Estados Unidos: El ataque contra Rusia, Venezuela y Cuba
Rusia, Venezuela y Cuba son víctimas de las políticas de sanciones estadounidenses dirigidas a impedir la producción y abastecimiento de recursos energéticos.
"La nafta no te va a dar", esa metáfora popular que en Argentina prefigura la falta de energía -de una persona o de un grupo- para cumplir una tarea, se ha convertido en un precepto de la política exterior estadounidense.
La constante demanda de insumos de generación de energía para abastecer su industria y las necesidades de la vida diaria de sus ciudadanos ha llevado a una comprensión estratégica de la importancia geopolítica de estos recursos en los Estados Unidos. Por ello, los sucesivos gobiernos estadounidenses mantienen una política de Estado que se puede dividir en dos aspectos principales: el más conocido, el saqueo de los recursos naturales de otros países; los menos conocidos, el trabajo violento y constante para impedir que sus "enemigos" (países que no se alinean sumisamente con sus intereses) produzcan, exporten o se abastezcan de estos recursos. Los casos de Rusia, Venezuela y Cuba son claros ejemplos de ello.
Muchos analistas han desarrollado bien la estrategia estadounidense para promover y mantener el conflicto entre Ucrania y Rusia. En este contexto, hubo acciones abiertas como sanciones contra EuRoPol GAZ, la empresa matriz de Gazprom, y otras acciones encubiertas, como parte de la agresión sistemática contra las exportaciones de gas ruso.
El 30 de septiembre de 2022 se produjo una explosión en los conductores del gasoducto Nord Stream, a través del cual Rusia exporta su gas a Alemania. Las investigaciones indican que se utilizaron cargas de más de 500 kg de dinamita o trinitrotolueno.
Considerando esto, la profundidad y ubicación de su instalación, la distancia entre ellos y su detonación al unísono, no cabe duda de la capacidad, medios y recursos de quienes planearon y ejecutaron tal acción.
El presidente ruso, Vladimir Putin, señaló que el ataque al Nord Stream fue un acto de terrorismo y, según cita la agencia de noticias argentina Télam, el mandatario ruso señaló que “los beneficiarios son claros”. Ya que este incidente refuerza la importancia geopolítica de los restantes sistemas de gas, el que pasa por territorio polaco y ucraniano, que Rusia construyó a sus expensas. Pero también Estados Unidos, que ahora puede entregar su energía a precios elevados.
Aunque en el lado opuesto del conflicto, el excanciller polaco y actual eurodiputado Radoslaw Sikorski tampoco tuvo dudas sobre quién fue el responsable del ataque. En ese momento, escribió en su Twitter: “Como decimos en polaco, una pequeña cosa, pero mucha alegría”, luego compartió un video publicado a principios de febrero, en el que el presidente Joe Biden amenazaba con terminar con Nord Stream 2, el presidente de EE.UU. dijo: "Si Rusia invade [Ucrania]… entonces no habrá más Nord Stream 2. Lo terminaremos".
"Gracias, Estados Unidos", tuiteó Sikorski, al que adjuntó una foto de las secuelas de la explosión.
Ya en 2019, el entonces secretario de Estado, Mike Pompeo, cuando se le preguntó sobre el oleoducto Nord Stream 2, dijo: "Washington se opone al proyecto del oleoducto porque este oleoducto fortalecerá la posición ventajosa de Rusia y hará que otros países europeos dependan más de los suministros rusos".
Una política que se repite en América Latina
América Latina, considerada por Washington como su "patio trasero", no quedó fuera de esta lógica de la política exterior estadounidense. Venezuela y Cuba tuvieron que sufrir este tipo de agresiones.
En Venezuela, luego del intento de golpe de Estado en abril de 2002 contra el presidente Hugo Chávez, se produce el golpe de Estado petrolero en diciembre del mismo año, causando enormes pérdidas al Estado venezolano y generando desabastecimiento y caos social.
Varios investigadores señalan que desde 2006 Estados Unidos entrena, arma y financia a mercenarios que fueron enviados a Venezuela y Cuba con la misión de atacar las redes de transmisión eléctrica para provocar su colapso.
En 2009, Caracas sufrió un apagón de 96 horas y en 2012 explotó la refinería de Amuay. Expertos independientes demostraron que en ambos casos se trató de sabotaje.
Durante ese período, también se descubrió y se informó que los servicios de inteligencia de Washington planeaban un ataque a las instalaciones de generación hidroeléctrica de Guri, esenciales para el sistema eléctrico de Venezuela.
En septiembre de 2021 hubo un ataque a la subestación Lama en Aragua, y en julio de 2022 otro ataque logró dejar fuera de servicio un transformador de potencia, afectando el suministro eléctrico a la capital.
Aunque el gobierno cubano no lo ha denunciado públicamente, varias fuentes señalan que la grave crisis energética del país, producto de las sucesivas averías de sus principales máquinas generadoras, es también consecuencia de este tipo de agresiones promovidas, organizadas y financiadas por Washington. A esto se suma la confesión de una persona que aseguró haber recibido dinero para atacar torres eléctricas en la isla.