras un lavado de cerebro.
Arundhati Roy, “Cómo enfrentar al imperio”,
https://www.sinpermiso.info/textos/cmo-enfrentar-al-imperio
No creernos tan listos, no aceptar ciegamente las auctoritas de los medios de comunicación y de los guías sociales, políticos, religiosos, culturales, por mucho que halaguen nuestras tripas emocionales. Generalmente nos las devoran con su toxicidad.